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Santiago Lange y Cecilia Carranza. Fueron equipo y campeones olímpicos: por qué se separaron y cómo visualizan su futuro
Ganaron la medalla dorada en Río 2016 y finalizaron en el 7° lugar en Tokio; lo que piensan de su actuación, las razones de su decisión y lo que les dejó su relación de equipo
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La decisión estaba tomada. El año de postergación por la pandemia profundizó las charlas durante los días y meses en los que se extendieron la preparación y la convivencia. Íntimamente sabían que se avecinaba el final del equipo, pero nada saldría a la luz hasta después de Tokio 2020.
–Cecilia, ¿algo podría haber cambiado la determinación o era un tema consumado independientemente del resultado en Tokio?
–No sé Santi qué pensaba, no lo hablamos desde esa óptica, pero para mí era el final más allá del resultado.
Siete años duró el equipo glorioso del yachting argentino. Que pasó por alegrías, por tristezas, por angustias. Un año después de de unirse con Cecilia Carranza Saroli para competir en la novel clase mixta Nacra 17, Santiago Lange se anotició de que padecía cáncer de pulmón. Una batalla que dieron juntos. “Escalando el Everest”, como lo graficó el legendario regatista y respetadísimo arquitecto naval. Juntos, también, abrazados en Río y con las medallas doradas en el pecho, vieron izar la bandera argentina, llorando. Juntos volvieron a llorar entrando en la ceremonia de apertura de Tokio 2020 como abanderados de la delegación argentina, un orgullo para pocos. Experiencias inolvidables que quedarán marcadas para siempre en sus vidas.
Ya de regreso en la Argentina, disfrutan de un descanso que no tenían desde hace rato. Porque cuando estaban en la recta final para el inicial Tokio 2020, llegó la pandemia y luego la postergación. Y decidieron no aflojar, prolongar un año la preparación, con el desgaste mental que ello implica. Hoy, meditan su futuro. Cada uno por su lado. Con sus percepciones de lo que fue la experiencia final: 7° puesto, victoria en la Medal Race cuando ya no tenían chances de podio, la autocrítica, el impacto de la lesión de espalda de Carranza Saroli. Tiempo de reflexiones y de miradas introspectivas.
“Quedamos tristes por no cumplir el objetivo. Vivimos muchas emociones. Por un lado estamos tranquilos porque lo hicimos todo. Tuvimos un buen plan, pero nuestro deseo era una medalla y no lo pudimos lograr. Eso duele. La separación del equipo ya lo teníamos hablado muy en profundidad, lo sentíamos así. Y cuando se terminan los Juegos Olímpicos se abren posibilidades, es tiempo de reflexionar, de saber dónde estás, las opciones que tenés y saber lo que vas a hacer”, comenta Lange, de 59 años.
–Imagino, Santiago, que fue una charla emotiva entre ustedes la que confirmó el final del equipo.
–Son emociones encontradas. Éramos los dos conscientes de que se trataba de un paso que teníamos que dar, con un ciclo que llegó a su fin. Los finales son algo a lo que te tenés que acostumbrar. Tiene mucho de mirar para atrás. Y ahí te das cuenta de que hicimos un camino increíble juntos y está buenísimo. Hicimos algo espectacular.
¿Qué le pasó a Cecilia, cómo lo procesó? “Que las dos partes hayamos estado de acuerdo facilitó las cosas. Obvio que es muy conmovedor terminar un proyecto de tantos años, que nos ha hecho vivir tantos lindos momentos y compartir otros complejos y difíciles, siempre agarrados de la mano. Fue un proyecto que forjó una amistad inquebrantable. Fueron años increíbles juntos”.
Ahora bien, antes de Tokio 2020, Lange admitió que fantaseaban con la posibilidad de otro podio, que lo habían visualizado. Sabían que la preparación diferente respecto de la de Río 2016, donde llegaron y se instalaron en una casa y practicaron en la pista desde nueve meses antes, los iba a condicionar. Sólo accederían al lugar a ocho días de la competencia y tuvieron que preparar la embarcación en Sicilia. El 7° puesto final estuvo lejos de conformar, a pesar de que durante la primera mitad de competencia se mantenían expectantes. ¿Qué pasó?
“Siempre supimos que tener sólo 8 días para poner a punto el barco era un punto débil para nosotros. Que no era lo mismo alistarlo en Italia. Y lo fue. Pero eso no quita que llegamos a Japón habiendo trabajado para que todo fuese diferente. Por una cuestión de velocidad, no eran los Juegos para que pudiéramos ganar el oro. La plateada no sé. Pero seguro podíamos pelear una medalla. No quedamos tan lejos del bronce. Perdimos muchos puntos, cometimos errores. Es numérica la cosa. Y en el medio afrontamos la lesión de Ceci, que fue otro factor. El deporte tiene estos imponderables”, apunta Lange sobre un momento importante, en el tercer y cuarto día de regatas. Allí donde terminaron resignando sus posibilidades de podio.
