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Von Trips: el trágico final del piloto de F1 que soñaba con la gloria y cuya muerte se cobró otras 14 vidas
El 10 de septiembre de 1961 es recordado en el universo del automovilismo como una de las fechas más trágicas de su historia; fue entonces cuando el alemán chocó contra el británico Clark y se estrelló en el público
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La escena que se vio el domingo en la Fórmula 1 durante el Gran Premio de Monza entre Lewis Hamilton y Max Verstappen, donde el coche del piloto de Red Bull volaba sobre el del representante de Mercedes AMG, fue realmente impactante. Y a pesar de que ambos corredores estuvieron fuera de peligro, cualquier inconveniente que suceda en esa pista revuelve temerosos recuerdos.
Es que quienes conocen la historia del automovilismo bien saben que accidentes como ese traen a la actualidad lo acontecido hace exactamente 60 años atrás, cuando ocurría una de las tragedias más fatales de la cronología de las carreras de autos.
El 10 de septiembre, un día antes de aquél episodio, se cumplieron seis décadas de aquella tarde en la que el piloto Wolfgang von Trips protagonizaba un fatal choque contra su competidor Jim Clark en el mismísimo circuito de Monza, que desde aquel acontecimiento hasta ahora transitó cambios, sobre todo, por seguridad.
Estaba en la punta de la tabla. Si conseguía un tercer puesto en esa carrera del Gran Premio de Italia se convertía en campeón de la Fórmula 1. De esta forma, Von Trips se consagraría como el primer alemán en alcanzar un título de este tipo. Pero los planes no fueron como lo esperaban ni él ni sus seguidores. Y su rol en Monza trascendió por un motivo más que dramático.
La vocación
Su apellido ya lo demostraba. El automovilista era hijo de un conde y heredero legítimo de la dinastía, lo que le permitió crecer sin problemas económicos, más allá de que la presencia de los nazis con Adolf Hitler en Alemania había de alguna forma relegado a los Von Trips del poder político. Residían en el castillo de Hemmerbach, en las cercanía de Colonia, y vivían del campo.
Wolfgang nació el 4 de mayo de 1928, por lo que sus primeros años de vida estuvieron marcados por la Segunda Guerra Mundial y fue una desgracia la que lo salvó de ser reclutado por las Juventudes Hitlerianas para convertirse en un soldado del régimen. Es que tuvo poliomelitis, un virus que puede provocar parálisis, pero por su condición económica lo pudo tratar y a los 14 años se curó.
Tras la Segunda Guerra Mundial, que tuvo su final en 1945, el joven fue a la universidad para estudiar ingeniería agrónoma y poder participar del negocio familiar, pero algo le hizo darse cuenta de que quería correr carreras de autos. Y en el verano de 1953 se lo hizo saber a su padre, quien en un principio se resistió, pero finalmente aceptó, con la condición de que tenía que ser “el mejor en Alemania” porque el país necesitaba nuevos líderes.
Según apunta el sitio F1 Al Día, Wolfgang tuvo este diálogo con el Conde, con quien solía ir a ver carreras de autos durante los años 30, donde vieron morir a algún piloto, por lo que el señor era consciente de lo que implicaba subirse a uno de esos coches:
- Hijo mío, recordá quién sos.
- Sé quién soy, padre: el último Von Trips.
- En efecto; no podés ser un piloto de carreras más; si querés correr, tendrás que ser Campeón del Mundo de F1.
- Lo seré, padre.
- Lo serás... o morirás en el intento. Toda Alemania te estará mirando, recordá siempre quién sos.
- Lo tengo presente siempre padre; no correré por mí, ni por vos, ni por nuestra familia. Correré por Alemania, para que todo el mundo vea cómo somos, para que todos los alemanes vean cómo deberíamos ser...
Fue entonces cuando su papá empezó a mover contactos y consiguió un primer contrato con Porsche y más tarde con Mercedes. Así, Wolfgang corrió, en 1956, las 24 horas de Le Mans, terminó en quinto puesto, y al año siguiente firmó con la Scudería Ferrari para unirse a la Fórmula 1.
Sus primeros años, según el archivo y los especialistas, no fueron los mejores. Era demasiado agresivo, por lo que llegó a chocar en varias ocasiones incluso antes de la salida -lo apodaron el Conde von Crash- pero poco a poco conseguía ese objetivo que su padre le había augurado: convertirse en un líder y en un referente para la sociedad alemana.
Su mejor marca durante su primera etapa con Ferrari la alcanzó en el GP de Italia, donde quedó en tercer puesto, detrás de Stirling Moss y de Juan Manuel Fangio. En 1958 llegó el retiro del argentino, lo que implicó una oportunidad para otros pilotos. Sin embargo, la suerte y la estrategia no estuvieron del lado de Wolfgang. Al año siguiente se fue a Porsche y al otro a Cooper.
