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Vasco Olarticoechea: “El himno te potencia de una manera extraordinaria, o te tira para atrás y te arruina”
“A este grupo de la selección no le quema la pelota”, destaca el exdefensor; cómo llegará Messi con 35 años a Qatar y Grondona... ¿fue el número 1?
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Se escucha de fondo el golpeteo de la cuchilla contra la tabla. El Vasco Olarticoechea está cocinando en su casa de Saladillo. ‘Pollo al paquete’, con su hojaldre, cebolla, morrones y papa. Se entretiene, se divierte. Un café con los amigos cada mañana y después se ocupa de las compras para su hija Johana, la repostera de la familia. Por la tarde, el campeón del mundo se encarga del delivery: el vecino más famoso golpe a tu puerta y llega con una torta. Hasta la pandemia, el Vasco viajaba por todo el país dictando clínicas de fútbol. Ya no. Ahora es usual cruzárselo por las calles de Saladillo. Hay una relación especial con su gente.
Si en el acceso a la ciudad de Guaminí hay una estatua de un pejerrey y la tortuga Manuelita está en la entrada de Pehuajó, don Quijote da la bienvenida a Azul. Peras y manzanas decoran el ingreso a Chimpay, en Río Negro. Una cebolla gigante hay en Ascasubi, provincia de Buenos Aire, y un caballo en Bragado. Una réplica a escala real del titanosaurio, el hervíboro más grande del mundo, recibe a los visitantes de Trelew. En la rotonda de la ruta 205 y la Avenida Moreno, una de las puertas a Saladillo, una escultura metálica de 6,10 metros habla de él. Una camiseta gigante a bastones celestes y blanco, con la 16. Él. También una calle lleva su nombre, la filial de Racing, el libro “El Vasco de Saladillo” y la zapatería familiar sobre la avenida Belgrano…
“Yo no me doy cuenta, todavía, de esa dimensión…, lo tomo como algo normal, cotidiano..., pero sé que no es normal. Cuando de casualidad paso por ahí, por el monumento, y sí, se me despierta algo…, lo miro y me parece increíble. Cuando me fui a los 15 años de mi ciudad…, qué me iba a imaginar todo lo que pasó. Cuando te reconocen en tu pueblo, y te quieren tanto, vale doble. Siempre voy a agradecer ese homenaje en vida, porque generalmente es cuando te vas y ahí escuchas a todos decir ‘uhh, que buen tipo que era...’ Siempre pienso: ‘por qué no se lo dijiste antes, ahora ya es tarde’. Crecerá Elenita y un día entenderá que eso es por el abuelo”, cuenta sin disimular la emoción. Elenita anda por los 15 meses, es la primera nieta del Vasco.
Ni Maradona ni Messi. El Vasco luce un récord increíble: está invicto en los mundiales, jugó 12 partidos y jamás perdió. Los siete de México y cinco de Italia, porque Carlos Bilardo no lo puso en el debut contra Camerún y se perdió la final con Alemania por la acumulación de amarillas. El fútbol tiene giros inexplicables y México ‘86 lo confirma. La defensa titular era Clausen, Passarella, Ruggeri y Garré. Nada de líbero y stopper. No figuran ni Brown, ni Cucciufo ni Enrique, ni Olarticoechea. Hubo una metamorfosis. “Pero el equipo se pudo transformar sobre la misma competencia porque estaba entrenado. Todo estaba trabajado. Y Carlos armaba el equipo, a veces, en función del rival. El jugador debe estar preparado para lo que le toque, dejando de lado los egos. La causa de la camiseta debe estar por encima de todo, y eso lo logramos en México”, advierte el Vasco.
-Justamente… ese plantel tenía muchos caciques.
-Sí. Y hubo un par de reuniones, hubo, hubo… Estábamos jugando tensos en los amistosos previos. Bilardo estaba nervioso y contagiaba ese nerviosismo, pero cuando llegamos a la concentración del América, él se tranquilizó. Tuvimos una charla entre los jugadores y nos dijimos ‘vamos a darle bola a Carlos, pero vamos a poner lo nuestro también…’ Nos estaba faltando confianza. Al técnico había que prestarle atención, pero también había que dar lo mejor para resolver adentro lo que el técnico desde afuera no podía hacer. Y ahí hubo un click también.
