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Un combate de seis minutos, el llanto del árbitro y un trágico final: la pelea de MMA que marcó un antes y un después
Yuji Shimada fue el encargado de impartir justicia en el Saitama Súper Arena, en Japón, durante “la pelea del año”; el espectáculo le ganó en audiencia a la Copa del Mundo de 2002
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El japonés Yoshihiro Takayama y el norteamericano Don Frye protagonizaron en 2002 una brutal pelea, catalogada por los expertos en las artes marciales mixtas (MMA) como la más emocionante en la historia de ese deporte. El espectáculo fue tal que el árbitro Yuji Shimada terminó llorando en el octógono y admitiendo que había sido el “mejor espectáculo que había visto” en su vida.
Después de que Shimada diera las instrucciones finales a Frye y Takayama para tener una pelea limpia, cruzaron un par de miradas minutos antes de que sonara la campana; así se mostró un atisbo de lo que estaba a punto de suceder y que iba a quedar guardado para la posteridad. Los dos salieron de sus respectivos rincones e inmediatamente comenzaron a lanzar incesantes golpes desgarradores, con tal certeza de que cualquiera podía terminar noqueado.
Desde el primer momento, cada uno de los deportistas sujetó la cabeza del otro con una mano mientras conectaba con la otra, una y otra vez, ganchos de derecha de manera insaciable. Hicieron falta exactamente 6 minutos y 10 segundos para que el nacido en Arizona venciera por nocaut técnico al japonés en un perturbable combate donde se multiplicaron los puñetazos, patadas y rodillazos.
Aquel instante fue eterno para ambas partes por la intensidad con la que se estaba viviendo en la tribuna cada golpe. En cada puñetazo se esbozaba un grito casi de dolor. El mismo árbitro, en medio de la emoción, hizo un ademán para alentar a su compatriota que acorraló por un momento a su rival en una esquina a solo dos minutos del intenso intercambio de puños.
Fue ese el único momento en que Takayama dominó por completo la pelea en la que terminó derribando a su oponente. El árbitro encargado de impartir justicia en el octógono no podía salir del asombro cuando el japonés logró reducir a la gran estrella de la noche.
El aliento de Shimada
”¡Hey! ¡Vamos!”, alentó varias veces Shimada en medio de la emoción, mientras Takayama tenía acorralado a Frey, que se veía exhausto y estaba sujetado sobre su hombro. Los espectadores que presenciaron el inolvidable combate intentaban aplaudir y alentar aquella imagen que reflejaba la resistencia que tenían ambos al no ceder.
Esa pelea fue el gran combate estelar del evento llamado Pride 21: Demolition. Tuvo lugar en el Saitama Súper Arena, donde también compitieron figuras como Anderson Silva, Fedor Emelianenko, Bob Sapp, Daniel Gracie, Renzo Gracie y los japoneses Takeshi Sugiura, Kiyoshi Tamara y Shungo Oyama.
La revancha
Frye había participado en 15 combates, de estos obtuvo 14 victorias y una derrota en la Ultimate Fighting Championship (UFC). El único fracaso que había tenido en el ring lo mantenía despierto y al borde de la exasperación por conseguir su revancha. Esto lo hizo viajar hasta Asia donde estaba Mark Coleman, su único verdugo, ganando todo lo que quería con la empresa Pride. Aquellos dolorosos 12 minutos que terminaron en un nocaut técnico el 12 de julio de 1996 debían tener un fin.
Cinco años después, con la fama que había cosechado en la incipiente MMA, donde era apodado “La máquina de guerra”, se contactó con la misma empresa en Japón a la que estaba asociado Coleman y le dieron tres peleas para probar su estado físico, ya que venía de varias lesiones musculares. Las ganó todas sin ningún tropiezo, pero en el camino también se preparaba para medirse una vez más ante el único rival que lo había hecho perder su invicto en la UFC.
Insistió tanto en aquel combate que finalmente llegaron a un acuerdo. Se preparó durante cuatro meses y entrenó hasta el agotamiento, porque lo único que quería después de haber vencido a Ken Shamrock, su último rival en Japón, era hacer lo mismo con Coleman. Necesitaba probar su superioridad en el octógono, pero las cosas no salieron como se lo esperaba.
