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Facundo Conte, en los Juegos Panamericanos: “Ahora me enojo menos porque entiendo que es un juego”
A los 34 años, es uno de los pilares de un equipo que busca el tricampeonato en los Panamericanos
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SANTIAGO DE CHILE.- Todavía hay un batifondo terrible en el Arena Parque O’Higgins, la sede del voleibol en los Juegos Panamericanos. La selección argentina le acaba de ganar un gran partido a República Dominicana y, desde la bandeja superior, varios chicos chilenos arrojan ropa y pelotas hacia abajo para ser autografiadas por los jugadores argentinos. Se vuelven locos por una firma. Sin embargo, Facundo Conte parece abstraído de todo ese ambiente de excitación y mira a los ojos para cada respuesta, que va moldeando como si le diera forma a una vasija de barro. Hace rato que el medallista de bronce en Tokio 2020 cree en la meditación y en la conciencia ambiental, después de una crisis personal e innumerables batallas de remates y bloqueos. Esa paz, una suerte de filosofía zen, se le nota en el rostro. Ya con 34 años, el heredero de Hugo vive el alto rendimiento bajo otra frecuencia: la del disfrute, por más que el equipo de Martín López siga en plena carrera para conseguir el boleto para París 2024.
-¿En dónde ubicás este objetivo de los Panamericanos?
-Es el cuarto torneo que jugamos en los últimos cuatro meses. Fue una temporada muy dura y llegamos acá a Santiago con un solo entrenamiento todos juntos, con jugadores debutando en la selección. Estuvimos jugando el Preolímpico en China hace solo 20 días y muchos chicos se sumaron hace tres o cuatro o días para formar parte de estos Panamericanos. Es un orgullo siempre vestir la remera de la selección y queremos ganar todo lo que juguemos. Pero también entendemos y sabemos el momento que estamos atravesando y le ponemos todo.
-Igualmente, es un torneo que no da plaza para los Juegos Olímpicos ni puntos para el ranking.
-Por eso el equipo está un poco diezmado y venimos acá a ganar por aquello del orgullo. Por ahí no salen las cosas como quisiéramos, aunque es parte del voleibol. Es un juego tan de coordinación y de entendimiento… Tenemos muchos desajustes entre nosotros por la velocidad de la pelota. Esto, a pesar de tener dos armadores y atacantes muy buenos. Nos falta ese feeling de pasar tiempo juntos y conocernos, y conocernos y conocernos; eso está complicando un poco las cosas. Pero fuimos los campeones en los dos últimos Juegos Panamericanos y la expectativa es alta: la nuestra, la personal, y seguramente la del que nos está mira desde su casa. Vamos a dar todo para lograrlo, aunque sabemos el momento.
-Más allá del recambio casi total del plantel para esta cita, ¿hay algo del ADN de esta selección que se mantiene, del bronce de Tokio?
-Es que acá somos dos jugadores de doce nomás… Muy poco. Pero permanece el espíritu argentino, en realidad. No es solamente el equipo nuestro: fue el de Los Pumas hasta hace poco, el de los Leones, los Gladiadores, las Leonas, la selección de fútbol… Es ese aura. La entrega es siempre absoluta porque sentimos la camiseta como decimos sentirla: más que los demás. Nosotros, los más grandes, junto con Demián González, que volvió después de Río 2016 y es un grandísimo armador, somos los encargados de transmitirles ese mensaje a los chicos.
-¿Seguís cultivando la meditación en estos días?
-Hoy un poco menos. Llegué a la Argentina hace solo diez días después del Preolímpico de Xi’an con todas las emociones y el alboroto. Me entrené cuatro días en Buenos Aires y toda esa locura me alteró. Tuve pocos momentos para mí y en esta Villa Panamericana compartimos la habitación de a seis... Entonces eso también te quita un poco de tranquilidad. Lo lindo de los Panamericanos es que compartimos con atletas de otras disciplinas, algo muy importante que hizo que también quisiera estar acá, a pesar de que el torneo no nos diera el pasaje a París 2024 o puntos para el ranking. Pero es representar a Argentina y compartir muchísimo con toda la delegación.
-Igual, más allá de estos torneos, son rituales que seguramente mantendrás de por vida.
-Sin duda, sin duda. Pero esto es como una onda, ¿no? como la vida misma, justamente. Encuentro los momentos de tranquilidad más que nada por la noche, como para relajarme y dormir. Descansar, tratar de recuperar energías y tranquilidad, porque en estos partidos nos agitamos y nos emocionamos. Después de los encuentros llega la calma, como también está bueno arrancar bien el día. Son cosas que uno lleva para siempre, vos en soledad. Es cómo comer, la manera de respirar, cómo recuperar el aliento, cómo tranquilizar la mente cuando vas a mil… Y eso es lo que encontré para mí, que me ha ayudado muchísimo. A pesar del cansancio y de no estar preparado al mango para este torneo, es poder estar enfocado y en calma para dar todo lo que tenga. Entender que es eso: dar lo mejor de mí hoy.
-¿Y cómo manejás lo mental en los partidos?
-Ante República Dominicana no arranqué muy bien en ataque, y en otro momento del pasado hubiese perdido la cabeza. Ahora pienso: “Calma, ya va a llegar, ya va a llegar”. Ahora me enojo menos porque entiendo que es un juego. El voleibol es nuestra vida, pero también es un juego. La importancia de divertirse con este deporte hace que los momentos menos buenos puedan revertirse. Desde la creatividad, de poder ser permeable a los cambios, de poder ayudar a los demás y ser ayudado, en vez de encerrarse en su propio mundo.
-¿Qué balance realizás hasta acá en cuanto a lo deportivo en estos Panamericanos?
-Quedó demostrado que no nos sobra nada. Venimos a buscar el oro, pero va a ser más difícil, va a ser sudado y complicado. Brasil tiene grandes jugadores que actúan en su país y son candidatos. Hay que soñar, pero mantener los pies sobre la tierra. Lo que venga después, se verá. Muchas veces proyectar demasiado para adelante no ayuda, porque te saca del foco. Quizás subestimás a algún rival y quedás fuera de la siguiente fase; eso es lo que les transmitimos a los chicos. Se trata de anclarse en el presente. Todos los días son diferentes: hoy puede salir muy mal y al otro día, increíble. Es seguir con esa calma y disfrute. Vamos a tener que remar en las malas y es un buen momento para sacar a relucir ese espíritu argentino de lucha y poder disfrutarlo. Y ganar.
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