La vuelta a Ferrari y la tragedia
Von Trips volvió en 1961 a la escudería con la que había debutado en la F1 y ese mismo año los planetas se alinearon para Ferrari. Fue un cambio en la reglamentación, que reducía los motores de los autos a 1,5 litros, el que le permitió a los coches italianos volver a la cima con su F156 “nariz de tiburón”.
Entonces, el alemán y su compañero de equipo, el estadounidense Phil Hill, se disputaban el título, dado que el primero había ganado en Holanda y Gran Bretaña y el segundo lo había conseguido en Bélgica. Restaban ahora Italia y Estados Unidos, pero a Wolfgang le alcanzaba con un tercer puesto en Monza para consagrarse campeón.
No solo él soñaba con ese momento sino que lo ansiaba todo Alemania porque nunca un local había sido coronado con el primer puesto. Ya tenía mejor fama entre la audiencia. De hecho, había logrado deshacerse del apodo “Von Crash”, pero en esa temporada no había ganado ninguna pole position, mientras que su compañero de equipo, con quien se disputaba el título, había llegado cinco veces a ese lugar.
Sin embargo, el domingo 10 de septiembre en Monza, Von Trips empezaba el circuito en la pole position por primera vez en su carrera, que la había conseguido en la sesión de clasificación donde había piloteado con esa agresividad que lo caracterizaba. Parece que la pista italiana no era su preferida: allí se había accidentado tres veces en los últimos cinco años.
La carrera había comenzado. Un error lo despistó un poco y lo hizo ubicarse en cuarta posición, con tres Ferraris por delante: la de Hill, del estadounidense Richie Ghinter y del mexicano Ricardo Rodríguez. Detrás suyo iban Jim Clark, piloto de Lotus, y Jack Brabham, de Cooper.
Fue al final de la segunda vuelta, al acercarse a la curva parabólica, que el panorama se empezó a complicar. “Él (Von Trips) y yo estábamos corriendo por la recta y nos acercábamos a una de las curvas peraltadas, la del extremo sur, a unos 100 metros del inicio de la curva”, describió después Clark, y añadió: “Él corría cerca del interior de la pista y lo seguía de cerca, manteniéndome cerca del lado externo”.
“En un momento, Von Trips se movió hacia los lados de modo que mis ruedas delanteras chocaron con las traseras. Fue el momento fatal. El auto de Von Trips giró dos veces y se metió en la banquina. Luego rebotó, golpeó mi propio coche y fue hacia la multitud”, relató el piloto.
Y así fue. Wolfgang salió volando del auto -en ese entonces no se usaba cinturón de seguridad- y perdió la vida en el instante. La embestida de su Ferrari en el público, que se encontraba demasiado cerca de la pista, provocó la muerte de 12 personas y otras dos fallecieron por el golpe del Lotus, que también se dirigió hacia el terraplén.
Lo que vino después
Hill se consagró campeón de la Fórmula 1, aunque no supo de la muerte de su compañero hasta después de bajarse del podio. En consecuencia, decidió no correr la última carrera con Ferrari, el GP de Estados Unidos donde sería local. Las muertes de Von Trip y de los espectadores, a su vez, llevaron a establecer una serie de cambios en el circuito italiano.
En primer lugar, se prohibió la presencia de público en el mismo espacio del accidente y se instalaron gradas en altura y protegidas. Por otro lado, a partir de 1969 se suprimió el óvalo de alta velocidad porque se comprobó que era muy peligroso. No obstante, al año siguiente murió otro piloto antes de agarrar la parabólica, Jochen Rindt, cuyos neumáticos quedaron bloqueados, no pudo doblar y siguió en línea recta hasta estrellarse contra el muro.
Von Trips, además de ser recordado en Alemania como un piloto que soñó en grande y cuyas aspiraciones quedaron truncas en tal tragedia, dejó un legado inigualable para la historia del automovilismo. Es que durante sus años de fanatismo por los autos puso una pista de karting en Kerpen, a 30 kilómetros de Colonia.
Allí, llamó a un albañil para que se encargue de la mecánica de los vehículos. Este se llamaba Rolf Schumacher y tenía dos hijos: Michael y Ralf. Ambos asistían seguido al trabajo de su papá y de a poco empezaron a deslumbrarse con las pistas, los kartings y la velocidad.
Michael se subió a uno apenas a sus cuatro años y lo vio un empresario que frecuentaba la pista de Von Trips. Gerhard Noack quedó fascinado con el talento del niño. “Fui a conducir un rato con un kart de alquiler y entonces vi a Michael con un kart artesanal. Él solo tenía nueve años. Su familia me dijo que no podían continuar apoyando su carrera en el karting”, manifestó quien descubrió al futuro campeón en el libro “The Edge of Greatness”, de James Allen.
Por todo esto, el legado del Conde es mucho más grande que lo que logró en Alemania y su nombre pasó a la historia no solo por el fatal accidente que protagonizó, sino que porque gracias a él y a su pista de karting el mundo pudo gozar de uno de los mejores pilotos de la historia: Schumacher.
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