100 días de Massa en Economía: entre el pragmatismo en materia cambiaria y una inflación que no encuentra freno
El alto perfil político del exdiputado es considerado como un rasgo que le permitió obtener ciertos permisos para gestionar; se le reconoce haber contenido movimientos en el sector financiero, pero sin un plan y solo con medidas cortoplacistas
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Sergio Massa cumplió 100 días como ministro de Economía, cargo al que llegó con un peso político que no tuvieron sus antecesores. Y ese rasgo identifica su gestión. Entre anuncios de medidas, movimientos zigzagueantes y una inflación que no encuentra freno, el gran logro del creador del Frente Renovador está en el frente cambiario, un tema de altísima tensión que amenazaba con descontrolarse a mediados de año.
De hecho, días antes de su llegada al Ministerio de Economía, el dólar blue tocó su valor récord nominal (el 24 de julio llegó a $350 y cerró a $338), en una dinámica que llevó la brecha con el minorista al 150% y encendió todas las alarmas en el Gobierno. Hoy, aun con una inflación acumulada del 21% en sus primeros tres meses de gestión, el valor del billete estadounidense en el mercado paralelo opera a un nivel más bajo que cuando el exintendente de Tigre llegó al Palacio de Hacienda (estaba entonces a $298, mientras que el viernes último cotizaba a $292).
“El principal logro de Massa fue moderar las expectativas en el mercado local”, afirma Lorena Giorgio, economista jefa de Equilibra, al cotejar la foto actual con la de los meses previos a la llegada al cargo y las semanas calientes entre la salida de Martín Guzmán y el paso de Silvina Batakis. “Veníamos de un desplome de los títulos del Tesoro en pesos en la primera semana de junio, con el Banco Central recomprando deuda por más de $1 billón, y con la llegada de Massa, que no es economista sino un funcionario de perfil político, lo que se logró fue tener llegada a los principales referentes del sector empresarial y de grupos inversores. Eso sirvió también para despejar las dudas que habían surgido acerca del tratamiento que podía llegar a tener la deuda pública en pesos en los meses siguientes”, dice la economista.
Con una receta que se impuso al clásico manual kirchnerista, el ministro avanzó con una fuerte suba en la tasa de interés (que había comenzado el año en el 40% y hoy se ubica en el 75% anual nominal), para intentar contener la demanda de dólares e incentivar al mercado a mantener sus posiciones en pesos. Esa es la clave que, según considera Gabriel Caamaño, de Consultora Ledesma, explica la calma en el frente cambiario. “Massa logró cortar una dinámica financiera que era divergente, pero, por ahora, no mucho más que eso. No hay un plan, eso está claro, y lo que sí está haciendo es hacer jugar fuerte la tasa en pesos que paga el Tesoro, como elemento para cortar esa divergencia, y lo está llevando. Está administrando esa nominalidad dentro de los márgenes de libertad que le da el acuerdo con el FMI”, dice el economista, quien describe la estrategia del Gobierno como un ‘plan llegar’ hasta las elecciones, que apunta a contener shocks y evitar saltos en los tipos de cambio.
La pulseada por la deuda
En una pulseada casi diaria, el Gobierno monitorea las variables claves y tiene en el mercado de deuda en pesos casi la única fuente de financiamiento del déficit, un tema que es central. Al inicio de su gestión, Massa concretó un canje de títulos que vencían entre agosto y octubre, logrando un 85% de aceptación (un porcentaje importante estaba en manos del propio sector público), y logró patear para 2023 compromisos por $2 billones. Y si bien en agosto y septiembre la tasa de renovación de deuda estuvo en torno al 200%, octubre dejó malas noticias (cayó al 104%, y apenas alcanzó para renovar lo que vencía), en un escenario que muestra el escepticismo del mercado para seguir prestándole al Gobierno.
“Cuando uno gasta más de lo que recauda, eso es percibido por el público y en algún momento el crédito se corta, como le pasó a Macri en 2018, por más restricciones financieras y trabas que le pongas al ahorro doméstico. Uno puede pensar que endeudarse en pesos es eterno, y es cierto que hay muchos pesos cautivos, pero el tema está. Se patearon vencimientos, pero falta más consenso político para ver qué hacer con la deuda en pesos no solo en 2023, sino también en 2024. Y ese es el punto más frágil”, advierte Guido Lorenzo, de la consultora LCG.
