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Un Boca-River para todas las edades: de la experiencia de Tevez a Medina y del inoxidable Enzo Pérez a Carrascal
Para el capitán xeneize, que tiene 37 años, sería su superclásico N° 19, mientras que para el volante central juvenil sería el debut oficial; en el Millonario, Enzo Pérez es el DT dentro de la cancha y el colombiano, la fantasía
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El superclásico escribe historias para todas las edades. Novelas, cuentos, poemas, biografías o manuales. Y cada Boca-River, por trillado que parezca, es único. Para aquellos que ya tienen varios en sus fojas de servicios. O para otros que recién asoman en un partido que puede catapultarlos o, directamente, sumergirlos en la pena según el protagonismo. A los 37 años, Carlos Tevez es uno de los más experimentados en el conjunto xeneize. Con apenas 18, Cristian Medina desea proyectarse a través de la sombra del N° 10. Del otro lado también queda lugar para los extremos. Enzo Pérez, a los 35, cada vez juega mejor y se transformó en el primer colaborador de Marcelo Gallardo dentro del campo. A los 22, Jorge Carrascal espera dejar atrás las insinuaciones y, gambeta por gambeta, desea convertirse en el futbolista integral que el DT se desvela por moldear. Los que ya relataron buena parte de sus carreras y los que intentan despuntar en el encuentro que nadie olvida. Grandes y chicos. De ellos también se trata el mano a mano.
Boca: uno ya jugaba cuando el otro era recién nacido
Durante los últimos años, en la antesala de cada superclásico se potenciaba la idea de que Carlos Tevez pudiera vivir su último enfrentamiento ante River. Las frustraciones constantes en el ámbito internacional, muchas –justamente– frente a los de Núñez, alimentaron desde afuera la opción del retiro en cada temporada. Esta no es la excepción. Aunque la Copa Libertadores se sigue negando, ahora la edad es la que juega un papel preponderante. A sus 37 años, Tevez, que se recupera de un esguince de tobillo, jugaría su clásico número 19.
Si Miguel Ángel Russo decide la titularidad de la gran mayoría de aquellos futbolistas que vienen siendo las cartas principales, una línea por detrás podría tener como compañero a Cristian Medina. En ese caso, el chico de 18 años tendrá su primer superclásico en Primera: apenas lleva jugados los cinco encuentros de la actual temporada. El enganche, hecho volante interno, nació el 1° de junio de 2002, en Moreno. Sí, cuando Carlitos sumaba sus primeras vivencias como profesional.
Diferentes generaciones. Extremos entre un hombre cuya carrera entró en una cuenta regresiva, y un joven que recién la comienza. Cuando Francisca daba a luz a Medina, el Apache ya había participado de 15 encuentros oficiales: el debut, en 2001, de la mano de Carlos Bianchi y los restantes, al año siguiente, con Oscar Washington Tabarez de entrenador. Incluso, en esa etapa previa al nacimiento de su actual compañero, ya sabía lo que era convertir con la camiseta azul y oro: dos tantos, a Newell’s y Olimpia, de Paraguay, por la Copa Libertadores.
El juvenil por el que Russo está apostando desde la pretemporada llegó a la institución xeneize en octubre de 2012. En ese momento, Tevez ya era crack en Europa, especialmente en Inglaterra, y codiciado por los grandes del Viejo Continente. Después de una primera etapa exitosa en Boca y de irse como ídolo de Corinthians, de Brasil, ya era héroe en West Ham por convertir el gol que los salvó del descenso; había obtenido dos Premier League, dos copas nacionales, la Champions League y el Mundial de Clubes en Manchester United; en la vereda de enfrente, en el City, había levantado dos copas nacionales y otra liga inglesa.
Si hay algo que tienen en común es que ambos saben lo que es gritar un gol frente a River. En contextos muy diferentes, claro. Medina sueña con poder vivir este domingo eso que Tevez ya gozó en tres ocasiones. Y, a la vez, el ’10′ sueña con convertirle por primera vez en la Bombonera. Es que todas fueron en el Monumental. En 2004, la recordada “gallinita” con la que festejó la igualdad en la revancha por las semifinales de la Copa Libertadores. En 2016, el doblete para darle vuelta el resultado y terminar ganando 4-2.