“Esa derrota fue como mi relación con mi primera esposa. No podía vivir con ella”, bromeó. En esa oportunidad, dijo, estaba ganando mucho dinero en Japón, pero todavía pensaba en la revancha con Coleman. Pero el destino quiso que fuera Takayama el que se enfrentara a él y ambos protagonizaran “la pelea del año”.
El destino
Semanas antes del combate, Coleman sufrió una herida en el cuello que lo dejó temporalmente paralizado, por ende, imposibilitado para presentarse a la revancha. Así fue como la empresa Pride, a contrarreloj, buscó un reemplazo que estuviera a la altura, pero al no encontrarse con nadie que llegara al mismo nivel, el japonés con poca experiencia en el ring llegó al Saitama Súper Arena en el lugar de Coleman.
La pelea se promocionó como el gran espectáculo de la noche del 23 de junio del 2002, no obstante en vez de Coleman se anunció a Takayama vs. Frye.
Ese día, el japonés combatió con mucha conciencia de lo que estaba haciendo y estuvo a la altura de los incesantes intercambios de golpes que propinaba su rival. Él, a diferencia del norteamericano, no era un experimentado en las artes marciales mixtas, apenas había participado en dos combates previamente y ambos los había perdido, pero no se consideraba un luchador muy fácil de derrotar.
Lo demostró en los pocos más de seis minutos que duró el espectáculo: no se rindió y tampoco mostró su falta de determinación, pese a que no tenía adoptadas las técnicas y tácticas de ese deporte. Frye, por su parte, en 1996 ya había ganado su segundo torneo en la UFC.
El rostro del japonés quedó desfigurado después del primer cruce de derechazos. Luego de los insistentes golpes derribó inesperadamente a su rival, pero al intentarlo una vez más, cometió un grave error que se convirtió en el principio del fin de la pelea. El norteamericano logró bloquearlo y a su vez cayó sobre él; a partir de ahí, siguió encestándole puñetazos a la cabeza hasta que el árbitro Shimada intervino. Finalmente, Takayama fue derrotado por estrangulamiento. A pesar de su caída, se marchó del ring con la cabeza en alto en medio de la ovación de su público, con la cara destrozada y masticando bronca.
La emoción del árbitro
En medio del espectáculo por lo que estaba ocurriendo, Shimada, que dirigió la pelea con tal ímpetu, no pudo contener la emoción al dimensionar el show que estaba dirigiendo. “Estuvo llorando durante el combate. Estaba tan feliz de ser parte de él”, contó en su momento Frye.
El brutal enfrentamiento fue seleccionado al final de la temporada como “la pelea del año de 2002″ y posteriormente fue nombrado como “el combate más masculino y brutal de la historia”. La repercusión fue tal que tres años después ambos protagonistas recrearon la pelea para una escena de la película “Nagurimono: Love & Kill” (2005).
Después de aquel triunfo para Frye, la vida dentro del ring no volvió a sonreírle tan fácilmente. Pasó por cuatro derrotas consecutivas y una pelea sin resultado. Esto lo motivó a alejarse del deporte y comenzar a enfocarse en su vida personal y recuperarse de los miles de golpes que había recibido a lo largo de su vida deportiva. Se sometió a 20 operaciones de espalda y en 2016 estuvo en coma inducido.
El presente de Takayama
En 2017 se confirmó que Takayama está postrado por una cuadriplejia tras una lesión de médula espinal en la zona cervical por una mala caída y terminó con el cuerpo paralizado del cuello hacia abajo. Tras conocerse la noticia, Frey le envió un mensaje alentador en el que sostuvo que el japonés era el rival más duro que le había tocado hasta esa etapa de su carrera.
“Dios me dio el mejor oponente que cualquiera podría pedir. Hiciste la pelea más grande que el mundo jamás haya visto. Sos la razón por la que nuestra lucha venció mano a mano en la televisión a la Copa del Mundo de Fútbol (Corea del Sur/ Japón 2002). Sos la imagen del Bushido, de la fuerza y del triunfo”, dijo en un video.
Pese a los esfuerzos y tratamiento su mejoría ha sido leve, aunque en los últimos meses se sabe poco y nada sobre su salud. El japonés padecía espondilosis cervical degenerativa antes del accidente.
En tanto, Frey, elogiado por su extensa trayectoria como luchador, boxeador, bombero, herrador, dos veces ganador de torneo en UFC, se convirtió en el primer vaquero en pisar el octógono y que llegó al salón de la fama de la UFC.
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