En el corto plazo, los números son desafiantes. Con vencimientos hasta fin de año que sumaban más de $1,7 billones, Massa lanzó otro canje, que alcanzó una adhesión del 61% (principalmente, de lo que está en manos del sector público), algo que varios analistas observan como un resultado no demasiado exitoso. Además, en sus colocaciones semanales, el Tesoro recurre a las tasas altas, con instrumentos de corto plazo que llegan a pagar un 116% real anual, en un contexto donde la respuesta del mercado suele estar acotada a los papeles de menor duración, un factor que suma incertidumbre hacia 2023 y las necesidades de financiar el déficit.
Con los valores de los dólares paralelos por ahora en tensa calma, el Banco Central aceleró la tasa de devaluación en el tipo de cambio oficial, que en los últimos meses tuvo su mayor ritmo desde agosto de 2019. En octubre fue de 6,5%, en un camino que busca evitar un atraso mayor, como el que ocurrió en 2020 y en gran parte de la etapa previa a las elecciones de 2021. La estrategia implementada por el Banco Central mantiene los niveles del tipo de cambio real multilateral en los mismos niveles que había cuando asumió Massa, pero acumula una apreciación de más del 28% en comparación con los del inicio del mandato de Alberto Fernández, según los datos oficiales del Banco Central.
Ese escenario de brecha del 78% genera, según la define la economista Marina Dal Poggetto, una “brutal transferencia de ingresos de exportadores a importadores”, e impacta directamente en el saldo del comercio exterior, con importadores que buscan adelantar sus operaciones para acceder a divisas al valor oficial e, inversamente, exportadores que, mientras pueden, eligen postergar sus ventas.
El avance de los dólares diferenciales
Descartado un salto discreto en el tipo de cambio, una decisión apoyada incluso por algunos referentes del equipo económico y resistida por sectores del propio oficialismo, el Gobierno avanzó con una serie de ‘devaluaciones sectoriales’. Así, se encadenaron los anuncios de encarecimientos para el turismo en el exterior (dólar Qatar) y los productores de espectáculos (dólar Coldplay), y el mecanismo de incentivo a las liquidaciones del campo (dólar soja). Como resultado, septiembre fue el primer mes con superávit comercial luego de tres consecutivos en rojo, con un ingreso adicional por el cobro de retenciones y ventas por US$7678 millones que, mientras le generó nueva deuda en dólares al Tesoro, le permitió al Banco Central sumar casi US$5000 millones a sus reservas.
“Con la suba en la tasa de interés y el despeje de los vencimientos de bonos Massa contuvo el incendio, pero sigue ahí. No devaluó, que era el ajuste que todo el mundo esperaba, pero al mismo tiempo evitó que se siguiera atrasando [el tipo de cambio] y generó innovaciones como el ‘dólar soja’. La estabilidad no sabemos cuándo se corta, pero hay un problema si el Banco Central no puede controlar la baja de las reservas”, resume el economista Fernando Marull, de FMyA y Asociados. Es que, concluido el período del tipo de cambio diferencial para el agro, el Central ya sacrificó más de US$1300 millones de sus reservas por intervenciones en el mercado de cambio, vendiendo al oficial divisas que compró caras solo semanas atrás.
“En estos 100 días, a Massa le tocó la parte positiva del dólar soja, y ahora empezamos a ver la parte negativa. Primero subió el ingreso de divisas y la recaudación, pero a la larga bajan la liquidación y la recaudación, porque todos empiezan a descontar que habrá otro dólar soja. Es una medida temporalmente inconsistente, porque se convalidan expectativas de devaluación y después se revierten; entonces, los agentes van a tender a vender más lento. Las cuentas dan que las ventas se anticiparon varios meses, y en octubre la liquidación de divisas fue del 40% del promedio de los meses de octubre de 2003 para acá. Y, ahora, el Banco Central está vendiendo baratos esos dólares que consiguió pagando más caro”, sintetiza Caamaño.
Puertas adentro, en el equipo económico descuentan que el año continuará con saldos de reservas en rojo, pero que el esquema va a ‘aguantar’ hasta la liquidación de la cosecha en 2023. Y mientras se endurece el cepo, con gestiones con empresarios y la puesta en marcha del nuevo Sistema de Importaciones (SIRA) para el acceso a divisas, que tiende a administrar con austeridad cada dólar que sale, se monitorea la evolución de las condiciones climáticas y la sequía que ya tiene comprometida a la siembra de trigo (se estima que la cosecha será de 11,8 millones de toneladas, frente a 23 millones de la campaña pasada, con una pérdida de US$4500 millones a valores de exportación, según la Bolsa de Comercio de Rosario) y que también amenaza con prolongarse y afectar el maíz y la soja.
