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Llegó lo que se construyó durante una década: un título mundial para el Sub 23 de voleibol
El Sub 23 consiguió la primera copa del mundo de este deporte para la Argentina en la historia, un logro forjado desde la reconstrucción organizativa tras la debacle de 2007
Diez años. Una búsqueda que tres veces quedó a la orilla del objetivo. Un grupo que quería desquite. Todo eso se cumplió, se quebró, se reivindicó lejos, en El Cairo, donde impactan las ruinas de una civilización pujante y poderosa y donde ayer se convirtió en oro el talento de una brillante generación naciente.
El seleccionado sub 23 se coronó campeón mundial en Egipto. El voleibol nacional siente que empieza –empieza– a ponerse a la altura de otras disciplinas que glorificaron al deporte argentino. Ésta de los muchachos modelos 1995 a 1998 es una conquista juvenil, cierto, pero abre el camino de laureles para encaminarse hacia los grandes sucesos dorados del fútbol, el básquetbol, el tenis, el hockey y otros que levantaron copas del mundo o se colgaron medallas doradas olímpicas.
El 4-2 a Rusia culminó un sensacional desempeño en el 3er mundial sub 23 que organiza la FIVB, en el cual el plantel dirigido por Camilo Soto ganó seis de sus siete encuentros, 27 de sus 38 sets y 546 de sus 994 puntos. La contundencia de la primera rueda y la semifinal mutó a suficiencia en la final, por más que haya habido algo de susto cuando el tablero se movió de 3-0 a 3-2. La Argentina no necesitó un angustiante séptimo set (en este torneo se experimentó con partidos al mejor de siete, y parciales a 15 tantos), y sumó 13 puntos más que el rival (88 a 75).
Y en ese 15-10, 15-11, 16-14, 14-16, 13-15 y 15-9 se unieron varias revanchas. Una pequeña: contra el 3-4 a manos de los propios rusos en el “grupo de la muerte” de este mundial. Una intermedia: contra el 2-3 frente a los mismos adversarios en el desenlace de México 2015, cuando lo que estaba en juego entre criollos y eslavos era el cetro sub 21. Y una grande: contra las tres finales mundiales que el vóleibol nacional había perdido en su historia (incluida la mencionada), sin siquiera un éxito como para contrapesar. Pero este debut en lo alto de un podio mundialista es más que una serie de desquites, y más que un quiebre numérico, que un mojón divisor de un antes y un después en resultados.
Es la realización de un proyecto. La constatación de que el trabajo tiene premio, de que los trofeos son consecuencia de la planificación y la transpiración y no sólo de la habilidad. Cuando en 2007 el seleccionado mayor perdió frente a Venezuela en el preolímpico para Pekín 2008 se tocó fondo. No por el oponente –respetable, por cierto–, sino porque la eliminación y la ausencia en los Juegos representaron el summum de un descalabro organizativo y económico que, acicateado por rencillas, se fagocitó seleccionadores y apetencias deportivas.
La crisis fue, en efecto, una oportunidad. Abrió los ojos sobre la necesidad de ordenar tanto números como desarrollo, de trabajar a largo plazo con los juveniles. Extrañamente, hubo resultados inmediatos entre los mayores, como el primer puesto en el ranking mundial en 2009, la primera victoria sobre Brasil en la Liga Mundial (2017), bueños desempeños en Juegos Olímpicos y la medalla dorada en los Panamericanos Toronto 2015.
La supervisión del maestro Julio Velasco, DT del conjunto absoluto, en la meta Tokio 2020 fructificó en esta hazaña juvenil. No tan juvenil, ciertamente, y quizás eso la haga mejor: estos sub 23 muy pronto serán mayores. Son los más formados, los que menos desvíos ya pueden sufrir rumbo a la adultez deportiva. Y en medio, los destellos de brillantez individual, como los de Germán Johansen, premiado como el jugador más valioso del certamen, y Matías Sánchez, distinguido como armador del equipo ideal.
Esta copa sintetiza revanchas, pero sobre todo da expectativas hacia adelante. De hecho, se la consiguió por mirar al futuro. Una deuda está saldada. Ahora hay más plafón para pensar más en grande.
La palabra de los protagonistas
Si bien no es una categoría en la que se busque resultados sino nutrir a la selección mayor, el título se festeja y mucho. Es el resultado de un trabajo de cuatro años coordinado por Julio Velasco”.CAMILO SOTO. DT DE ARGENTINA SUB 23
“Nunca imaginé este final de la película. Tardé unas horas en asimilar tanto el título, que es mucho más importante, como el premio MVP”.GERMÁN JOHANSEN. JUGADOR MÁS VALIOSO.
“Es una alegría para toda la familia del vóleibol”. MATÍAS SÁNCHEZ. ARMADOR DEL EQUIPO IDEAL
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