Una amistad que pendía de un hilo muy delgado

Los oscuros códigos futboleros han marcado desde siempre que a las relaciones entre hinchadas les ajusta m s el choque y la discordia que la amistad. Cuando se da esto último, siempre parece caminarse sobre un terreno resbaladizo.

Esos mismos códigos indicaban que todo estaba bien entre Racing y Chacarita. La paz databa de a¤os; décadas, acaso. Ayer, todo parecía encarrilarse por esa vía: tranquilidad alrededor de la cancha de Lanús y dentro del estadio, antes del partido. Más: emoción y aplausos cuando, al ingresar en el campo el conjunto de San Martín pudo apreciarse una bandera de Racing sostenida por los jugadores, en la que se leía "Racing no se cierra".

Reacción inmediata desde la tribuna visitante. Ovación para el arquero Vivaldo cuando entregó la bandera a la hinchada. Paz.

Sólo en apariencia. Fermentaba, secreto, el quiebre de la armonía. Cerca de la media hora de juego, sorprendió oír desde la tribuna de Chacarita gritos hostiles hacia los de enfrente. No hubo respuesta inmediata. Pero tardó poco en llegar.

De repente, la atención viró desde el campo de juego hacia las tribunas, encendidas en amenazas y gritos de guerra. Sorpresa general.

Los que saben dicen que un movimiento interno en la hinchada funebrera fue el paso inicial de lo que se vio ayer. En la vieja amistad, ahora rota, estaba inscripto el grupo que ya no tiene las riendas de la barra brava de San Martín. Muchinga, el antiguo líder, dejó hace tiempo -un mes, aproximadamente- su lugar a una fracción que parece no querer saber nada con relaciones armónicas.

Final del partido. Un helicóptero policial sobrevuela la cancha. Parece recordar que las amistades entre hinchadas siempre penden de hilos delgados.

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