-Vos fuiste a Mundial como suplente de Batista, de 5. En los cuatro primeros partidos entraste por el Checho. Y contra Inglaterra aparecés de titular, pero como lateral volante…
-Si no le sacaban la segunda amarilla a Garré, contra Uruguay en los octavos de final, creo que Carlos nunca lo hubiese sacado a Oscar. Bilardo te decía que tenías que estar preparado para jugar lo que te tocase: ‘Yo te doy la camiseta y vos demostrame que sos de selección’, te decía. Y si sos bueno-bueno, lo vas a demostrar. Ahora, yo conozco a muchos buenos que cuando se ponían la camiseta no rendían ¿Por qué? Porque la presión los superaba. Si pasa de un equipo chico a un equipo grande, ¡imagínate en la selección! ¿Sabés cuál es la diferencia de un club a la selección? El himno. Te potencia de un modo extraordinario o, si tenés algún problemita, te tira atrás y te arruina. En esos tres minutos que dura el himno se te cruzan mil situaciones, y cómo las gestiones es clave.
-Vos jugaste en Racing, River y Boca. ¿La camiseta de la selección pesa más?
-Sí, nada pesa más que la camiseta de la selección. Y en un Mundial, ni que hablar. Hay un país detrás tuyo, hay cientos de periodistas..., eso es presión. Eso puede jugar en contra, por eso digo que para triunfar no solo hay que ser buen jugador, y yo creo que fui un 7 puntos, además hay que tener mucha fortaleza mental. Y yo la tuve.
-Hablás de fortaleza mental. Entre 2008 y 2016 trabajaste en el predio de la AFA y lo cruzaste muchas veces. ¿Quién es Messi?
-Cuando estaba Sabella en la selección, yo era el técnico de los sparrings, tenía la categoría ‘95, con el hijo del ‘Cholo’ Simeone, Angelito Correa... Entonces, cuando se entrenaba la mayor les daba una mano, pero manteniéndome a distancia. Igual, cada tanto cruzaba algunas palabras con Messi. Es un pibe recontra común…, a pesar de su tremenda fama. Mirá: vos para saber bien cómo es un jugador, tenés que hablar con los utileros. Si ellos te tiran buena onda, ponele la firma que no le erran. La gente que está adentro del predio de la AFA lo adora a Messi, y eso habla por él. Es diferente a Diego, mucho más introvertido, pero también es líder. Yo estoy orgulloso de que sea nuestro.
-¿Llegará bien a Qatar con 35 años?
-Messi ya no tiene la explosión de antes, pero piensa más y se ubica muy bien. Quizás toca menos pelotas que antes, pero sigue haciéndole mucho daño al rival. Eso sí: tiene que tener un equipo como el que lo respaldó en la Copa América de Brasil. Diego jugó cuatro mundiales siendo el número 1, y ganó uno. ¿Qué quiero decir? Podés ser el mejor, pero necesitás de un equipo, de un grupo en todo sentido, que esté a la altura. Los títulos los ganan los grupos, y en ese sentido a este grupo lo veo bien. Contagian alegría, y eso, me parece, le faltó a Messi en el último Mundial de Rusia. No estaba contento.
-Dudaste de Scaloni. ¿Te convenció?
-Yo dije que Scaloni era muy joven, dije que la selección necesitaba un técnico de mucha más espalda..., no lo niego, pero lo dije cuando todavía no había firmado el contrato, seamos justos, dudas tenían muchos. No es que me tapó la boca, pero estuvieron a la altura todos: él, su cuerpo técnico y los jugadores. Hay un lindo grupo, se ve que no le quema la pelota. Argentina está para pelearle a cualquiera, ahí, con esos tres o cuatro equipos de siempre. Nunca hay que decir que sos favorito, pero por dentro si tenés que sentir que para que te ganen te van a tener que matar. Y estos pibes tienen eso.
-¿Qué recuerdos tenés de Julio Grondona?