Y más allá del dólar soja –el gran recurso de la gestión Massa–, la evolución de las reservas aparece como un tema endeble. Sin el tipo de cambio diferencial, al Central le resulta imposible sumar divisas y, pese a los anuncios del inicio de la gestión, no hubo avances en las gestiones por préstamos REPO que, según el propio ministro, estaban avanzadas con “un banco de Asia, un banco europeo y un banco norteamericano”. Mientras tanto, el exintendente de Tigre capitalizó su buena llegada a los Estados Unidos y al ahora expresidente del BID, Mauricio Claver-Carone, para agilizar desembolsos pendientes del organismo (llegaron US$700 millones) y generar anuncios de préstamos, aún con plazos inciertos.
Los números del frente fiscal
En el frente fiscal, Massa planteó que el ‘ordenamiento’ sería uno de los pilares de su gestión y avanzó en un ajuste de las cuentas públicas. Mientras que en el primer semestre el gasto se había incrementado más de un 11% interanual en términos reales –algo explicado centralmente por el crecimiento de los desembolsos en subsidios energéticos y en prestaciones sociales–, ahora acumula cuatro meses con desaceleración del crecimiento real, sobre todo por el recorte en los subsidios y la demorada implementación de la segmentación tarifaria.
“Entre Massa, Batakis y Guzmán hay una continuidad: el poder político regula lo que está dispuesto a hacer en materia económica, en función de las necesidades. Y la aparición de una propuesta más racional con Massa no le hubiera sido aceptada por el kirchnerismo a Guzmán: se aceptó ahora por el temor a la incertidumbre que se armó en julio. Su llegada fue para controlar algo que se desmadraba, y tuvo la aceptación política que los anteriores no tuvieron”, sostiene Camilo Tiscornia, de C&T Asesores Económicos.
El plan del equipo económico de Massa, según explican sus funcionarios, apunta a revisar programas y partidas que estarán ‘subejecutadas’, para recortarlas o para redireccionar esos gastos, con el objetivo de alcanzar la meta del 2,5% de déficit primario acordada con el FMI. Mientras en el Gobierno proyectan que ese objetivo se alcanzará, analistas estiman que la tendencia aún deja el rojo por encima de esa cifra.
“Massa llegó al Ministerio de Economía con la imagen de un superministro, no solo a nivel local, sino también y, sobre todo, para afuera. Hoy, 100 días después no queda duda de que Massa es un pragmático pero que ‘capa’ no tiene”, concluye Milagros Suardi, economista de Eco Go. “La clave reside en las concesiones sectoriales que llevó adelante sin un hilo conductor concreto, más que hacer lo posible para cumplir con las metas con el Fondo a septiembre; la primera concesión fue el dólar soja, que funciona como un ‘salvavidas’ para cumplir con el FMI y que le permitió alcanzar un superávit fiscal en septiembre. Llevó el déficit primario a 1,4% del PBI y dejó al Tesoro en buen camino para sostener el compromiso de 2,5% de déficit a diciembre”, agrega.
La inflación, mientras tanto, aparece como el gran factor pendiente de la gestión, aunque la tendencia a la aceleración es preexistente. En estos tres meses de gestión, la suba de precios acumulada supera el 21%, y mientras algunos referentes del equipo insisten en la necesidad de un plan de estabilización amplio (con medidas cambiarias, monetarias, fiscales, además de acuerdos de precios y control de expectativas, entre otros elementos), el Gobierno naufraga entre diferencias de criterio y política.
Así, la gestión del ministro recurrió nuevamente a medidas sectoriales, como congelamientos temporales y reuniones con empresarios; palos como el impulso a la investigación por ‘abuso de posición dominante’ en compañías de múltiples rubros, en línea con las demandas públicas de la vicepresidenta Cristina Kirchner; y el lanzamiento del nuevo plan de Precios Justos y su canasta de 1765 productos, que tendrán un precio congelado por 120 días.
En cambio, el nivel de actividad empezó a mostrar signos de desaceleración pero, entre la intención de desprenderse de pesos para huir de la inflación que estimula el consumo y la baja base de comparación en algunos sectores aun afectados por la pandemia en 2021, el año podría cerrar con un crecimiento del 5%, por encima incluso de las proyecciones del Gobierno y del FMI.
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