El mediocampista hizo una maravilla en abril de 2018, cuando pertenecía a la séptima división. Fue 2-2 en Núñez, pero Medina puso la joya de la jornada al hacer un gol de rabona, con la N° 10 en la espalda. Difícilmente pueda repetirlo en Primera, pero ya sabe la sensación de que una pelota suya ingrese en el arco riverplatense.
El superclásico también tendrá ese condimento. Jugadores de experiencia que buscan momentos de gloria poco antes de la decisión de dejar la actividad profesional, pero también la inclusión de jóvenes que ya saben que estos partidos te marcan y permiten volar en busca de una carrera importante. En esa dirección apuntan los sueños del consagrado y de la promesa.
River: el inoxidable y el joven del que se espera más
Hay poco más de 12 años de diferencia de edad entre ambos. La más alta dentro del habitual equipo inicial. De un lado, Enzo Pérez, la figura insoslayable de este River que empieza a gestar su nueva identidad con cambios y renovación de apellidos. Del otro, Jorge Carrascal, la apuesta desequilibrante que todavía no exprimió su potencial. A los 35 años, el volante central es una pieza indispensable en la estructura: juega y hace jugar. A los 22 años, el extremo colombiano no logra desplegar su mejor versión: sus compañeros necesitan más de él.
El más veterano de los titulares es el mejor. Nadie lo duda. Enzo Pérez es el emblema infaltable. Un caudillo que aporta personalidad, carácter, temple y mucho fútbol. Transcurren los años y parece cada vez más completo. Aún cuando juega como único volante central. Tiene visión de juego, despliegue, quite, distribución e inteligencia para romper líneas con un traslado en velocidad o con un pase filtrado. En su cabeza está todo el campo. Y entiende cómo jugar según el ritmo del partido.
Pérez acumula 122 partidos en River (109 de titular) con cuatro goles y cuatro asistencias. Suma 9454 minutos (promedio 77,5 por partido) y seis títulos, además de 38 amarillas y tres expulsiones. En los cuatro partidos de la Copa de la Liga Profesional, según Opta, es el jugador con más pases precisos en campo contrario (127) de todo el torneo, el segundo con más duelos de pelota ganados (39 para un 72,22% de efectividad) y el quinto con más pases totales acertados (235 para un 86.4% de efectividad). Números que lo representan. Lucha con el corazón y juega con la cabeza.
Cerca suyo en el terreno se ubica Carrascal. A lo largo del último tiempo, el técnico Marcelo Gallardo trabajó en profundidad con él para moldearlo y conseguir lo que necesitaba para su equipo: un futbolista más comprometido, con menos liviandad y más potencia. El habilidoso colombiano fue mostrando una mejoría, se adaptó a diferentes puestos en el ataque y dejó destellos de su descaro y chispa para encarar. Pero todavía no hizo el clic para ser figura.
Carrascal suma 39 partidos (19 de titular), cinco goles y tres asistencias con un total de 1793 minutos (46 por partido de promedio). Además, tiene siete amarillas y dos expulsiones directas, más tres títulos. Pero solo cuatro veces de las 19 que fue titular no fue reemplazado. Completó los 90 minutos en tres ocasiones en 2019: frente a Talleres (0-1) y Gimnasia (2-0) por la Superliga y ante Cruzeiro en Brasil (0-0) en los octavos de final de la Libertadores. Además, fue expulsado con Palmeiras en el 0-3 de las semifinales en la última Copa, en una situación que lo expuso al máximo por su irresponsabilidad.
La gambeta de Carrascal es algo que River no tiene de sobra. Sin ir más lejos, es el segundo jugador del torneo con más regates completos (15), a uno de su compatriota Sebastián Villa, pero con mayor efectividad: 75% contra 53,33%. Así y todo, hoy no le alcanza en el mano a mano. En el esquema actual, su figura debe tener una mayor preponderancia en el campo rival. Le falta ser más preciso e incisivo. Y por eso los focos están puestos en él: Gallardo evalúa si sostiene su titularidad o si propone el ingreso de Agustín Palavecino o Bruno Zuculini para reforzar el medio campo o de Julián Álvarez para buscar otro tipo de explosión.
Mientras el técnico evalúa sus piezas, hay algo que tiene claro: Enzo Pérez no se mueve. El resto, puede variar.
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