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Volver a empezar
Las imágenes del mariscal Tito, líder de la posguerra que gobernó Yugoslavia durante 35 años, estaban en 1980 en todas partes en la ciudad de Dubrovnik, sobre el Mar Adriático. "Hay que seguir recordándolo porque ahora, sin él, esto puede estallar". El temor que me contaban los amigos mochileros yugoslavos se concretó una década después. Croatas, eslovenos, macedonios, musulmanes, serbios y albaneses étnicos se bañaron en sangre. Tito, me decían, tenía tal peso que mis amigos, algunos acaso muertos en la Guerra de los Balcanes, creían en los rumores de que Tito había fallecido antes, pero no lo decían. Los amigos alimentaban el mito popular de que Tito tenía dobles. Por un lado, los dobles servían para protegerlo de eventuales atentados. Y, por otro, para acomodar los tiempos al tener que anunciar la muerte. Julio Grondona, que gobernó la AFA 35 años, no tiene dobles. Sí tiene un hijo homónimo, presidente de Arsenal, el club cuyo estadio (monumento) lleva el nombre del padre fallecido. Pero la AFA, cuyo Comité Ejecutivo se reunió anoche por primera vez tras la muerte del líder, sabe que la nueva era debe ser distinta.
Grondona, que hasta los diez años vivió en una habitación que compartía con sus padres y cuatro hermanos, sin heladera, con vista al cementerio, nació en 1931 en Crucecita, localidad de Sarandí, partido de Avellaneda. Barrio de "taitas y matones", donde "se tiraba una papa al aire y llegaba al suelo perfectamente pelada", como lo describió alguna vez el periodista y escritor Amílcar Romero. Plena Década Infame, Pacto Roca-Runciman de 1933, año también en el que una multitud marchó por la avenida Mitre, llevando un ferétro cubierto por la bandera nacional. El muerto era Juan Nicolás Ruggiero, Ruggierito, el pistolero que manejaba la acción social, pero también el juego clandestino, la prostitución y la violencia política en Avellaneda. Lo habían acribillado desde un auto en la casa de su amante, Dorrego 2049 de Crucecita. En el cementerio aguardaba su protector, el intendente Alberto Barceló, desde 1909 el hombre más poderoso de una ciudad proletaria de crecimiento enorme y a veinte minutos del Obelisco. Ruggierito, hijo de un napolitano y nacido en la isla Maciel, había ganado fama tras un tiroteo a metros del burdel que regenteaba Enrique el Manco, hermano del intendente Barceló. Sucedió no lejos del cuartel conservador de la avenida Pavón, donde Ruggierito, custodio del intendente, controlaba las líneas de colectivos. "Señor de horca y cuchillo" llegaron a decirle a Barceló en un debate parlamentario. Su poder –escribió Alvaro Abós- "se basó en el progreso indiscriminado y caótico de Avellaneda, en la creación de empleos, lícitos o ilícitos, y en el favor como contraprestación política, así como en la aniquilación drástica de los rivales". Barceló, silencioso, duro y paternal, era "un hombre de acción". En esa Avellaneda, en la que en 1932 creó su sede el Partido Fascista Argentino y en la que llegó a vivir Hipólito Yrigoyen, Barceló, hombre de Racing, controlaba con Ruggierito elecciones de urnas con doble fondo y en la que votaban hasta los muertos. Fraude Oligárquico decían unos. Fraude Patriótico, respondían los conservadores.
De Avellaneda a Zurich, Grondona cambió modales, pero no las mañas. Las que aprendió en Crucecita, Sarandí e Independiente
Prohibida la política, los clubes heredan los vicios del comité y celebran asambleas dominadas por las patotas. Julio Grondona aprende mucho del caudillo radical Herminio Sande, que fue intendente de Avellaneda y presidente de Independiente, el equipo de "Don Enrique", el padre de Julio Grondona, Número 10 de River hasta cuarta división, Grondona aprovecha una tierra de nadie entre Avellaneda y Quilmes y en 1957, con apenas 24 años, funda Arsenal. El nombre, claro, homenajea al club inglés, que era señalado entonces como el mejor del mundo. Pero Grondona se había educado ya en otra cultura. Jugaba al fútbol para ganar, lejos de los conceptos de fair play y amateurismo que dominaron en la fundación inglesa del fútbol argentino. Era vox pópuli que era de la pesada del club. Líder de muchachos entre los cuales, admitió una vez, había muchos peronistas porque en los frigoríficos y saladeros trabajaban doce horas, no tenían vacaciones y recibían una libreta que ni siquiera les alcanzaba para las compras. Grondona, gracias a un profesor vecino, hizo el secundario en el Colegio del Salvador de Callao y Tucumán. Dejó tercer año de Ingeniería porque papá Enrique murió joven y él, hermano mayor, debió asumir el negocio ya crecido de la ferretería. Y, tal vez, porque, ya caudillo, prefierr tener más intuición que inteligencia. Porque si uno "se la pasa leyendo –dijo una vez- entonces no puede estar en la calle". En la calle, con Arsenal ya más grandecito, Grondona llega al Independiente de Sande. El Independiente múltiple campeón en tiempos de Copas Libertadores en las que todo valía. Arbitros comprados, doping, patadas salvajes, jugadores inscriptos fuera de término. Había que ganar. Los triunfos con Independiente lo catapultan en 1979 a la presidencia de la AFA. Eso sí, conocedor profundo de los reglamentos, debe aplazar la asunción. Está suspendido por insultar árbitros.
De Avellaneda a Zurich, Grondona cambió modales, pero no las mañas. Las que aprendió en Crucecita, Sarandí e Independiente. Desde la fundación de 1934 hasta 1979, 45 años, la AFA tuvo 30 presidentes con una duración promedio de un año y cinco meses para cada uno. Grondona acumuló 35 años él solito. "Si estás muerto te levanta, si estás agrandado te mata", intentó explicarme alguna vez un dirigente el secreto de su permanencia, más allá de los éxitos internacionales y de la protección de la FIFA, que siempre acudió en su ayuda cuando algún gobierno amagaba echarlo. Hasta 1979, los cinco clubes grandes habían conquistado 51 títulos de la era profesional, contra 8 de los chicos. De 1979 en adelante, los grandes ganaron 36 títulos y el resto 28. Hasta fue campeón su querido y protegido Arsenal, que sufrió apenas 7 expulsados en sus primeros 125 partidos en Primera, contra una media cercana a los 30 del resto. Además, en su gestión descendieron por primera vez San Lorenzo, Racing, River e Independiente, su club. Democrático por un lado, decadente por otro. Sí, levantó a unos con dinero discrecionalmente adelantado de la TV. Y mató a otros designando árbitros o líneas distraídos. Fue emergente de una cultura que luego muchos clubes usufructuaron. Porque si acaso hubo mafioso es porque también hubo mafia. Dijo no en los ’90 a los clubes SA. ¿Para qué depender de un un magnate ruso o árabe si siempre estaba papá AFA? La misma AFA cuyas oficinas fueron allanadas ayer porque el dinero público del Fútbol Para Todos está lejos de cumplir su objetivo de sanear finanzas. La misma AFA que escucha ya, sin derecho a luto, reclamos acaso justos de más dinero de los dos más grandes. La misma AFA que anuncia un nuevo torneo con diez ascensos. Pero que, ahora sabe, algún día, deberá volver a la normalidad y definir diez descensos. Y hacerlo sin Ruggieritos. Con democracia.
NUEVE MUNDIALES DESPUES
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