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La selección argentina de vóleibol en Tokio 2020: el techo olímpico, Francia y el clásico ante Brasil por el bronce
El rival fue superior, ganó 3-0 y la semifinal volvió a ser la barrera para la Argentina; ahora, tratará de emular el tercer puesto de Seúl 88
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TOKIO.- Una derrota producto de imprecisiones propias y virtudes ajenas. Y un clásico sudamericano con sabor a metal. La selección argentina de vóleibol inicia la actividad del último fin de semana de los Juegos Olímpicos con un objetivo: que la historia se repita. Y que esta vez, como en Seúl 88, sea con una medalla. Sin suerte en la semifinal ante Francia, con un categórico 3-0 (25-22, 25-19 y 25-22), el conjunto nacional deberá jugar ante Brasil, este sábado desde la 1.30 (hora argentina) con TV de TyC Sports, TV Pública y DeporTV. Un viejo conocido con un pasado reciente del que urge una revancha. El clásico tendrá su segunda edición en Tokio 2020, tras el 3-2 de los brasileños en el duelo de la etapa de grupos que agitó fantasmas y dejó varias horas sin sueño. Un partido que se escapó de las manos.
En el Ariake Arena, la Argentina chocó contra su techo olímpico. Sucumbió ante la historia. La semifinal sigue siendo esa barrera inquebrantable con la que se coquetea pero no da margen para avanzar. La sufrió en Seúl (bronce contra Brasil) y en Sídney 2000 (no pudo subirse al podio al caer frente a Italia por el tercer puesto). “Francia jugó muy bien en ataque, en saque. No pudimos contrarrestar eso. Trabajamos en bloqueo y defensa, pero no pudimos concretar nuestros ataques”, analizó el entrenador Marcelo Méndez, minutos después de una caída que dejó caras largas, miradas perdidas y mucha bronca. Fuerte desde lo mental -quedó demostrado en el tercer set-, la selección dio señales de desgaste. Como si el partido ante Italia hubiese consumido el resto físico.
“Perdimos una semifinal y hay que recuperarse. No se llega al último día de competencia todos los años”, lanzó Luciano De Cecco, valorando el significado de llegar al encuentro por un lugar en el podio. Y avisó: “Si esto era en cuartos, que nos tomábamos un avión y nos volvíamos a casa, era otra cosa. Pero ahora hay que recuperarse, y hay que ser autocríticos, pero también positivos. No sabemos si en el próximo Juego Olímpico vamos a jugar la final o la semifinal, o lo que sea. Entonces hay que tratar de disfrutar, aprovechar las oportunidades y jugar al vóleibol”.
Enfrente estuvo nada más y nada menos que Francia. El nuevo rey de los deportes de conjunto. Ya venía dando avisos por fuera de los Juegos, con el título del fútbol en Rusia 2018 como uno de sus éxitos más mediáticos. Pero en Tokio hay ruido olímpico: el súper-sábado se teñirá de azul, con las finales de vóleibol (ante Rusia), básquetbol (contra las estrellas NBA de Estados Unidos) y handball (donde espera Dinamarca).
El porqué de la caída todavía retumba en los pasillos de un imponente estadio en silencio. “Cometimos errores e hicimos cosas que en otros partidos no las habíamos hecho, y contra equipos que vienen con un envión anímico importante como Francia, que venía jugando muy bien. Y es difícil cuando se sueltan. Más que nada cuando uno está tenso o poco convencido. Porque cada cosa que nosotros hacíamos, ellos retrucaban. Y así fue complicado”, disparó De Cecco. “Tuvimos un par de situaciones que no supimos aprovechar y se nos fue el partido” destacó Bruno Lima. “Siempre gana el mejor, y en este caso fue porque el ataque definió el partido”, completó Mendez. Lo cierto es que la Argentina no empezó bien pisada y siempre corrió de atrás. Falló cuando no tenía que fallar, no estuvo fina y mostró algunas vulnerabilidades (0/18 en bloqueos en el segundo set). Durante la noche tokiota hubo una mezcla de sensaciones: de la bronca por los errores no forzados en momentos clave a la fortaleza para nunca dejar de perseguir a la presa. Pero esa persecución fue justamente eso: el seleccionado siempre corrió de atrás. Nunca llegó a lastimar ni a poner en apuros.
Como sucedió a lo largo de toda la semifinal, las últimas jugadas fueron solo una continuidad. Una parte más de una secuencia: Francia lideró el marcador sin ceder en la ventaja. La Argentina no se pudo poner al frente y solo fue resistiendo, mostrando una de sus mejores cartas: la fortaleza mental. Así logró llevar el resultado ajustado hasta el final (y hasta incomodó en algunos pasajes al rival), pero la postal del primer set volvió a tomar la escena por asalto en el último. Francia hizo gala de su efectividad y tuvo su merecida victoria. Un triunfo al ritmo de Zaz y su “Champs Elysées”. Contundencia y elegancia en el mismo envase. En un plantel que festejó, pero también aplaudió a los argentinos. Y que ahora espera por Rusia en un choque de titanes.
Para la Argentina, al menos por el desarrollo del partido, fue una caída lógica y justificada que ahora abre las puertas al clásico. “Un equipo campeonísimo que va a querer irse con algo de Tokio”, comentó Méndez. “Un rival que no te regala nada”, sumó De Cecco. Lo cierto es que ambos coinciden: la Argentina saldrá a poner el pecho e intentar irse de territorio japonés con un bronce en el equipaje. Como aquellos días surcoreanos, con Brasil en el camino del ansiado premio al esfuerzo y la recuperación. Porque si algo distinguió a este equipo a lo largo del torneo fue cómo logró sobreponerse a los golpes. Sean por resultados (la caída ante Brasil cuando la noche iba camino a pintarse de albiceleste) o por instantes de cada partido (el momento de la cabeza fría ante Italia). Con partes entregándose por el todo, al límite técnico y táctico. Los fantasmas después de la dolorosa derrota en el clásico desaparecieron con rapidez, con triunfos ante Francia, Túnez, y Estados Unidos. La difícil Italia dio pelea y llevó todo al tie break, pero la selección supo dar un golpe de autoridad. Con alta exigencia de rendimiento y energía, Francia se aprovechó de esa merma. Pero ahora es tiempo de volver a apoyarse en la resiliencia.
La postal surcoreana aparece en sepia en el vestuario argentino. Seúl 88 es la cima. El lugar donde este plantel también quiere plantar bandera. En un clásico, como aquella vez. Tras el tercer puesto de los Pumas y la final de las Leonas, el vóleibol nacional quiere sumarse con la presea tan deseada. Las intensas 36 horas entre Francia y Brasil serán parte de un viaje difícil, pero soñado. Del que quieren despertarse con el bronce en el pecho.
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