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Tanta paciencia como en el mar: Facundo Olezza fue el primero en clasificarse para Tokio 2020 y la espera lo consume
De hablar pausado, piensa cada una de las respuestas, las siente. Metódico, vivaz, pasional. Facundo Olezza, regatista argentino de clase Finn, ni en sus sueños más oscuros imaginó un año casi sin competencias, de encierro e incertidumbre. Pero sucedió y, lejos de dejarse golpear por este cimbronazo, lo usó a su favor. Utilizó las variables que sí podía controlar y les sacó provecho. Desde Valencia, donde reside hace cinco años, describe su presente, pinta su imagen con los recursos que tiene y se adapta.
La última noticia que llegó desde tierras europeas sobre su actualidad fue su baja del último campeonato del año por falta de recursos económicos. Por lo que su conquista en el Open Semana Abanca, en La Coruña, en octubre pasado, se convirtió en su última competencia de 2020. En diciembre se realizó la Semana Olímpica de Canarias, en Las Palmas, pero su situación económica y los tiempos burocráticos de aprobación de presupuesto por parte del Enard llevaron a que el argentino desistiera de competir.
"La planificación de todos los años de competencia por un tema de organización del presupuesto en el Enard se hace un año antes de las pruebas. Cada deportista eleva su plan anual a través de su federación para la aprobación. El 2020 fue raro. Todas las competencias que teníamos aprobadas se movieron, incluyendo Tokio. Pudimos empezar a competir recién a mitad de año y hubo que reorganizarse. Pude competir en dos torneos importantes (Semana de Kein y el Campeonato Europeo) y luego hubo mucha incertidumbre y falta de confirmación con todos los torneos faltantes", explica Olezza.
"Por eso, cuando se confirma el último torneo del año en Las Palmas –agrega–, por un tema de tiempos y de programación dentro del Enard, no se llegó a aprobar en el presupuesto. Sumado a que muchas veces trabajamos por reintegro. Pero mi situación económica llegó a niveles muy bajos, mi falta de ingreso se notó y no me alcanzó ni para pagar en el momento para que después me devolvieran el importe. No estoy desesperado, sé que de alguna forma voy a salir adelante, pero no es una situación muy agradable". Olezza, además de recibir la beca del Enard, trabaja como instructor de vela y dicta clínicas especializadas, pero el año último toda esta actividad se vio afectada por la pandemia de coronavirus.
Olezza, de 25 años, tuvo tres competencias con muy buenos resultados. En septiembre fue séptimo en el Campeonato Europeo, en Gdynia, Polonia, y, una semana más tarde, conquistó la medalla de plata en la Semana de Kiel, en Alemania y el Open español. Se ilusionaba con el torneo de Las Palmas, ya que no hay confirmación, ni claridad acerca de nuevas competencias a la vista. Sólo los Juegos Olímpicos de Tokio hasta ahora están asegurados –según los planes originales, claro–. El resto es potencial.
"Hay un dicho que dice que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos y se sintió así la vuelta a la competencia. No me había dado cuenta de cuánto me gustaba competir y cuánto lo necesitaba hasta que no lo pude hacer. Volver a los torneos fue una sensación hermosa. La adrenalina de poder estar, los minutos previos, los preparativos, el viaje, los detalles, estar pendiente de no olvidarte nada, la competencia en sí... Todo eso es lo que más había extrañado. Había perdido mucho el ritmo, mi última prueba había sido en octubre de 2019. Fue mucho tiempo y se nota", señala sobre su regreso. "Se vio qué deportistas habían sido capaces de aprovechar la cuarentena y usarla para mejorar y quiénes fueron incapaces".
Su llegada al yachting estaba destinada. Cuando era un bebé, su padre, junto con unos amigos, le construyó un moisés en forma de barco. Luego, no tardaría en llegar su primera aproximación al Optimist, a los ocho años, para nunca más soltarlo. Primero en clase 49er y, finalmente, en Finn. Horas de regatas y solitarias excursiones fueron construyendo dentro del atleta, nacido en San Fernando y surgido en el Club Veleros Barlovento, ese hambre por ganar.
"Ir al mar todos los días y encontrarme en el medio de la naturaleza me da un nivel de conciencia muy grande. Siempre se dice que hay que tenerle respeto al mar y, realmente, cuando uno está solo lo dimensiona. Creo que en ese lugar entiendo la insignificancia de los problemas. Ahí me conecto con la naturaleza. La vela es totalmente dependiente de ella, de los factores climáticos, del viento, las mareas, las nubes, y esa conexión me transporta. Cuando me entreno, me pierdo; me voy a otro lugar y esa sensación todos los días es increíble. Es lo que más me gusta, y por eso la elegí y la sigo eligiendo", describe.
