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Wimbledon y Rusia: la Catedral se reserva el derecho de admisión
Todo iba perfecto. Boris Johnson, alcalde, se robaba el show en los Juegos Olímpicos Londres 2012. El “porrista número uno” (así le decían los medios) estaba en todos lados. Podios, conferencias, inauguraciones y muchos que lo aclamaban. “¡Boris, Boris!”. Tanto despliegue, eso sí, dejó también una postal ridícula. El alcalde colgado de un cable a cinco metros del piso, en una tirolesa que dejó de funcionar en Victoria Park. De corbata, casco y banderitas en cada mano, y todo el traje arrugado por el arnés. Casi diez minutos así. Y la gente sacándole fotos. Un desastre para un político en campaña. No para él. En 2019 fue votado primer ministro de Reino Unido. Su gobierno impulsó ahora la expulsión a los tenistas rusos y bielorrusos de Wimbledon. Teme que, si triunfan, Vladimir Putin “saque provecho político como lo hizo ya en el Mundial de 2018″. A diferencia de Johnson en 2012, Putin apenas se había hecho ver en el Mundial. Poco importa.
También el primer ministro italiano Mario Draghi quiere expulsar a los tenistas malditos, del Masters 1000 de Roma, que comenzará el lunes próximo, vestido de amarillo y azul, en solidaridad hacia la Ucrania invadida. El Comité Olímpico Italiano (CONI) apoya la medida, pero la Federación Italiana de Tenis teme sanciones. Propone a cambio que suene el himno de Ucrania en la final. “Sería divertido ver a un jugador ruso en esa situación”, se le ocurrió al presidente Angelo Binaghi. El ruso Andrei Rublev viene de ganar la final de Serbia a Novak Djokovic y la bielorrusa Aryna Sabalenka triunfó en damas. La lista incluye, entre otros, a Daniil Medvedev (2 del mundo), Anastasia Pavliuchenkova (15) y Victoria Azarenka (18). “Si recibieron dinero de Putin” no corresponde que jueguen, es otro de los argumentos más escuchados. Todos los países apoyan la formación de sus jóvenes tenistas. En Rusia es “dinero de Putin”. ¿En serio cree Wimbledon que un eventual triunfo de Medvedev ayudará a aumentar “la influencia global de Rusia?”.
Wimbledon, afirmó The Daily Telegraph, no quiere en realidad que Kate Middleton, duquesa de Cambridge, esposa del príncipe Guillermo, tuviese que aplaudir desde el palco real a un ruso campeón (aunque ese jugador se haya opuesto públicamente a la guerra y vista de blanco, ropa interior incluida, para que no se trasluzca con la traspiración). Lo exige la tradición del All England Lawn Tennis & Croquet Club (nombre completo del AELTC). La duquesa Kate es jugadora y mecenas del club. Y también su patrona, tras la renuncia de la reina Isabel. La ironía está en las redes: “Para ser socio del All England tenés que ganar Wimbledon o casarte con alguien de la familia real”. El club ratificó este martes su decisión. Agregó que tampoco permitirá periodistas rusos y que evaluará si acepta entrenadores o demás personal ruso. Aclaró que sí aceptará aficionados rusos o vinculados con Rusia. Es el caso de Mervyn Davies, presidente de la federación británica de tenis (LTA) y miembro de la Cámara de los Lores. También es presidente de LetterOne, una firma de inversión fundada por el oligarca ruso Mikhail Fridman.
Statement regarding Russian and Belarusian individuals at The Championships 2022.
— Wimbledon (@Wimbledon) April 20, 2022
El veto a Medvedev y compañía va en línea con exclusiones a rusos en óperas, conciertos, ferias literarias, y también en casi todos los demás deportes (individuales y colectivos). Cuando hace más de medio siglo se sancionó a la Sudáfrica del apartheid, el deporte fue incluido en el boicot. Los Springboks eran vehículo de propaganda de la Sudáfrica blanca. Jugar contra ellos era convalidar el racismo. Ahora se trata de la guerra (y, ya sabemos, sólo los rusos manipulan políticamente el deporte y sólo los rusos van a la guerra). Casi todo el tenis rechaza, sin embargo, la decisión de Wimbledon. Desde la ATP (varones) hasta la WTA (mujeres) y de Djokovic a Martina Navratilova. “¿Excluyeron tenistas cuando Estados Unidos invadió Irak y mató a más de un millón de civiles?”, se preguntó Niki Pilic. Es el jugador que en 1973 provocó un boicot a Wimbledon. Ahora sugiere que los tenistas podrían repetir la medida.
El boicot de 1973 se debió a que Wimbledon rechazó a Pilic. El jugador se había negado a jugar la Copa Davis por la federación yugoslava y estaba suspendido por la Federación de Tenis Internacional (FIT), muestra de autoridad ante el avance de la incipiente Asociación de Tenistas Profesionales (ATP). Ochenta y un jugadores (el tenis había iniciado en 1968 su era profesional) boicotearon Wimbledon; trece de dieciséis cabezas de serie, entre los cuales estaban Stan Smith, defensor del título, y Arthur Ashe, impulsor de la protesta, además de estrellas como Ken Rosewall, Rod Laver y John Newcombe. Sí jugaron Ilie Nastase (segundo clasificado; cuentan que inventó una carta del dictador rumano Nicolae Ceausescu), el joven de diecisiete años Bjorn Borg, Jimmy Connors, universitarios de Estados Unidos y semiaficionados británicos. La final fue del bloque socialista. Jan Kodes (checoslovaco) salió campeón ante Alex Metrevelli (soviético de Georgia). Más de trescientas mil personas fueron a apoyar al Wimbledon boicoteado. El periodista Matthew Futterman describió el sentimiento de los aficionados británicos: “¿cómo se atreven a no estar de acuerdo con nuestras reglas?”.
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