-Despertaba amores y odios, sí… Yo compartí mil vivencias con él, y de cerca, vi el respeto que le tenían todos. Y vi, también, su capacidad para resolver problemas..., algo que muchos dirigentes hoy no pueden hacer. Fue cuestionado, sí, pero como dirigente dejó una marca. Una vez que él no estuvo más, el predio de la AFA, por ejemplo, se desbarrancó. A mí me tocó vivir ese momento, de 2014 a 2016/2017 y fue un caos… Hasta que asumió ‘Chiqui’ [por Tapia], y la cosa se fue ordenando, a pesar de que a ‘Chiqui’ tampoco le sobraba mucho porque le pegaban de todos lados. Cuando fuimos a los Juegos de Río, el único que estuvo nuestro lado y nos bancó fue ‘Chiqui’, y no era el presidente de la AFA todavía. Y yo eso lo valoro, pero el número 1 fue Grondona. No hay dudas. Con sus errores, claro, que los tuvo.
-Te mandaron de apuro con un equipo diezmado a los Juegos de Río 2016, después no te renovaron el contrato y ya no trabajaste más en ningún lado...
-Se cumplió un ciclo, y bueno… Ya me había comido el garrón de ir con jugadores del ascenso a un torneo en la India, donde estaban esperado a los jugadores olímpicos. Se armó de apuro un equipo con pibes espectaculares del ascenso, y ahí estuve. Le puse el pecho. Y después de los Juegos presenté un proyecto, que era distribuir un scouting por el interior con referentes del ‘78 y del ‘86 a cargo por cada provincia, y me dijeron que estaba bueno..., pero no. Pulgar para abajo. Ya está, ya pasó, ya fue. Agradecido del tiempo que estuve. Le di todo lo que pude a la selección como jugador, y en ese momento también como entrenador, a pesar de que yo como técnico nunca tuve la pasión que me movilizó como jugador.
-¿Desde la AFA los escuchan, los ayudan a los campeones del ‘78 y del ‘86?
-En un momento se había armado una oficina para los campeones en el predio, ya con el ‘Chiqui’ como presidente. Pero después se encarajinó todo con el Mundial de Rusia, quedó todo tecleando en la AFA por temas económicos. Y ahí se paró todo. Pero una cosa positiva que quiero reconocer es que nos están pagando la obra social, que no es poca cosa, más allá de que uno siempre pretende más. Bueno, también a nosotros nos corresponde tirar ideas para luchar contra esa muletilla que aparece enseguida: ‘Están viejos, están desactualizados’ ¡Mentira! Modestamente, fuimos distintos porque fuimos campeones. Creo que siempre mereceremos ser escuchados.
-¿Qué te preocupa del fútbol de hoy?
-Lo que más me preocupa es la desaparición del potrero, y no tiene vuelta. Nosotros jugábamos todo el día, teníamos la calle; en cambio, hoy, los pibes juegan cuando van al club, una horita, horita y media. ¿Cuál es la diferencia? Yo me prendía con los más grandes, que te pegaban, y tenías que jugar en cualquier puesto y entre piedras y matas de yuyos. Todo eso te iba haciendo pícaro para saber por dónde tenías que ir, y por dónde no tenías que ir. Y eso te daba técnica, estábamos tres o cuatro horas por día con la pelota. Eso es irremplazable. Ahora no podés tener a un chico en la calle porque las calles son inseguras. Y además, porque los campitos desaparecieron.
-¿Los jugadores cambiaron mucho…?
-Me acuerdo…, en el año ‘75, en la pensión de Racing, estaba leyendo una entrevista que le habían hecho a Vilas. ¡Vilas, un N°1! Él contaba cómo se cuidaba y decía que tomaba yogur. Yo ni sabía lo que era el yogur, pero desde ahí empecé a tomar yogur porque lo tomaba Vilas. Por eso el valor y la responsabilidad de los ídolos: ellos dejan mensajes. Hay que tener mucho equilibrio para saber qué decir, en qué momento, dónde y con quién. Una palabra de un ídolo puede potenciar a millones de pibes, y una actitud puede ser nefasta. Que te vean borracho en un boliche y que después choques, cosas que han pasado…, y a la miércoles con todo. El deportista tiene que ser prudente, hay mucha gente mirándolo.