Sus consagraciones no tardaron en llegar y los Juegos Olímpicos, tampoco. Río 2016 fue su debut. Allí logró el noveno puesto. Si bien alcanzó la plaza por cupo sudamericano, fue una experiencia valiosa de la cual aprendió y sacó provecho para todo lo que vino después: el tercer puesto en el Mundial Sub 23, en 2016; campeón de la Olympic Week, de Valencia, y en la Copa del Mundo, en Hungría, en 2017, cuando alcanzó el primer puesto juvenil y fue octavo en la general.
Preparación durante la pandemia
Hoy mira la cita de Tokio con madurez y optimismo. Quiere ganar. Su crecimiento le permite soñar con eso. La espera se hace larga, ya que Olezza tiene asegurada su participación desde 2018; fue el primer argentino en conseguir su boleto al clasificarse a la Medal Race en el Campeonato Mundial de Aarhus, en Dinamarca, en agosto de 2018, en el que fue quinto en la regata final y terminó séptimo en el torneo.
"Tokio estaba tan cerca y, de repente, se fue. Sigue estando en mi cabeza todo el tiempo. Es algo que no puedo controlar. Creo que le debe pasar a cualquier persona que hace algo que le apasiona y tiene un objetivo: inconscientemente, lo tenés presente todo el tiempo. Como me dedico a esto que me encanta y mi sueño es ser campeón olímpico, tengo mi objetivo constantemente en la cabeza. Si soy sincero, el aplazamiento de un año me dio más fortaleza porque cada vez que me entreno busco la excelencia. Siempre se puede mejorar. Entonces, cuanto más lejos esté el objetivo, más cerca voy a estar yo de estar lo mejor posible", señala, entusiasmado.
–¿En qué cambió el Facundo Olezza que debutó en Río 2016 respecto al que apunta a Tokio?
–Como persona soy el mismo, pero a nivel psicológico creo que hubo un cambio muy grande. En Río 2016 tenía 20 años y llevaba uno en el alto rendimiento. Casi que me llevó por delante, me lo encontré. No había tenido ninguna participación importante en un torneo internacional. Lo viví de forma muy inconsciente. Era un nene en Disney. No tenía presión y fui a aprender, sabiendo que esto era a lo que me quería dedicar. Tokio es muy diferente. Tengo experiencia en la categoría, muchos campeonatos grandes, y los objetivos son diferentes. Se vive de diferente manera. La presión es muy distinta. En Tokio quiero rendir, hacer lo mejor posible y quiero llegar en mi pico de rendimiento. Quiero que todo salga perfecto.
–¿Cómo te adaptaste a los meses de encierro? ¿En qué mejoraste?
–Fue como un balde de agua fría. Cuando en marzo decretaron la cuarentena fue un momento de incertidumbre muy grande. Nosotros, por suerte, estábamos en un centro de entrenamiento en Cádiz y nos quedamos ahí. Me lo tomé como una oportunidad para trabajar la parte física de otra forma. Realmente salí de la cuarentena muy fuerte, me sirvió para sumar confianza en mi cuerpo; sumé horas en bici y remo. Si bien fue un momento difícil porque todo el calendario se vio aplazado, lo pude tomar de manera positiva. En los momentos difíciles, la cabeza es cuando más fría tiene que estar. Fue una prueba muy dura. Con la incertidumbre empiezan a aparecer todos los fantasmas, cuando no sabés qué va a pasar, qué hacer, se empieza a cancelar todo y nadie sabe. Cuando no aparecen las respuestas se pone feo. Pero creo que tengo un trabajo psicológico con mi analista que me permite usar esta incertidumbre para enfocarme en lo único que podía hacer en ese momento, que era entrenarme.
–En el mar hay factores que no se pueden controlar. ¿Cómo te llevas con la improvisación?
–Hay que ser muy creativo. Tenés que estar muy despierto. Muchas veces la naturaleza puede ser previsible, aunque no lo parezca. El viento tiene sus patrones, las nubes tienen información..., pero muchas veces hay cosas que van pasando en el momento y son imposibles de leer. Y, al final, los torneos los gana el que comete menos errores en esos momentos de improvisación.
–¿Y con la frustración?
–Mal, como cualquier persona (risas). Para mí, la frustración es sinónimo de deporte. Porque yo lo vivo así, soy muy competitivo y disfruto mucho cuando me va bien, pero cuando me va mal sufro muchísimo. Pero bueno, también tuve la suerte de estar hecho de una forma en la que, por más que sufra y haya sido el peor, soy capaz de siempre salir adelante. Ante la adversidad siempre pude sacar pecho. El deporte es un ámbito que no permite engañarse: el resultado es o no es, no hay un gris. Cuando no está el resultado, significa que no estás haciendo bien tu trabajo y punto. Entonces, ante tal nivel de realidad, la frustración es inevitable.
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