Una mirada más autocrítica tiene Carranza, de 34 años. “Es un deporte muy complejo. A pesar de lo que comentó Santi, con lo que coincido plenamente, igual con las herramientas que teníamos podríamos haber logrado una medalla si hacíamos otras cosas bien, que tampoco nos salieron bien. Teníamos el nivel para lograr una medalla y no supimos ejecutar bien durante la semana, no supimos cambiar lo que teníamos que cambiar, o darnos cuenta de qué teníamos que cambiar para ir mejorando. Sin ponerlo como excusa, tampoco avanzamos el día que me lesioné. No fue esa la causa, pero también es algo que sumó. El deportista sabe con qué chances llega a un evento. Nuestros rivales, los que ganaron medallas, no sé si son siempre superiores a nosotros, pero en esa semana lo fueron. Ellos hicieron las cosas bien. Nosotros tenemos que revisar los detalles por los que no logramos el objetivo. Y aprender para el futuro”.
–¿La lesión cómo fue exactamente?
–Por mi actividad, tengo una hernia, un pinzamiento. Cada año y medio de repente me quedo dura de la espalda, por lo general en momentos de mucha carga deportiva, donde también estamos haciendo entrenamiento físico. Acá estábamos en un momento de competición, donde la carga ya no es tan alta, si bien los dos primeros días fueron muy duros en términos físicos. Sorprendió, como que no lo vimos venir. Según el doctor Lentini y la doctora Karina, del Comité Olímpico Argentino, que me vieron esa noche, hubo una pequeña protrusión en las vértebras que por suerte no llegó a tocar los nervios. No hubo irradiación. Pero las protrusiones te bloquean toda la zona muscular. Como me vieron los médicos a la noche parecía que al día siguiente iba a ser muy difícil. Y a pesar de haberme levantado sin poder ponerme derecha de pie, fui competitiva. Con las herramientas que nos dieron: me aprobaron una inyección de corticoides intramuscular, más medicina por boca, el trabajo que hicimos con el kinesiólogo, más mi cabeza y mi deseo... Así logramos navegar. No lo suficientemente bien como para que nos dejara con posibilidades de medalla.
Meditando el futuro
El futuro los tendrá por caminos separados. Incluso, habrá que ver si los tiene a ambos en competencia. Lange, próximo a cumpir 60 años, le dijo a LA NACION antes de Tokio 2020, pensando en la posibilidad de sus 8vos Juegos Olímpicos, que quizás era el momento de despegar de su gran pasión y abocarse más a la vida familiar, a su nieto Silvestre, y a los asados con los amigos, cosas de las que se tuvo que privar por su alto grado de exigencia a la hora de competir.
–¿Cuánto tiempo creés que te vas a tomar para decidir si seguís o no, Santiago?
–No tengo una decisión tomada. Los tiempos... Me tengo que sentar con el calendario, saber cuándo son las clasificatorias para los Juegos. Los tiempos no los voy a decidir yo, los tiempos los da el calendario, tener un plan de acá a los Juegos. Sin eso no podés armar un plan.
–Por lo que decís, tu cabeza apunta más a París que a comer asados con la familia y los amigos...
–No, no (risas). Lo que digo que para tomar una decisión, tengo que tener un proyecto. Van las dos cosas unidas. Para tomar una decisión también tengo que comer un asado con la familia. Va todo junto. Hay que ver lo que siento cuando me junte con ellos, en este lapso de descanso. Venimos de casi dos años superintensivos. Tengo que descansar, hacer las cosas que no pude antes, es un período de reflexión natural. La vida de una persona va cambiando. Lo que quiero hacer hoy es diferente a lo que quería hacer cuatro, cinco años atrás. Antes estaba convencido de que quería seguir en el alto rendimiento y hoy tengo que repensar mucho de lo que quiero hacer con mi vida personal. Disfruto estar en mi casa, tranquilo, con la familia, mis amigos. Estar en el río a veces. Jugar con Silvestre. Hacer otras cosas.
–¿Y vos Ceci, qué va a ser de tu futuro?
–No lo tengo claro. Cuando me di cuenta de que no íbamos a tener posibilidades de medalla empecé a sentir el deseo, un fuego interno muy grande, empecé a imaginarme los próximos Juegos. Es lo que siento en este momento. Pero no son momentos para tomar decisiones. Es momento para descansar, es momento para encontrarme con mi novia (Micaela Pierani Méndez). A cada uno que le cuento el tiempo que estuve lejos de ella... ¡no lo pueden creer! Todo el tiempo que me fui y dejé todo. Y ver qué pasa con todo esto que siento ahora. Las emociones y sensaciones que te da el deporte son únicas. Son muy fuertes. Faltan tres años para París 2024. Es mucho pero no es mucho. Encontrar un proyecto nuevo lleva su tiempo. En cualquier proyecto que me meta, quiero que sea para llegar con posibilidades de medalla.
–Se fueron sin medalla, pero nadie duda de cómo se prepararon y todo lo que dejaron para volver a un podio.
–Estamos tranquilos, todo el equipo, por lo que hicimos. De la manera que nos preparamos, lo que dejamos, para llegar bien preparados a Tokio. Nos quedó bronca, tristeza, pero también tranquilidad. Casi que nos da lástima y ganas de pedir perdón por no haber podido traer esa alegría. Y a la vez, agradecer porque el cariño de la gente es muy grande. Permite que estos momentos del deporte, que son normales, pasen más fácil.
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