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Río 2016. A fondo con Yago Lange, el hijo de Santiago, que ya sueña con Tokio 2020
Retrata la intimidad de su padre, el 20º medallista de oro del olimpismo argentino: "Te marca cómo deben ser las cosas"
RÍO DE JANEIRO.- Yago, Klaus, Nicolás y Juan Pablo nadan. Brazada a brazada tragándose ese agua tan poco recomendable de la Bahía de Guanabara. Brazada a brazada hasta llegar a Santiago y Cecilia, que esperan en un catamarán que es ya de oro. Yago Lange y Klaus Lange suben al barco, se abrazan con papá, uno de los medallistas olímpicos más increíbles que haya producido Río 2016, y no hay euforia, ni lágrimas ni festejos en ese primer instante. Sólo una pregunta: "¿Entraron en la medal race?".
Yago Lange, que junto a su hermano Klaus disputará en efecto mañana la carrera por las medallas del 49er, no lo podía creer. "El viejo vino acá con ganas de vernos progresar a nosotros y se lleva el oro que corona su trayectoria. Después del cáncer y varias cosas que han pasado es alucinante que lo consiga", dijo a LA NACION un minuto después de fundirse en un abrazo con su padre que, de tan apretado y emotivo, de tan fuerte que ambos cerraron los ojos, dijo todo sin decir nada.
Yago tiene tanto orgullo que le cuesta hablar. "La medalla no importa, ya antes de que la ganara no importaba esta Olimpiada, siempre lo admiré. Lo que sufrimos de chicos, hoy que todo parece felicidad. Lo que nos pudo enseñar con toda su trayectoria, ahora que estamos más plantados... no hay palabras. Es imposible planear esto, es mejor que una película, tiene todo".
La vida de Santiago Lange, vigésimo medallista de oro en la historia olímpica argentina, es, en efecto, de película. Obsesivo y planificador como pocos, la náutica es su vida. Cuando fue necesario, porque no había otra alternativa, durmió en un barco amarrado en el Club Náutico San Isidro. Hoy, ya más sólido en lo económico y reconocido unanimemente, disfruta. "Tengo amigos de Inglaterra que me dicen que es la primera vez que hinchan por Argentina", se emociona Yago. "El viejo se lo merece todo".
El "viejo" es el mayor experto en vientos entre los cientos de competidores en la Marina de Gloria. "Puede captar de inmediato la más mínima variación y anticiparse, ése es uno de sus secretos", dice admirado un miembro del equipo italiano, pese a que la ansiedad y los nervios hicieran equivocarse ayer a Lange. El otro secreto es que se instaló seis meses antes en Río de Janeiro para conocer como nadie la cancha en la que buscaría ese oro que dos veces había sido bronce.
Y dentro de ese secreto, otro: se instaló seis meses antes porque es un obsesivo y un minucioso, sí, pero también porque su operación de cáncer de pulmón convierte en delicados para él los viajes en avión. Lo agotan, lo dejan mal, desgastado. No podía encarar la gira de la Copa del Mundo previa a Río 2016. Entonces, se hizo carioca.
Yago tiene una imagen contundente para explicar lo que significa ser dirigido por Santiago Lange: "Somos como unos pibitos de Banfield que los entrenan los del Barcelona. Es así". Y tiene admiración por Cecilia Carranza, la otra parte de la dupla que se colgó el oro. "La pusieron a laburar muy, muy duro, porque el viejo es como te quema el coco. Es durísimo, nos quemaba a nosotros en la vida, pero en el buen sentido. Te marca cómo tienen que ser las cosas, no podés evitar hacer las cosas bien. A Ceci le tocó entrenar muchísimo, porque el viejo venía entrenando con Camau (Espínola), eran los que más entrenaban. Y para una mujer el ritmo es distinto, se la bancó como una genia".
Yago, Klaus, Nicolás y Juan Pablo nadaban. ¿Pero quiénes son Nicolás y Juan Pablo, esos dos desconocidos que aparecieron en una foto netamente familiar? Dos fanáticos de la náutica, dos candidatos a quemarse y quemar la cabeza como el patriarca Lange. Nicolás Schwindt es de Junín de los Andes, entrenador de laser en el Náutico San Isidro. Junto con amigos recicló un autobus al que bautizaron "Jamesbondi". Manejaron desde Buenos Aires hasta la ciudad olímpica. Poco después de llegar le robaron dinero y tarjetas. Juan Pablo Bisio, rosarino, es muy amigo de Carranza, navega en láser y es el inminente sucesor de Julio Alsogaray. No extraña que los dos se arrojaran al agua ayer.
Brazada a brazada en las aguas turbias de la bahía se acercaban a un hombre que hizo algo que no es normal. "Es que parece que podés venir acá con 55 años y competir, y la verdad que no es así", enfatiza Yago. "Sus rivales tienen 30 años y él es el más viejo acá de todos. Es como ver a Kelly Slater surfear con flacos de 20".
Y para el "viejo" hay dos planes claros en el futuro. El primero no sorprende: esto no fue la despedida, habrá más Juegos para un hombre que debutó en Seúl 88. Yago sueña: "Ya habíamos hablado hace días y tiene ganas de ir. Se merece todo, si quiere ir a Tokio lo vamos a bancar y nosotros también queremos ir a Tokio".
El otro es más discreto, pero probablemente más profundo. Como ingeniero naval que es, Santiago Lange no intuye por qué un barco va más rápido que otro. No, no lo intuye: lo sabe. También por eso Yago dice lo que su padre aún no dice con todas las letras. Cree que él es el hombre, el único que puede potenciar la náutica en un país que, razonablemente, lo ve como un deporte elitista: "Quiero que el viejo pueda liderar todo lo que se viene en cuanto al yachting. Es como que Manu Ginobili se encargue del basquet de Argentina. Sabés que va a funcionar. Quiero que llegue eso y va a ser genial".
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