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Un estimulante letal, el ataque de perros salvajes y un falso ganador: la maratón más bizarra en la historia de los Juegos Olímpicos
En los Juegos Olímpicos de San Luis (EE.UU.) de 1904 se efectuó una carrera que tuvo todos los componentes para ser la más extraña de todos los tiempos
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Fue la maratón más surrealista y bizarra de la historia de los Juegos Olímpicos. Ocurrió el 30 de agosto de 1904, durante los juegos realizados en la ciudad de San Luis, estado de Misuri, en la primera ocasión en que ese evento deportivo universal se desarrollaba en los Estados Unidos. La carrera, de 40 kilómetros en condiciones difíciles, comenzó con 32 atletas y culminó con 14. Y en el medio, pasó de todo.
Tal como había ocurrido en París en el año 2000, los JJOO de San Luis coincidieron con una Feria Mundial, en este caso en el estado de Misuri y se desarrollaron entre el 1° de julio y el 23 de noviembre. Entonces también, la maratón era una de las atracciones principales del evento, aunque las condiciones del desarrollo de esta competencia no habrían sido las más cuidadas.
La carrera arrancó en un horario vespertino completamente inadecuado, ya que la temperatura era de 33 grados, y no cedería en el resto de la competencia. Además, los caminos de tierra, extremadamente polvorientos, no estaban para nada preparados para un evento así y solamente existía un puesto de provisiones para los corredores, ubicado antes de los 20 kilómetros del trayecto.
Entre los 32 competidores, de los cuales, solo 14 finalizaron, unos pocos tenían experiencia en ese tipo de carreras y habían participado de la maratón de Boston el año anterior. Pero la mayoría tenían tan solo antecedentes en carreras de media distancia o simplemente eran novatos.
El lustrabotas cubano que corrió con lo puesto
Entre los participantes había un cubano, Félix Carvajal de Soto, que era un lustrabotas de La Habana que había juntado el dinero entre sus clientes y amigos para llegar a San Luis. De acuerdo con el resumen de la carrera que hace el medio español As, al cubano lo habían desvalijado unos tahúres mientras viajaba en barco hacia la competencia, por lo que llegó a presentarse a correr con lo puesto.
Como por ese incidente Carvajal apareció en la línea de partida con pantalones largos, otro competidor se apiadó de él y pidió una tijera para cortarselos un poco por encima de las rodillas. Corrió, sin embargo, con pesados zapatos y en medio de la carrera, asediado por el hambre, se paró para comer unas manzanas de un jardín del camino, con tanta mala suerte que las frutas estaban en mal estado y le produjeron una fuerte indigestión, que lo llevaron a dormir una siesta por un largo rato para poder recuperarse.
De todos modos, el cubano llegó al final de la maratón en cuarta posición.
Perros salvajes y una indigestión por exceso de polvo
Dos de los participantes pertenecían a la tribu sudafricana de Tswana. Len Taunyane y Jan Mashiani eran sus nombres, y estaban allí a causa de la citada Feria Mundial, donde los llevaron para interpretar escenas de la guerra de los Anglo Boers. Tal vez sin saberlo, estos dos hombres se convirtieron en los primeros africanos negros en competir en este la historia de los Juegos Olímpicos modernos.
Uno de ellos no pudo escapar al carácter fuera de lo común de la carrera. Según la página oficial de los JJOO, Taunyane mantenía una carrera destacada hasta que una jauría de perros salvajes lo persiguió y lo hizo correr hacia atrás un kilómetro y medio. A pesar de este percance canino, el africano pudo cruzar la meta en el puesto 14.
Otro de los que sufrieron contratiempos en el transcurso de esta alocada maratón fue el californiano WIlliam García, que encabezaba la competencia con tranquilidad cuando, por la cantidad de tierra tragada en los resecos y polvorosos caminos rurales, sufrió una violenta hemorragia estomacal que casi termina con su vida.
Por supuesto, la afección no le permitió finalizar la carrera.
