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La emoción del año. El abrazo conmovedor de los Conte y el pedido de papá Hugo: “Le dije que estaba orgulloso y que ahora me tenía que prestar su medalla”
La conquista de la medalla de bronce en Tokio encerró una particular historia de padre e hijo, la leyenda y el heredero unidos por mil recuerdos y un trofeo en común, de Seúl a Tokio
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Tres, cuatro de la mañana del 8 de agosto de 2021, envueltos en frazadas y abrigados hasta los dientes, frente al hervidero que transmitía la televisión, desde Tokio, del otro lado del mundo. De pronto, un par de bocinazos, como si se tratara de un triunfo futbolero. De pronto, un río de lágrimas, acá, allá y para siempre: la Argentina derriba a Brasil, el gigante, en un 3-2 electrizante en el Ariake Arena y consigue la medalla de bronce, que vale oro y vuelta olímpica. El voleibol repite, de un plumazo, el hito de Seúl 1988.
Contra todo, contra todos. En los Juegos Olímpicos del silencio y los protocolos, un abrazo. De padre a hijo, de Hugo a Facundo. Un abrazo: de las cosas más lindas que ofrece la vida. Un abrazo, el que simboliza la emoción más intensa que nos regaló el deporte en 2021, más allá del fútbol, más allá de Messi.
Hugo, figura descomunal del voleibol romántico, era el comentarista de las transmisiones de TyC Sports, impregnadas del desfachatado estilo de José Montesano. Facundo, la estrella del conjunto de Marcelo Méndez, el heredero, el grito de furia luego del enorme 25-23, 20-25, 20-25, 25-17 y 15-13.
“Nosotros estábamos arriba, bajábamos a hacer las notas, pero no podíamos ni acercarnos a los jugadores. Chocábamos el puñito y venía alguien de seguridad y nos decía: ‘Don’t touch’. No se puede, no se puede, había burbujas, pero no queríamos quebrar ninguna regla. Pero al final, desde la organización me dijeron: ‘Vení, que merecés darle un abrazo a tu hijo’. Me llevaron, entré a la cancha, esperé que terminara una entrevista, vino y nada… fue un abrazo que encerraba muchísimo, no sólo la alegría, el orgullo de ese momento, sino que tenía que ver con muchos años atrás, cuando era chiquito y jugaba con mi medalla. Su sueño personal. Todo el esfuerzo, para llegar ahí, a ese momento, ganarla, no aflojar nunca, tener la cabeza dura”, cuenta Hugo, de 58 años, casi como si lo estuviese viviendo ahora.
“Porque Facundo tuvo que afrontar muchos años de una enorme mochila personal, cuando la gente lo comparaba y se la bancó, fue para adelante como loco. Ese abrazo fue un poco eso: la descarga juntos, por todos esos años. No fue sólo haber ganado la medalla. Ya de por sí era increíble, como resultado deportivo, un objetivo de vida. Para nosotros, fue muy fuerte por eso: 17 años de perseguir un sueño. Poder abrazarlo en ese momento y decirle algunas cosas y compartirlo con él fue unas de las cosas más lindas de mi vida”, le recuerda a la nación.
El otro abrazo del alma
EL ABRAZO entre @hugoconte7 y @FacuConte7 🤩🤩🤩#Tokio2020EnTyCSports pic.twitter.com/XKwtvBF14i
— TyC Sports (@TyCSports) August 7, 2021
–¿Te acordás qué le dijiste?
–El orgullo que sentía por lo que había luchado siempre. Que lo quería mucho y que ahora me tenía que prestar la medalla él, como yo hice cuando él era chico…
–¿Y seguís jugando con la medalla?
–Sí, sí (se ríe). En la Argentina, en Polonia, me la pongo, se la saco… Adentro de esa medalla, hay un montón de cosas históricas, muy nuestras. Yo sé que luchó muchísimo en toda su carrera. Y fundamentalmente, en estos Juegos.
