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Una huella difícil de olvidar
Ramón Díaz transitó casi cinco años en River entre seis títulos y varias tormentas.
En estas horas estará en su campo de Entre Ríos; o, tal vez, en La Rioja, la provincia que lo vio nacer y que lo sabe cobijar en las buenas y en las malas. Esté donde esté, Ramón Díaz debe haber buscado un refugio para desahogar tanto tiempo de tensiones incontrolables -así vivió él los casi cinco años que pasó en el club como director técnico- y que tanto marcaron su personalidad.
El que ayer se despidió escuetamente de todos en el Monumental no fue el mismo que volvió de Japón a Núñez con ganas de seguir como jugador y que se encontró con el ofrecimiento de Alfredo Davicce, por entonces presidente, para ponerse el buzo de técnico. Cambió su rostro, su aspecto, su manera de vestir y de hablar, entre tantas otras cosas.
Todavía quedan en la memoria aquellas imitaciones televisivas que ridiculizaban a Ramón apenas llegó a River. El se reía de eso, pero se dio cuenta de que debía cambiar de rumbo.
Todos recuerdan lo ingenuo que llegó a ser en un principio con la prensa, cuando las contradicciones y los conceptos erróneos fueron una constante; hasta que aprendió el oficio y manejó todo a su antojo. Se ponía un objetivo y hacia allí derivaba las conversaciones. La frase "El hincha de River..." encabezaba sus conceptos y se ganó a la gente con palabras, al mismo tiempo que no paraba de enhebrar los seis títulos que lo dejaron a la misma altura de Angel Labruna y José María Minella. Problemas tuvo siempre en la interna millonaria. En Mar del Plata, hace una semana, en una charla a solas con La Nación , dijo: "Uno de mis errores fue no haber cambiado antes algunas cosas en el plantel; por eso estuvimos casi dos años sin ganar nada". Son sus palabras, no las de otro.
Cuando tomó las riendas, tuvo como dirigidos a muchos de los que habían sido sus compañeros, como Leonardo Astrada, Sergio Berti, Hernán Díaz y Ramón Medina Bello, a quien marginó a pesar de su estrecha amistad con el delantero.
"Los jugadores le dirigen el equipo", se decía cuando Enzo Francescoli estaba en el grupo. El siguió igual. "Que digan lo que quieran", pensaba, y comenzó a ver enemigos por todos lados.
Lo mismo hizo ante cada arremetida de los dirigentes para sacarlo del club. "Esto es así: hace cuatro años y medio que estoy en el club y hace cuatro que me quieren echar. Te digo más, casi todos los dirigentes preferían perder el campeonato -por el Apertura 99, su último título- antes de que yo me quede", aseguró el hoy ex entrenador millonario. Con uñas y dientes se defendió de todas las acusaciones y de las movidas internas, ya sean políticas o futbolísticas, siempre con el aval que dan las consagraciones; a veces, con métodos no del todo claros, como esa frase que hará historia: "Si yo me voy, hablo".
Lo cierto es que Ramón se fue de River de la misma manera en la que llegó, sorpresivamente. Algunos lo recordarán bien, otros no tanto, pero que dejó una huella difícil de olvidar es indiscutible.
Paso a paso
Crisis I: en noviembre de 1995, a tan sólo tres meses de haber asumido la conducción técnica de River, el riojano Ramón Díaz, que venía de jugar en Japón, sufrió los primeros embates en su contra. La eliminación del conjunto de Núñez de la Copa Libertadores y de la Supercopa cayeron sobre él, y las voces se alzaron para poner en duda su capacidad de conducción. Alfredo Davicce, presidente en ese momento, lo respaldó y mantuvo en el cargo.
Crisis II: en plena disputa de la Copa Libertadores de 1996, Ramón volvió a tambalear. Los cuestionamientos comenzaron de arranque en ese torneo. En la apertura del Grupo 5, un empate en el Nuevo Gasómetro ante San Lorenzo lo salvó del despido. También volvieron a apuntarle luego de una derrota en Lima ante Sporting Cristal, pero salió ileso porque en el desquite, en el Monumental, River ganó por 5 a 2. Davicce apareció nuevamente en escena para sostener al riojano. Finalmente, el equipo de Ramón obtuvo ese certamen.
Crisis III: "Hace dos noches, el Pelado estaba en terapia intensiva y con un pulmotor;ahora respira", expresó un dirigente en noviembre de 1998, luego de las pobres campañas en el torneo local y en la Copa Mercosur, en la que fue eliminado por Cruzeiro. El presidente David Pintado se reúne con el plantel y le exige más esfuerzo, pues lo notaba dividido por las decisiones del técnico. "Jamás daré un paso al costado", dijo Ramón al mes siguiente.
Crisis IV: en los torneos de verano del año último, River pierde los dos partidos que disputa con Boca. Los achaques ya no son sólo futbolísticos, sino que se cruzan acusaciones por operaciones irregulares con dinero de por medio. El dirigente Ricardo Grosso lo señala como responsable de malos negocios para River por la compra de Gómez, Rambert, Netto, Angel, Pizzi y Martínez. A las críticas se suman hombres como César Traversone. Surge Davicce, una vez más, ya como vicepresidente, para defenderlo: "Cumplirá su contrato".
Crisis V: junio de 1999. Boca es bicampeón del fútbol argentino y River pierde con Racing en el Monumental. "Hoy, a Ramón Díaz le cortamos la cabeza. Se acabó su ciclo", sostuvo un integrante del Consejo de Fútbol. "Si hoy no lo echan, pateo todo", gritó otro dirigente. Díaz redobló la apuesta y amenazó: "Si yo me voy, hablo", dando a entender que descubrirían algunos manejos turbios. El 9 de junio, Pintado lo ratifica: "Por supuesto que Ramón Díaz seguirá hasta diciembre".
Crisis VI: si bien salió airoso, la renovación del contrato del riojano en diciembre de 1999 fue un verdadero tira y afloja que nunca quedó rubricado. "Si River no salía campeón, Ramón Díaz se tenía que ir", dijo Alfredo Davicce, después de la obtención del Apertura 99.
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