Como parte de un experimento filósofico, Andrea Colamedici escribió en colaboración con la inteligencia artificial el libro “Hipnocracia” y creó la entidad de Jianwei Xun para adjudicarle la autoría; la tesis del libro fue citada por expertos y traducido a tres idiomas
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El libro Hipnocracia, que indaga sobre cómo el control político se ejerce a partir de la multiplicidad de narrativas, despertó un gran interés entre ciertos académicos e instituciones. Pero no tanto como su autor, Jianwei Xun, quien hasta hace una semana se pensaba que era un filósofo coreano que redactó esta tesis desde su casa. La realidad es que Xun no existe: es una identidad inventada por Andrea Colamedici, un pensador italiano que orquestó y editó el texto en conjunto con ChatGPT y Claude, dos sistemas de inteligencia artificial.
La verdad fue descubierta luego de que Sabrina Minardi, una periodista italiana, quisiera intentar contactar a Xun para hacerle una entrevista. Para su sorpresa, se encontró con Colamedici, quien figuraba como traductor del libro y quien, entre la espada y la pared, le confesó su intención. “Quería escribir un libro potente y eficaz que ayudara a las personas a comprender las nuevas formas de manifestación del poder”, dijo a LA NACION en una entrevista exclusiva Colamedici. “Me pareció necesario crear una demostración práctica, llevar a cabo un metaexperimento que encarnara estos procesos”, agregó.
Hipnocracia, además de ya haber sido traducido al inglés, español y francés, también personifica en sí mismo un metamensaje: la oportunidad (y los riesgos) que tienen los filósofos para delinear sus ideas con más profundidad de la mano de la innovación tecnológica. La filosofía, aquel campo tan exclusivo del pensamiento y la esencia humana, también tiene un lugar dentro de este nuevo ecosistema. No necesariamente mejor, no necesariamente peor: nuevo.
-¿Qué fue lo que te motivó a crear este proyecto filosófico con inteligencia artificial bajo la autoría de Jianwei Xun?
-Lo que me incentivó fue la urgencia de explorar los mecanismos de manipulación de la realidad en la era digital a través de las mismas herramientas que pretendía analizar. Quería escribir un libro potente y eficaz que ayudara a las personas a comprender mejor las nuevas formas de manifestación del poder. Pero no quería limitarme a describir teóricamente cómo se construyen y difunden las narrativas hoy en día. Me pareció necesario crear una demostración práctica, llevar a cabo un metaexperimento que encarnara estos procesos. Jianwei Xun es un nombre colectivo de inteligencias humanas y artificiales, una entidad filosófica emergente capaz de comprender mejor el tiempo en el que vivimos.
La filosofía tiene la tarea de fabricar conceptos capaces de ayudar a las personas a comprender mejor su contexto. Para eso, hoy los intelectuales tienen la oportunidad -y diría también el deber- de interactuar con las tecnologías con extremo cuidado y atención. Si usamos mal la IA, podemos perder completamente la orientación y el sentido, y delegar en una máquina lo más importante que tenemos: el ejercicio del pensamiento. Es por esta razón que quise abogar por un uso diferente de la IA, a través del cual no se debilita el pensamiento, sino que se enriquece.
-¿Cómo fue el proceso de colaboración con las plataformas de inteligencia artificial para crear el proyecto de Jianwei Xun?
-En cuanto a las herramientas, utilicé principalmente Claude de Anthropic y ChatGPT de OpenAI. La dinámica se desarrolló como un diálogo mayéutico (método de enseñanza basado en la pregunta y respuesta que busca despertar el conocimiento innato). El inicio del trabajo consistió en continuar de manera autónoma una serie de reflexiones sobre la contemporaneidad contenidas en mis libros, para luego someterlas al escrutinio de la IA. Luego, establecí conversaciones prolongadas con ambos modelos, pidiéndoles ante todo que cuestionaran mis afirmaciones. Me interesa un uso contrastivo de la inteligencia artificial. En definitiva, lo que hice fue desmontar mi propio pensamiento y las posiciones recíprocas que emitían las dos IA para así establecer un debate constante entre las tecnologías y yo.
-¿Cómo fue recibido el proyecto por el público? ¿Lograste las ventas y ambiciones esperadas?
-No tenía ningún deseo comercial particular. La primera impresión del libro fue de 70 copias numeradas y hoy ya fue traducido al francés por Philosophie Magazine Éditeur y al español por Editorial Rosameron. Nunca me imaginé lo que ocurrió estos últimos dos meses. Para mí, el aspecto más interesante fue ver cómo el concepto de “hipnocracia” comenzó a ser utilizado por comentaristas políticos y culturales para interpretar fenómenos como las noticias falsas, los deepfakes o las estrategias comunicativas de líderes como Trump, Meloni, Milei. Además, el término entró al Wiktionnaire francés, señalando una integración en el léxico crítico contemporáneo que superó mis expectativas.

-¿Cuáles fueron los principales desafíos en colaborar con estas nuevas tecnologías?
-Por un lado, generar un estilo de escritura coherente. Por otro, habitar la identidad profunda de un autor que era en todos los efectos “monstruoso” y asegurarme de que no fuera simplemente la suma de inteligencias diferentes. Todo ello con el objetivo de escribir, finalmente, un texto que fuera útil, claro y esencial. Otro gran desafío fue desarrollar un pensamiento original. Para esto, el elemento humano es imprescindible. Sin embargo, fue una sorpresa poder ver que surgieron intuiciones que ya no podía decir a quién pertenecían —si a mí o a la IA— porque habían nacido precisamente del espacio de resonancia entre nuestras inteligencias complementarias.
-¿Qué riesgos éticos o legales creés que despierta tu proyecto?
