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Ezequiel Palacios, de arquero de Argentinos a campeón panamericano de voleibol
La historia del formoseño, de 22 años, una de las caras nuevas que crece con el respaldo de Julio Velasco; "Es increíble estar en la selección, todavía no caigo", dice
San Martín 2 es una localidad en el norte de Formosa, a unos 360 kilómetros de la capital provincial, cercana al límite con Paraguay; según el último censo, viven allí poco más de 3100 habitantes. "Es muy chiquito, con árboles, perros, todo tierra, puro campo y muchísimo calor", cuenta Ezequiel Palacios, que nació y creció allí. A los 22 años, es uno de los rostros nuevos dentro del seleccionado argentino de voleibol que se consagró campeón panamericano en Toronto. Un logro histórico para este plantel conducido por Julio Velasco , que convocó a Palacios a último momento. El formoseño no estaba dentro del equipo que había disputado la última parte de grupos de la Liga Mundial y el Final Four, y había terminado la gira por Brasil con el seleccionado B y estaba a punto de volver a su provincia cuando recibió el llamado. Velasco decidió incluirlo como titular en el partido contra Estados Unidos, en el que fue decisivo, y también en la semifinal frente a Canadá, cuando la Argentina derrotó al local; tras el último punto, el opuesto de La Unión no pudo contener la emoción. Después vino el heroico 3-2 a Brasil, el oro, y el regreso con gloria. Fue recibido por el gobernador Gildo Insfrán y recibió una plaqueta de homenaje antes del partido entre el Boca de Tevez y Banfield por la Copa Argentina. "Todavía no puedo creerlo", suelta mientras mira hacia el piso y las imágenes vuelven a su mente; todo es aún fresco para Palacios, que después de un entrenamiento de la selección en el Cenard conversa con LA NACION. "Se dio todo y muy rápido. No me lo esperaba. Fue terrible cuando me enteré que iba a los Panamericanos, una emoción muy grande. Fue un shock, no sabía qué pasaba, porque yo no estaba en la lista y los equipos ya estaban armados. Fui el último en llegar, me encontré con los chicos, y estar ahí, con los mejores de la Argentina fue algo emocionante para mí y para mi familia".
-¿Se dio todo como lo imaginabas?
-No, ni cerca estaba de pensar en todo esto. Yo sólo sabía que estaba en la lista de 25 para la Liga Mundial, y que tenía que pelear el puesto, eso era todo; lo que vino fue sorprendente. Todavía no caigo, es increíble para mí estar en la selección mayor, haber jugado y ganar una medalla dorada. Fueron todas emociones fuertes.
Palacios es el mayor de un trío de hermanos que se completa con Alexander e Iliana, los menores, además de Raúl, el padre que hace de todo, y Miriam, su madre, docente primaria. En la infancia, el primer deporte era el fútbol. "Era arquero. En el interior no hay muchos canales, y lo único que llegaba eran los partidos de fútbol. Cuando tenía 12 años me llamó un amigo que estaba en la novena y vine a hacer una prueba en Argentinos Juniors. Estuve una semana, con otros 700 chicos y jugaba todos los días, siempre con el miedo de no poder quedar, hasta que quedamos unos pocos. Llegó el final de la prueba, me dieron las gracias por ir y me dijeron que me iban a volver a llamar, pero ya sabía que no la había pasado. ¿Me había entusiasmado? creo que me defendía bien en el arco, aunque no se dio. Volví a Formosa y era un bajón. Al año siguiente mi papá me dijo que había otra prueba, que habían venido a buscar jugadores, y le dije que no, que no quería saber más nada con el fútbol y que quería jugar al voleibol, que lo habíamos empezado a practicar en Educación Física en el colegio, y me gustó. A veces miraba lo que entonces era ATC (hoy Canal 7) y enganchaba los partidos de Bolívar y Belgrano, y lo empecé a seguir. A los 15 me fui a la capital de Formosa de vacaciones, a la casa de mi abuela Lorenza; en esa época se jugó un Preolímpico, fui a verlo y me voló la cabeza. Me di cuenta de que yo quería eso, jugar con el estadio lleno, en la selección. Empecé en el club Instituto y le metí para adelante.
-¿Y tu familia cómo lo tomó?
-Es que empecé sin contarles nada. Le fui tomando el gustito, y me tenía que quedar a jugar. El entrenador (Héctor Paredes) me dijo que tenía futuro, pero cuando mis viejos me vinieron a buscar para volver a San Martín 2, les dije que no podía volver y ahí se armó la podrida, porque me dijeron que tenía que ir al colegio. El entrenador les dijo que yo tenía muchas chances de ser bueno en esto, pero igual no estaban muy convencidos. Decidimos probar tres meses, cambié de colegio, me quedé en lo de mi abuela y arranqué? y a los quince días me quería volver a casa. Lloraba desconsoladamente, extrañaba mucho, estaba solo, sin amigos; en el colegio era complicado. Fue difícil. Iba a ver a mis viejos los fines de semana que no jugaba? Un día le dije a mi papá que no quería volver a Formosa, y me dijo que no, que me tenía que ir a la capital a entrenarme, que tenía que ser responsable con lo que había elegido y casi como que me echó, me subió a un remís de regreso. Y ahí arrancó todo, porque entré enseguida en la selección provincial, pasé a La Unión de Formosa, y antes de los 18 me llamaron a la preselección de menores.
-¿Y ahora cómo sigue el sueño, te ilusionás con los Juegos Olímpicos?
-Es que yo trato de vivir el presente. El futuro ya vendrá. Eso es algo que aprendí hace mucho. Disfruto mucho el hoy porque nunca se sabe lo que puede pasar al día siguiente; si viene algo bueno, bien, y si no, estaré satisfecho porque entregué el máximo y no alcanzó, en ese sentido estoy tranquilo.
-¿Qué es lo que te pide Velasco?
-Más que nada, primero trabajamos mi actitud, porque yo era muy sobreexigente conmigo mismo y eso demoraba mi desarrollo, y creo que dio en la tecla. Mejoré mucho en poco tiempo? era algo más personal. Obviamente, hay cosas de juego, de ataque, que es mi tarea. Trabajar con Julio es muy fuerte. Que el creador del voleibol moderno esté dándote indicaciones es fuertísimo, yo trato de estar atento a todo, escuchar todo, mirar todo. Le gusta trabajar y la verdad es que no se le escapa nada, y eso es bueno para que crezca un jugador.
-¿Cuál es tu punto fuerte y qué cosas tenés que mejorar?
-Lo mejor fue destrabar ese chip que tenía conmigo mismo, eso fue vital para desarrollarme y que luego Julio me llame a la selección mayor, y después hay cosas técnicas. Antes me recriminaba demasiado, me costaba convivir con el error. Todavía a veces me salta la chaveta, pero ahora lo estoy manejando mejor.
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