La única camiseta del ‘86... está en la zapatería
La filmadora la compró Néstor Clausen durante un paseo por un shopping del Distrito Federal. “Hoy seriamos tendencia en redes sociales o una revolución en Netflix. Pero entonces nació de una manera muy casual”, bromea y revela el Vasco. Los videos de la intimidad del seleccionado en México fueron un suceso, y Olarticoechea, su maestro de ceremonias. Después de 35 años, provocan la misma atracción.
Viaje a las entrañas de… ‘La Noche del Vasco’. “Clausen andaba grabando con Burruchaga, y así filmaron a las señoras que trabajaban en el predio cosiendo los escudos de la AFA en las camisetas azules que habían conseguido de apuro para jugar contra Inglaterra. Y en un momento se me ocurrió que teníamos que hacer reportajes. Nadie se animaba y yo me mandé. A la noche, después de la cena. Pumpido y Burruchaga eran los iluminadores y Clausen filmaba. Lo hicimos antes de la semifinal, con Bélgica y no llegamos a entrevistar a todos, cortamos pasada la medianoche porque al otro día jugábamos. Pero como ganamos…, antes de la final fuimos a hacer a los que faltaban. Y completamos a todos, pero cuando los quisimos pasar a otro sistema, no sé, se borraron. Y se perdieron las de Bilardo, la de Passarella, la del profe… yo los entrevisté a todos. La de Bilardo fue espectacular, le preguntaba en serio a él: por qué nos hacía hacer tantos doble turnos, por qué nos mostraba tantos videos… ¡Si estuviese esa nota! Con él fui un periodista serio. ¡Valdrían millones esas respuestas! Al margen, fue una pavada grande que quedó pintoresca”.
-¿Passarella la pasó mal en México?
-La pasó muy mal… estuvo internado, lo íbamos a ver, pero después volvió y estuvo siempre con nosotros. Se hablaron muchas boludeces… Que le dieron una pastilla a propósito… No, no, si Bilardo no lo quería, directamente no lo llevaba. Y Daniel era el titular, él iba a jugar. Y si Daniel hubiese estado enojado, después de la internación no volvía a la concentración, se iba y listo. Pero no. Si mirás los videos de la premiación, Daniel está ahí, con nosotros. Su técnico era Menotti, y con Bilardo tenía algunas diferencias, pero nada grave… Daniel era el titular. Apenas pudo, estuvo siempre en el día a día con nosotros y levantó la copa como se lo merecía. Un extraordinario jugador. Lo reemplazó el Tata, otro que se potenciaba con la camiseta de la selección y lo llevamos siempre en el corazón.
Casi no conserva recuerdos de México. Regaló casi todo, donó dos camisetas con fines benéficos en Saladillo y en una mudanza, después de Italia ‘90, “desaparecieron” varias cosas... “Solo conservo una camiseta del partido contra Bulgaria, que está a la vista en la zapatería. Nada más”, cuenta el Vasco, que también fue el Mundial ‘82. Llevó la camiseta 13 y compartió la habitación con Ramón Díaz. “Si en ese Mundial entraba, la rompía, estaba muy bien, muy bien. Bertoni siempre dice que nunca me pudo pasar en los entrenamientos. Fui como el suplente de Olguín, de 4, y casi entro contra El Salvador, porque Olguín tuvo un corte sobre la ceja, sangraba mucho y César me mandó a hacer la entrada en calor. Y no, Olguín volvió a la cancha. Fueron cuatro meses concentrados y no pude jugar ni un minuto. Pasaron cosas, pasaron cosas, estábamos concentrados sobre la playa... Y bue’, pero ya no viene al caso”.
En México y en Italia jugó con la 16. En ambas, se concentraba con Pumpido. Sí, Pumpido. Un choque con el Vasco en el segundo partido ante la Unión Soviética y la fractura del arquero. Entonces…, aparece el otro Vasco, Goycochea. “Goyco me debe el 10% de todo lo que facturó desde Italia ‘90″, bromea. “¿Ves? Él estuvo a la altura. Le tocó y demostró que era jugador de selección”, subraya. Y se le hace un nudo cuando recuerda… “Cuando llegué a la habitación, Nery ya no estaba a mi lado, qué remordimiento que tenía. Si perdíamos ese partido con Rusia nos quedábamos afuera, y Bilardo había dicho lo del avión, ¿te acordás? Y fue en serio: él prefería que se cayera el avión antes que volver a la Argentina eliminados en primera rueda. Si era necesario, creo que él bajaba ese avión.
