La satisfacción se mezcla con cierta necesidad de revancha en la voz de la joven Verónica Ravenna, de 20 años, luego de su estreno olímpico los Juegos de PyeongChang 2018. La porteña, que desde los seis años vive en la ciudad canadiense de Whistler, tiene una historia de coincidencias que la llevaron a transformarse en la cuarta atleta de luge que representa al país en unos Juegos Olímpicos de Invierno.
Luego de completar su tercera pasada y finalizar 24° en una competencia tuvo como ganadora a la alemana Natalie Geisenberger, la argentina cena con su papá Jorge, manager del equipo equipo y entrenador personal de Verónica, cuando recibe el llamado de LA NACION.
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"Estoy muy contenta y orgullosa por haber competido en estos Juegos. Fue un sueño hecho realidad, aunque en las tres pasadas no tuve la mejor partida y me quedé con una sensación de aspirar a una revancha en un futuro", señala desde Corea del Sur la única latinoamericana que participó en el luge olímpico femenino en PyeongChang.
Aunque no le gusta el mate, Verónica fue criada a la distancia con fuertes raíces argentinas. El español es el idioma oficial en la casa de los Ravenna en Canadá; ella, su papá -Jorge-, su mamá -Amaya- y su hermano -Agustín- cenan siempre alrededor de las 21, en una ciudad donde habitualmente se come apenas pasadas las 18.
Con su perro "Malbec", en honor a los vinos argentinos, y en un español muy bueno, @iloveluge -como se apoda en Twitter- recorre todo lo que sucedió desde la mudanza de la Argentina en 2004 hasta esta participación olímpica en PyeongChang.
"Yo soy exportador de pisos y luego de la crisis del 2001 con mi mujer decidimos que queríamos darle otra experiencia de vida a nuestros hijos. Soy un ferviente admirador de la cultura canadiense y por eso nos inclinamos por buscar un lugar allí", comenta Jorge.
"Como buen porteño quería una ciudad y por eso elegí Vancouver. Pero cuando fui solo a conocer y buscar una casa recorrí una hora y media hasta Whistler y me enamoré. Como fanático del esquí llamé a mi mujer y le dije que había encontrado el lugar: una ciudad de poco más de diez mil habitantes", completa el papá de la flamante competidora olímpica.
Esta pequeña ciudad fue subsede de los Juegos de Vancouver 2010; allí se construyó la pista de trineos -una de las quince que hay en el mundo-, algo que resultó decisivo en la vida de Verónica.
Luego de los Juegos, en 2011 la chica visitó el tobogán en una visita escolar y probó por primera vez el luge, un deporte que lo enamoró y que generó que a la vuelta les dijera a sus padres que quería entrenarse allí. Apenas a 900 metros de su casa contaba con una infraestructura que cuesta cerca de 150 millones de dólares y que demanda cerca de 3,5 millones de dólares de manutención por año con cuatro meses de utilización real.
"Primero comenzó a ir a 90 kilómetros por hora, a los pocos meses a 100 y cuando ni me había dado cuenta llegó a los 120. Tiene mucha constancia y le gusta de verdad, así que toda la familia la apoyó en este proceso", recuerda el papá.
Le dedico esta participación a toda mi familia: mis papás y mi hermano que están acá conmigo y a mis abuelas, que espero que me hayan podido ver por televisión
Luego de tres años de preparación, en septiembre de 2014 realizó las pruebas para ingresar al equipo canadiense de luge. Pero en una de las bajadas se rompió la clavícula e inmediatamente inició la recuperación con un aparato de rehabilitación que Jorge compró en los Estados Unidos.
A contrarreloj logró el apto médico para poder competir en la Copa del Mundo que se disputaba en su ciudad, pero el seleccionador canadiense en ese momento optó por "no arriesgar" y la dejó fuera del equipo.
Fue ahí cuando entró en escena el presidente de la Asociación Argentina de Bobsleigh, Skeleton y Luge, Christian Atance, que llamó a Verónica y su padre para invitarlas a representar a la Argentina. "La veníamos siguiendo desde hacía un tiempo y cuando no la vi competir en Whistler, llamé al papá y ante esa situación le ofrecí representar a la Argentina. Ante su sí en siete días gestioné todo y desde entonces es una de las grandes esperanzas de nuestro deporte", cuenta Atance.
"Fue todo muy rápido porque lo llamaron a mi papá y a los quince días estábamos viajando a Noruega para formar parte del FIL Group (un equipo que organiza la Federación Internacional con representantes de países que no son potencia en el luge) y representar a la Argentina", recuerda Verónica, que dos años después de aquella formó parte de la delegación nacional en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Lillehammer 2016, donde obtuvo un diploma al terminar séptima en el single femenino.
#Luge La Segunda bajada de Verónica Ravenna. #PyeongChang2018pic.twitter.com/iQCiWcyaw4&— Argentina Bajo Cero (@argentina_cero) 13 de febrero de 2018
Con esa experiencia, los Ravenna decidieron apostar todo para llegar a tener la misma experiencia pero en los Juegos de mayores dos años después en PyeongChang, en el gran sueño de Verónica. El esfuerzo no fue suficiente y a tres semanas de la cita, la joven de 20 años había quedado 39° en una clasificación que le daba plaza olímpica a las treinta mejores del mundo.
"Entre quedarme en Whistler mirando la competencia por televisión y viajar a la Argentina, decidimos con la familia que lo mejor era optar por esta segunda opción y visitar a mi abuela de 93 años, luego de mi participación en el Mundial Junior", recuerda Verónica. Pero hubo un factor que cambió los planes de vuelo: por la resignación de cupos tuvo que cambiar los pasajes y viajar a PyeongChang para cumplir con el anhelo de ser olímpica.
Luego de este nuevo guiño, Verónica desembarcó en PyeongChang, se emocionó con el desfile en la ceremonia inaugural y luego participó en su prueba: finalizó 24° en la especialidad e igualó la mejor actuación argentina en este deporte, que había logrado Michelle Despain-Hoegger en Torino 2006
"Le dedico esta participación a toda mi familia: mis papás y mi hermano que están acá conmigo y a mis abuelas, que espero que me hayan podido ver por televisión. Si bien por mis entrenamientos y competencias solo puedo ir una vez por año a la Argentina, espero poder contarles la próxima vez lo que fue esta semana: algo único, un sueño", finaliza Verónica su relato, ese mismo que ya la ilusiona con tener revancha dentro de cuatro años: ya mira de reojo Pekín 2022.
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