Winx fue ofrecida en una subasta pública en Australia cuando tenía apenas un año, no tenía nombre ni estaba domada. Permaneció sobre el ring por casi tres minutos antes de que se bajara el martillo después de la oferta más alta, equivalente a 241.500 dólares estadounidenses, un valor alejado de las grandes cotizaciones. En aquella venta de 2013 de Magic Millions Gold Coast, la yegua fue adquirida por una sociedad conformada por Magic Bloodstock Racing (propiedad de Peter Tighe y su esposa Patty), Richard Treweeke y Debbie Kepitis. Seis años más tarde, ellos no pueden creer la trascendencia mundial que ha tomado la zaina y las emociones que provoca su retiro de la competencia. Su fama, cosechada al compás de los éxitos y récords, ha hecho que ellos disfruten de lo que ha generado, dentro y fuera de las pistas, pero a estas alturas la yegua es del pueblo. Twitter transmitió en vivo algunas de sus últimas carreras y The Sunday Telegraph ofreció un suplemento de 32 páginas este domingo.
Su subasta en 2013
En el cielo radiante de Randwick, un suburbio al este de Sydney, una avioneta escribió el nombre de la campeona con su estela el sábado pasado cuando Winx se despidió de las pistas ganando por tercera vez el Queen Elizabeth Stakes (G1). La imagen en celeste y blanco, irrepetible, ofrecía por encima de los edificios los colores de la chaquetilla que llevó cada jockey que la corrió y que fue la vestimenta más utilizada por los chicos que estuvieron en el hipódromo colmado que marcó su última función. También se pusieron la gorra azul. Como quien es fanático de un personaje del comic y se calza el traje. O un antifaz, algo que también identifica a la mejor representante de la especie hoy por hoy según el ranking que mensualmente entrega la Federación Internacional de Autoridades Hípicas (IFHA, según sus siglas en inglés). De hecho, como si fuera Batman o el Zorro, se la podía ver a Winx nadando en la pileta, bajando del camión que la transportaba o caminando por el hipódromo hasta instantes antes de ser montada por su jinete.
La madre se llama Vegas Showgirl. Por eso, los socios la bautizaron con la denominación de un club popular de Las Vegas de los años setentas y ochentas. En paralelo con el crecimiento de la yegua ganó espacio una serie animada para niños que encierra un cuento de hadas en una historia de aventuras y donde las Winx son seres tan mágicos como la pura sangre que culminó su trayectoria con cifras escalofriantes. De sus 43 carreras –de 1100 metros a 2200– en ocho hipódromos ganó 37, incluyendo 25 Grupo 1, la categoría internacional más elevada, y los últimos 33 primeros puestos, desde el 16 de mayo de 2015, fueron consecutivos y la convirtieron en la serie más extensa de éxitos que haya logrado un caballo en la historia. Por si fuera poco, con la más reciente conquista superó al tordillo norteamericano Arrogate y quedó en la cima de la tabla de ganancias de todos los tiempos: 18.769.211 dólares. En una industria con igualdad de género (todos corren por la misma plata, sean hembras o machos, mujeres u hombres), Winx fue reconocida –más allá de las polémicas que generan los rankings en la evaluación entre los que no se han enfrentado– como el mejor caballo del mundo el año pasado y el número 1 en pista de césped en las tres últimas temporadas.
Como si fuera Messi o Maradona
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La última vez que perdió no se había escrito el guion de la película "Rapsodia Bohemia" ni elegido a Rami Malek para hacer el personaje de Freddy Mercuri que le valió el Oscar al mejor actor protagónico de 2018 según la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas. Por entonces, como para tomar una mayor dimensión del tiempo que ha pasado, el brasileño Neymar hacía goles en Barcelona; Kobe Bryant jugaba en la NBA; Usain Bolt era el atleta más rápido; eran presidentes Cristina Fernández de Kirchner, Barack Obama (Estados Unidos) y Dilma Rousseff (Brasil), y siquiera habían comenzado las eliminatorias para el Mundial de fútbol de Rusia 2018. El dólar oficial en la Argentina estaba a 8,70 bajo el cepo kirchnerista.
El éxito deportivo de Winx es atribuido a una velocidad "anormal" que le permite dar 14 zancadas cada 5 segundos, ante un promedio de 12 del mejor de sus rivales. "Esto significa que puede estabilizarse o acelerar en cualquier momento de la carrera. Creo que eso es lo que la hace única", evaluó Graeme Putt, un veterinario neozelandés que ha estudiado en detalle a los grandes caballos de carreras.
Su última carrera
Hugh Bowman, de 38 años, asegura que nunca pensó que un caballo podía traerle tanta alegría a su vida. Va a extrañar detenerse delante de tribunas superpoblabas para sentir ovaciones de las que se tributan solamente a los cracks que trascienden la frontera de la hípica. Él creció en Dunedoo, un pueblo agrario de Nueva Gales del Sur, y allí comenzó a andar a caballo a los 2 años. En el verano de 2017, su casa y la de su padre, Jim, estuvieron cercadas por uno de los peores incendios forestales que afectaron a la zona en la que también forjaron su futuro sus abuelos granjeros, que jugaban al rugby. Bowman fue el mejor complemento para Winx: él es jockey y la corrió 33 veces, de las cuales 32 terminaron en victoria, incluyendo las últimas 30. Solamente una vez la simbiosis que establecieron no terminó en festejo, en octubre de 2014, cuando era una potranca que daba sus primeros pasos y las hadas animadas eran más famosas que la yegua. Y ésta, una más entre miles de caballos en el país que es el segundo productor mundial, detrás de Estados Unidos y delante de Irlanda y la Argentina.
La ovación final
What scenes! A final lap of honour for the wonderful Winx... pic.twitter.com/3zuvyMuZGG&— At The Races (@AtTheRaces) 13 de abril de 2019
Para Chris Waller es una ofensa que se ponga en duda el potencial de Winx por no haber ido a medirse a Europa o los Estados Unidos, e incluso porque algunas carreras tuvo otros caballos preparados por él entre los rivales. Quedó como asignatura pendiente salir. Pero algunos viajaron a Australia a ganarle y no pudieron. Y al fin y al cabo, los dueños quisieron disfrutarla en su tierra y el turf de ese país la tomó como bandera. Sus hipódromos se poblaron para verla entrenar en la madrugada o hacer una sesión de fotos para una de las revistas de moda más sofisticadas del mundo, hace semanas. Y en manos de Waller, que creció en una localidad de 3000 habitantes en la isla norte de Nueva Zelanda y emigró en 2000 junto a su novia de la infancia, con dos tarjetas de crédito con bajo límite y sin efectivo. Ahora tiene crédito ilimitado, en el banco y en la profesión. "Cuando vienes de la nada y nunca tuviste nada, lo único que te saca del pozo es trabajar duro", sostiene, como lema.
En la sesión de modelaje
Winx lo ha hecho, por casi cinco años, y ahora le llega el tiempo de la reproducción. Lo habitual en las carreras es que se elija un padrillo para las yeguas, en base a pedigree, físico y/o campaña, y se pague por el servicio. En este caso, cualquier cabaña del mundo sería capaz de pagar decenas de miles de dólares porque ella se inicie como madre con alguno de sus sementales. Esa parte de la historia es la próxima que escribirá la leyenda australiana.
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