-Te dirigieron los dos: Menotti y Bilardo, ¿en qué se parecen?
-Todos conocen las ideas futbolísticas de ambos, que son distintas, sí, pero personalmente y dentro de la cancha, a mí los dos siempre me pedían atacar. Menotti es sinónimo de jugar por abajo, triangulaciones y pequeñas sociedades, ¿no?, pero Bilardo nunca me dijo ‘tirá pelotazos’. Bilardo a mí me obligaba a pasar al ataque. En ese sentido, las ideas de ambos tenían un punto en común: atacar. Después, las vías podían ser diferentes. Yo tuve técnicos que supuestamente eran ofensivos, pero no me dejaban pasar la mitad de la cancha. Bilardo jamás me impidió pasar al ataque.
Maradona, Curly y los “calentones” del WhatsApp
Se conocieron en 1977, los dos habían debutado en primera un año antes. Ese pibe retacón venía desde Tandil, donde estaba haciendo la colimba hasta que recibió la convocatoria de la selección juvenil. Era el Vasco. En la concentración del hotel ‘Los Dos Chinos’, el primero que lo vio entrar fue Diego Maradona. Y lo bautizó al segundo: “¡Muchachos, llegó Curly, vengan a ver a Curly!”, gritaba. En 1986 compartían una de las tantas cábalas de México: se sentaban juntos en los primeros asientos del micro, a la derecha, con el Vasco pegado a la ventanilla.
“Cuando dejás de ver a una persona por mucho tiempo, pero la querés, sentís que no se fue, que está. Viajó…, no sé adónde, a Arabia, ponele, y creés que en algún momento va a volver. Él es una leyenda, y las leyendas nunca se van. Como Fangio, ¿viste que los pilotos de hoy hablan de Fangio? Los distintos no tiene época, son eternos”, dice el Vasco. Él es Maradona, claro. Habla con cariño y con cuidado. Algunas diferencias habían tensado la relación en los últimos tiempos. “Con Diego pudimos tener algunas dificultades en algún momento por nuestras personalidades. Pero si tuvimos algún problemita, quedó en el olvido. En los últimos años yo ya no lo veía, las últimas veces fueron en el predio, cuando él dirigía a la selección”.
Los ‘desacoples’ nacieron de cara a los Juegos Olímpicos de Río 2016, cuando desde la AFA lo convirtieron al Vasco en bombero. Se hizo cargo del equipo en las peores condiciones. “Querían sumarse varios entonces, pero fue una decisión personal llevar a Pablo [Calderón], mi colaborador, y a Gustavo Piñero, que era el entrenador de arqueros. Estaba todo muy revuelto entonces en la AFA, estaba todo dado para el cachetazo, que fue lo que sucedió, pero lo quería afrontar y bancármela yo”, asume. Maradona había contado: “Yo quería ayudarlo. Sabíamos que se le venía la hecatombe... No me jodió porque el Vasco es un tipo sensacional, pero qué se yo…, de repente le agarró la chiripiorca”.
Olarticoechea habla de la Armada del ‘86. “Ahora estamos más viejos y somos más cascarrabias. Discutimos, sí, pero no nos peleamos, nos queremos mucho. Diego algunas veces se iba del grupo de WhatsApp que tenemos los campeones y después volvía. Era calentón, pero no rencoroso. Te puteaba un día y al otro venía y te daba un abrazo. Al que quería, eso sí, al que no le hacía la cruz. Pero con varios pasa lo mismo, ojo, Pumpido también es así, tenemos a varios calentones. Pero pasamos tantas cosas juntos que no nos hace daño si uno se enoja. Sabemos que en un par de días la relación siempre vuelve a ser normal”.
Solo el Vasco y Pumpido compartieron tres mundiales con Diego, 82, 86 y 90, pero nadie estuvo más minutos en la cancha que Olarticoechea. “Fuimos tipos comunes que hicimos algo extraordinario, junto a un tipo extraordinario que se creía común”, le gusta resumir a… Curly.
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