Fred Lorz, un falso vencedor
Pero quizás lo más destacado en materia de hechos singulares en esta competencia fue que hubo un ganador que no ganó.
El maratonista norteamericano Fred Lorz fue el primero en llegar a destino. Estaba disfrutando de las vivas del público tras su triunfo colosal y a punto de recibir el trofeo de manos de nada menos que de Alice Roosevelt, la hija del presidente Theodore Roosevelt, cuando alguien del público hizo detener la ceremonia y lo acusó de “impostor”.
Lo que el espectador sabía, y luego se comprobó, era que el supuesto vencedor de la carrera había hecho trampa. Sucedió que, a los 14 kilómetros de la maratón, este hombre empezó a sentir unos intensos calambres y se subió a un automóvil que lo trasladó durante los siguientes 17 kilómetros del camino.
Cuando se sintió mejor, Lorz se bajó del vehículo y continuó la carrera, hasta llegar al final y consagrarse (mentirosamente) ganador. Cuando fue descubierto, el corredor señaló que en realidad había querido hacer una broma, y que no era su intención proclamarse primero en la contienda.
Lorz fue suspendido para realizar otras prácticas deportivas de por vida, pero al año siguiente, anularon la pena y lo dejaron participar de la maratón de Boston. Allí, se tomó revancha y resultó ganador. Y sin hacer nada de trampa.
Un ganador medio muerto
Descartado el que hizo un tramo de la carrera en auto, el que finalmente se consagró vencedor de la maratón fue el norteamericano Thomas Hick, que llegó tan extenuado a la meta que casi no cuenta la historia.
Hicks era payaso de profesión, y al parecer no se había llevado a los mejores acompañantes para realizar la maratón. Cuando en el medio de la carrera se sentía exhausto, estos amigos, que lo acompañaban en coche, le brindaban un brebaje compuesto por estricnina, brandy y claras de huevo.
Fue la primera vez que se usó veneno de rata como estimulante para los deportistas, una práctica que lamentablemente, y a pesar de que en la actualidad está penada, siguió repitiéndose en otras competencias, como consigna la agencia Reuters.
El asunto fue que para Hicks el compuesto con estricnina no habría sido del todo efectivo. Se supone que en pequeñas dosis estimula, pero a él le habrían dado demasiado. El médico que lo atendió más tarde dijo que un poco más de esa sustancia hubiera sido letal para el corredor.
Eso, sumado a que también le ofrecieron para paliar su sed agua del radiador del achacoso coche en el que se movían, hizo que el competidor llegara a la meta casi desvanecido. Hicks cruzó la línea del final de la maratón apoyando sus brazos en sus ayudantes -que casi lo llevaban en el aire- y apenas moviendo los pies. Las reglas de entonces permitieron que se le diera por ganada la carrera al competidor, a pesar de la ayuda recibida.
Así fue como Hicks alcanzó la gloria. Al segundo siguiente, se desmayó. Afortunadamente, recuperó la conciencia para recibir la medalla dorada.
La peor marca de la historia
“Sus ojos estaban apagados, sin brillo. El color blanquecino de su rostro y su piel se había intensificado. Sus brazos parecían pesos bien atados; apenas podía levantar las piernas, mientras que sus rodillas estaban casi rígidas”, dijo entonces Charles Lukas, un oficial de la carrera, sobre el estado en que acabó la competencia el bueno de Hicks.
La performance del ganador fue tan extenuante que, de hecho, obtuvo una marca que a lo largo de la historia sería la peor de todas las maratones: 3 horas, 28 minutos, 53 segundos. Antes y después de eso, nunca un ganador de maratón lo hizo en más de 3 horas. En París, cuatro años antes, el ganador hizo un tiempo de 2 horas y 59 minutos.
De esta manera, los JJOO inscribían en sus páginas la que fuera la maratón más extraña de su historia, algo que jamás se volvería a repetir, una competencia con temperatura extrema, caminos polvorientos, perros salvajes, manzanas podridas, un corredor tramposo y un ganador medio muerto.
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