Un Racing sorprendente: conviven cuatro equipos en uno

Ricardo Zielinski ya podrá alegar fatiga, apenas cinco fechas después de empezar. Fatiga y hasta abuso, porque es insalubre que un hombre dirija a cuatro equipos a la vez: el Racing voraz que inicia los partidos, el Racing dividido e inconsistente de los 60 minutos que vienen después, el Racing que cada contra que desata debe medirse en escala Richter y el Racing que él debe imaginar, un equipo más sereno, más aplomado. En resumen, uno que está del otro lado del mundo del que al menos se vio ayer. Lisandro López metió uno de esos goles que antes de hacerlos se imaginan (de aire, de lleno, de frente al arco, luego de un centro que cayó lento y hermoso, de Bou) y Rosales se aprovechó de un rebote corto del arquero Costa y de la única jugada que craneó el Pulpo González: quite, pared y asistencia para el capitán Lisandro, que no apareció en el juego pero sí en las noticias, que es donde debe aparecer un goleador. Su Racing (y los cuatro Racing de Zielinski) ganó por primera vez en el campeonato en el Cilindro y, escolta con Newell's, está a un punto de Estudiantes, que hoy a las 16 juega el clásico contra Gimnasia.

"Cuando encontremos una idea, los jugadores van a crecer", dijo ayer el técnico, acaso alertado por lo que se escribió recién: mientras Acuña agarra la pelota, agacha la cabeza y enciende el turbo sin importar dónde están los compañeros, Grimi se queda tan lejos que parece estar en otra cancha (se sospecha que la defensa firma una planilla de AFA, y la delantera, otra, de lo distanciadas que están), el Pulpo González no puede aprovecharse de los pases que mueven y distraen y que le permitirían (a él, a Lisandro) romper desde atrás, pisar el área sin que nadie lo pudiera detectar. Hubo dos jugadas bárbaras en las que Racing quebró a Patronato mientras éste lo esperaba, las dos aisladas y en las dos estuvo el 10: Romero. Una triangulación (sobre la derecha) entre Acuña, Aued y el paraguayo que terminó en un zurdazo del enganche al primer palo, y otra, en el último minuto del primer tiempo, entre Romero, Pillud, González y Romero otra vez. El zurdazo fue desde lejos, y fue del arquero de Paraná.

Este Racing está hecho de electricidad. Patronato perdía la pelota con un pase central, Aued la abría para Romero y se encendía el Real Madrid de Cristiano y Bale. Después, bueno, Bou calibró los centros como el Piojo López en el Mundial de Japón y Corea, pero eso puede fallar. Cuando no falló, fue gol del capitán. Bou estuvo siempre a medio centímetro de gambetearse al último hombre y disparar y -si lo hacía-, si podía hacerlo, si se lo gambeteaba, al arco no le acertó jamás. Patronato, mientras tanto, complicó al local en una sola zona y con un solo jugador: las trepadas de Germiniani, el hombre que usó la 4 y jugó de 3, en la parcela de Pillud. Cuando el partido iba 0-0 filtró un pase hermoso para Vargas y el mano a mano lo tapó Orion, que en el segundo tiempo también desactivó un derechazo desde afuera de Arnaldo.

El Racing más adolescente del último lustro tiene la belleza de la aventura: no sabe meterse en el fondo, le cuesta generar juego cuando el rival lo espera, los laterales se ubican a una cancha de distancia de los wines, a uno de los N° 5 les cuesta tejer tenencia y pases, pero de repente algo sucede (un pase mal calculado, un buen anticipo) y hay tres o cuatro jinetes que galopan a campo libre y hacen del viento un superpoder. Romero, Lisandro, Acuña y Bou pueden erigirse como una delantera que puede marcar época. Mientras tanto, Zielinski debería sacar un turno con un médico. Un chequeo cada tanto, a cinco fechas del comienzo, no viene mal.

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