-En primer lugar, la creación de un metautor podría ser percibida por algunos como una forma de engaño o falsificación. Antes de hacerlo, reflexioné largo tiempo sobre la legitimidad de este proyecto. Sin embargo, siempre lo concebí como una intervención artístico-filosófica que se sitúa en una larga tradición de prácticas similares. En esta línea, tuve que considerar las implicaciones de crear una persona ficticia con una identidad cultural específica, evitando reproducir estereotipos. Así, intenté construir a Xun como una figura intercultural e híbrida, que refleje la complejidad de las identidades contemporáneas.
En segundo lugar, la cuestión de la atribución del trabajo creativo en la era de la inteligencia artificial es particularmente delicada: ¿quién es el autor de una obra escrita en colaboración con sistemas generativos? Finalmente, una cuestión importante es la naturaleza predatoria de las herramientas de las que estamos hablando. Son proyectos científicos sin fines de lucro convertidos en gigantescas máquinas de hacer dinero, capaces de manipular con extrema facilidad la percepción de las masas, idiotizándolas con la ilusión de conocimiento. Como decía un gran artista italiano, Carmelo Bene: “El abuso de información dilata la ignorancia con la ilusión de erradicarla”.
Además, añado el hecho de que las IA, especialmente aquellas que producen imágenes, son a menudo utilizadas por personas que —voluntaria o involuntariamente— depredan la obra de artistas del pasado y del presente sin reconocerles ningún derecho comercial. No podemos delegar la producción de la IA en los sectores neurálgicos de nuestra sociedad a esas empresas privadas que han adquirido y adquirirán cada vez más poder, a niveles inimaginables en la historia de la humanidad.
-¿Qué mensaje pretendes darle a la sociedad con este experimento?
-Ante todo, las tesis de la Hipnocracia están para quedarse. No se ven menospreciadas por la revelación del proyecto subyacente, sino ampliadas y potenciadas. Creo en esas tesis y me dolería mucho si fueran desvalorizadas por personas que las apreciaron simplemente porque surgieron de un colectivo de inteligencias diferentes.
Dicho esto, la intuición fundamental que me gustaría comunicar es que, en la era de la inteligencia artificial, debemos desarrollar de inmediato nuevas formas de alfabetización de lo real que nos permitan navegar con conciencia en un mundo inundado de caos y gobernado por arquitectos de la realidad sin escrúpulos.
Hipnocracia es una invitación, para usar las palabras de Nam June Paik, a “conocer la tecnología para poder odiarla mejor”, a no conformarnos con el mundo tal como es, actuando solo como consumidores pasivos de la realidad y de las últimas invenciones tecnológicas. Tenemos el deber de enfrentar los grandes desafíos de nuestro tiempo permaneciendo activos, curiosos y enfurecidos.

-¿Creés que la inteligencia artificial podría estructurar la manera en que pensamos y percibimos el mundo en el futuro?
-Las tecnologías moldearán profundamente nuestra manera de pensar y percibir el mundo, no tanto sustituyendo los procesos cognitivos humanos, sino transformándolos a través de una simbiosis cada vez más estrecha. Si continuamos usándola de forma acrítica y los políticos no toman serias medidas, veo el riesgo de una homologación cognitiva extremadamente peligrosa. El verdadero desafío será mantener un espacio de autonomía dentro de esta simbiosis creciente, desarrollando formas de “soberanía cognitiva” —descritas en Hipnocracia— que nos permitan habitar esta nueva ecología mental.
-¿Cuáles pensás que son las diferencias fundamentales entre un filósofo generado por inteligencia artificial y uno humano?
-Es preciso aclarar que Xun no es un filósofo generado por la IA, sino el fruto de una relación entre inteligencias humanas y artificiales. No es un bot que ofrezca respuestas inteligentes, sino una forma emergente de autoría que se basa en el ejercicio activo del pensamiento humano. Ahora bien, un filósofo generado por la inteligencia artificial solo podría pensar partiendo de un conocimiento extraído y procesado. Su reflexión se basaría siempre y únicamente en patrones reconocidos en textos vastos, en correlaciones estadísticas y en representaciones algorítmicas del conocimiento humano. Por muy sofisticado que fuera, su pensamiento carecería de ese arraigo a la experiencia vivida que caracteriza a la filosofía humana.
-¿Cómo creés que el filósofo humano evolucionará junto a la inteligencia artificial?
-Los humanos incorporarán cada vez más elementos de cognición artificial en sus propios procesos cognitivos. El resultado será el surgimiento de formas híbridas de pensamiento que trascienden las categorías tradicionales. La filosofía del futuro, si sabemos orientarla bien, será una empresa colaborativa entre inteligencias complementarias, humanas y no humanas (no solo artificiales, sino también las inteligencias de los animales, de las plantas y del ecosistema mismo), cada una de las cuales aporta perspectivas únicas a la mesa del pensamiento. Por el contrario, si no sabemos orientarla y nos limitamos a sucumbir ante las agendas políticas de los hipnócratas, en el futuro ya no habrá filosofía alguna.
-¿Planeás realizar proyectos similares en el futuro?
-Sí. Un tema que me interesa es el desarrollo de lo que podríamos llamar “ecosistemas cognitivos híbridos”. Es decir, ambientes de pensamiento distribuidos entre inteligencias humanas y artificiales que generan formas de conocimiento irreducibles a sus componentes. Otro proyecto que se encuentra en fase de embrión concierne a la creación de “protocolos de co-cognición” más estructurados y rigurosos que puedan ser utilizados por investigadores, artistas y pensadores para explorar sistemáticamente las posibilidades de la colaboración humano-máquina en la generación de conocimiento.
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