–¿Por qué creés que un partido de voleibol, con Brasil de rival y la medalla en juego, fue uno de los momentos más emocionantes para los argentinos en el año?
–La Argentina es un país cotidianamente muy sufrido. Creemos poco en lo que dicen, pero creemos en los hechos. Los argentinos estamos cansados de escuchar cosas que después no se cumplen. Pasa muy seguido. Cuando la sociedad encuentra –en este caso, en el deporte– a gente con valores, que hace mucho, la entrega para realizar los objetivos es enorme, la respuesta es buenísima. Siempre me sorprendí, cuando jugaba, a lo mejor perdíamos 3 a 0 en algún rincón del país y la gente se quedaba dos horas para pedirnos fotos y autógrafos. Porque más allá del resultado, toma nota de la entrega. De la lealtad, de la coherencia. En el deporte podés encontrar a alguien mejor que vos y está bien que te gane, pero la entrega es fundamental. La sociedad necesita ejemplos como estos. El camino es la manera, cómo se hacen las cosas. Y, además, necesitábamos alegrías. La Argentina necesita creer. Y que luego, pase.
La definición más emocionante
Hugo está casado con Sonia y además, de Facundo, que juega en Polonia, tiene dos hijas: Camila y Manuela (“el auténtico sostén”). El poder de la mente fue esencial: no sólo en el heredero, en un grupo de jugadores que soportó caídas, destratos y siempre se levantó. Siempre creyó. “Esto fue la consecuencia de tantas cosas... De tantas charlas, emociones, entrenamientos. Facundo soportó durante años que la gente le preguntara: ¿Vas a jugar como tu viejo? ¿le vas a pegar como tu viejo? Para un pibe, para su crecimiento, es lo peor que le podés hacer. Pero la gente no se da cuenta de eso”.
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“Superación. Es la palabra perfecta que encaja en este equipo”, decía el conductor. “Ya rompimos todos los protocolos, se pudrió todo… Ahora, oficialmente, se pueden dejar de romper las pelotas con mi viejo. Ahora, yo le voy a dar consejos a él…”, bromeaba Facundo, corazón caliente, rodeado de varios fuera de serie, como Luciano De Cecco, el mago. De ayer a hoy, un chasquido. Un abrir y cerrar de ojos con una lágrima insolente.
Reflexiona Hugo: “Después de un tiempo tan largo de pandemia, de estar encerrados, de ver todo de gris a negro, de tanto sufrimiento en todo el mundo, fue espectacular haber formado parte de los Juegos Olímpicos. Desde mi lugar, fue el privilegio de transmitir esa emoción. Era lo que teníamos adentro, guardado después de tantos meses. Fue un momento especial, necesitábamos una alegría, una gran emoción y poder exteriorizarlas. Con José (Montesano) tratamos de hacer lo que sentíamos. Lo hablamos a medida que pasaron los partidos, la respuesta de la gente fue muy buena. En general, en los relatos y comentarios, se trata de ser recatado, más analítico, pero ese fue un momento tan especial… Nosotros estábamos solos, el estadio estaba vacío. Los jugadores estaban haciendo historia, jugaron de una manera impresionante, con una entrega enorme. Mis expresiones fueron a través de ellos, sentimos que había que traspasar la pantalla. Fue natural.
–Y todo, en medio de un silencio y respeto atronador.
–Es que estábamos solos, arriba, diferente a lo que vivimos en Río, que estaba todo lleno, por eso las emociones fueron más fuertes. José, con su relato, le puso una camiseta de Argentina a cada persona que estaba del otro lado. Nosotros sentíamos los gritos de los argentinos en la madrugada, los mensajes de felicidad. Un amigo me decía que ‘el vóley es muy terco’. Porque tenemos problemas históricos internos, federativos, de toda una vida. Y los pibes siguen dándole, hace 15 años algunos de ellos siguen dando todo por la camiseta.
Y aún perdura esa madrugada en la que fuimos tan felices.
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