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Un tercer tiempo de interrupciones
Sin continuidad: el partido terminó 45 minutos después de lo previsto; Castrilli, en el centro de la escena por los papeles.
Como para sacar de quicio al más paciente o tolerante. El clásico de Avellaneda tuvo un tiempo extra, de 45 minutos, que nadie hubiera deseado.
La principal causa de las interrupciones -hubo tantas que se perdió la cuenta- fue la gran cantidad de papeles y serpentinas que la hinchada de Racing tiró sobre uno de los arcos.
Javier Castrilli, fiel a su estilo, no hizo la vista gorda y se ocupó en todo momento de que la cancha estuviera limpia de tanto papelerío.
El árbitro sabía que algo así podía ocurrir y tomó sus previsiones, que igual fueron insuficientes para impedir que el encuentro comenzara 22 minutos más tarde (de las 19.10 se pasó a las 19.32) que el horario original.
Castrilli pidió que los equipos salieran al campo con mayor antelación por si se debía ajustar algún detalle organizativo. Independiente apareció por el túnel a las 19 y Racing lo hizo unos minutos más tarde.
Cuando el capitán Claudio Ubeda asomó la cabeza, una catarata de papeles y serpentinas tapizó el arco y el área. No es algo nuevo, ya que este despliegue gráfico de la Academia ya se vio en otros clásicos o en encuentros ante River y Boca.
Esa no fue la única coreografía local; muchos otros hinchas se ocuparon de revolear bolsas de azúcar abiertas sobre el banco de suplentes de Independiente, a manera de símbolo por el apelativo de amargos con que Racing se mofa de su adversario de barrio.
La principal preocupación de Castrilli era que se retiraran los carreteles en los que estaban enroscadas las cintas.
También hubo otros agentes perturbadores que hacían pensar que el cotejo no empezaría nunca. Por ejemplo, una bomba de estruendo -arrojada desde la tribuna de Independiente- que cayó cerca de Bizarri, o los hinchas que se colgaban del alambrado.
Luego de tanto esperar, el encuentro comenzó, pero no quedaría libre de nuevas interrupciones. A los 20 minutos, Castrilli paró el juego, otra vez por las serpentinas.
A los 34, un nuevo stop por algunos hinchas de Independiente trepados al alambrado. Todo esto obligó a que el juez adicionara ocho minutos cuando su reloj marcaba 45.
Historia repetida
En el segundo tiempo, el partido quedó fraccionado en múltiples y pequeños pasajes. Más de lo mismo: las bengalas, las serpentinas, un alambrado roto.
Como en la etapa inicial, Castrilli debió agregar ocho minutos en el final, y luego otros dos más.
Más allá de este clásico estirado como un chicle, quedan algunas preguntas: ¿Castrilli estuvo acertado o se dejó atrapar un exceso de protagonismo en las sucesivas interrupciones?
Por lo general, el árbitro se guió con criterios acertados, aunque a veces dejó la impresión de que exageró un poco en su afán de tener todo en orden y bajo control.
El otro interrogante toca al operativo de seguridad: ¿está permitido el ingreso de carreteles de papel y bengalas? No está prohibido. Evidentemente, algo falló.
O burlaron los controles o los carreteles de papel ya estaban en el estadio desde mucho antes. No sería bueno que a las 100 entradas que el presidente Daniel Lalín les regala a los hinchas también les sume facilidades para esconder elementos prohibidos.
Afortunadamente, no hubo heridos ni excesos que derivaran en enfrentamientos. Sólo la certeza de que el partido fue eterno, y encima sin ningún gol.
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