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Wilson Moreyra, del bullying en su etapa de aprendizaje a ser recibido en su pueblo por una caravana tras ser el jockey del año
"Era ahora o nunca", aseguraba Wilson Moreyra sobre la medianoche del lunes mientras sostenía en sus brazos a su hijo Francisco, de 8 meses. Minutos antes había estado mirando hacia sus manos con similar brillo en sus ojos mientras estaba aferrado al Olimpia de plata, el premio que le entregó el Círculo de Periodistas Deportivos y le puso el broche a su mejor temporada. No le entraba la sonrisa en el rostro. "Me tenía fe, pero también pensaba que Pablo (Falero) había anunciado el retiro y eso podía pesar", explicaba el jockey cordobés, acompañado de su esposa Carlota. Les ganó la terna al uruguayo, el más ganador en las pistas argentinas, y al brasileño Francisco Gonçalves, líder de la estadística general nacional. "Por todo lo que gané, no tuve un año igual a éste", justificaba. Calidad sobre cantidad.
El balance incluye otro reconocimiento fuera del turf la semana previa, el premio Jorge Newbury, que entrega el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y es el resultado de un año en el que puso la vara alta. Moreyra se adueñó de siete grandes premios en 2018: el República Argentina y el Nacional, las carreras más emblemáticas de Palermo; el Latinoamericano de Maroñas, en Uruguay, en la única vez en su vida que salió del país; el Dardo Rocha, la cita cumbre de La Plata; el Gran Criterium, el Maipú y el Estrellas Juvenile Fillies. Todos con caballos diferentes.
El GP Nacional ganado con For the Top
"Me sancionaron y tuve cinco días libres seguidos después de mucho tiempo. Así que aproveché y me fui a Córdoba a ver a mis viejos y a mi hija Ingrid, de 8 años, que vive con la madre. Al correr casi todos los días se hace difícil visitarlos y por eso llevaba seis meses sin venir", detalla de regreso a Buenos Aires a La Nación. Inmediatamente después de aquella pequeña conversación inicial en Tango Porteño, donde se hizo la ceremonia, Wilson se subió a su auto y emprendió viaje durante la madrugada a General Viamonte, allá donde nació hace casi 28 años (los cumple el 9 de febrero) y se inició en las cuadreras a los 14, cuando pesaba apenas 40 kilos. "Desde chico mi sueño es ganar un Pellegrini", subraya. Lo que capitalizó este año no estaba en el radar. Tampoco el recibimiento, con caravana de autos, camiones y hasta los bomberos. "La vuelta por el pueblo, los bocinazos, las fotos… Me dieron esa sorpresa. Me moría de vergüenza", confiesa. Viven unas 2000 personas allí.
Moreyra, el menor de cinco hermanos, hizo la escuela de aprendices a los 16 años en Río Cuarto, a unos 170 km de su casa, y obtuvo una licencia provisoria para competir en el interior del país. "Era un paisano sin roce", recuerda de esa etapa. Luego, a los 19, ingresó a la de San Isidro, donde su paso incluyó una suspensión por rebeldía. "Los profesores me educaron, me hicieron terminar la secundaria, me cambiaron el estilo. Tardé algunos años en entender por qué demoraron tanto en habilitarme; eso me enojaba", acepta. Al año siguiente egresó: tardó un mes y medio en ganar en Buenos Aires, pero luego completó los 120 éxitos y se graduó en solo seis meses. Su primer Grupo 1 llegó, sin embargo, cinco años más tarde, en el Provincia de Buenos Aires 2017, en La Plata, con Roman Rosso, el mismo caballo con el que luego obtuvo el Nacional de ese año y el Latinoamericano 2018.
Esa serie marcó el inicio de su mejor cosecha. "Los disfruté al ciento por ciento. Nunca sabés si volvés a ganar otro gran premio", asegura. Un abismo con lo que sintió de chico, al dejar su provincia y radicarse un año en Venado Tuerto. "Ahí empecé a aprender, pero no la pasaba bien, estaba acobardado, solo, sabía poco. Me usaban para reírse, me verdugueban, me hacían montar caballos con los que pude haberme golpeado… Tuve suerte de que no pasó y de que eso me hizo más fuerte", revela, sin rencores. A toda velocidad y haciendo equilibrio sobre un par de estribos, un bullying aun más peligroso. Un cuidador, Diego Escudero, le tendió una gran mano. Tenía 17. Allí forjó su personalidad.
Papá Cristobal quiso ser jockey. No le daba el peso y se probó como entrenador un tiempo mientras trabajaba arreglando caminos rurales. Jubilado, la pasión por las carreras la cubre los domingos como espectador. Mirta, la madre, es comerciante. Tiene una despensa. Hace un par de años la situación económica se puso difícil y hasta los vecinos la ayudaron a mantener abierto el local. Sus padres acompañaron a la distancia siempre, incluso para enviarle comida en aquellos días en los que "vivía en un box en un stud de Palermo o me mantenía con 200 pesos por semana por galopar o cuando corría apenas una por semana en 2014". Cuatro años después, esta temporada, la mejor de su vida, ya superó los 170 primeros puestos y pasó la barrera de los 600 desde que se inició profesionalmente.
Hincha de River, comenzó a ir más seguido a la cancha este año, especialmente a los partidos por la Copa Libertadores, de noche, luego de correr. La tarde en la que se suspendió la final con Boca en el Monumental por la agresión al micro xeneize estaba camino al estadio porque apenas tenía una monta en La Plata, temprano. El entrenador Jorge Mayansky Neer, un fanático con el que ha conformado un sólido binomio, le hizo más frecuentes las invitaciones al estadio mientras crecía la relación profesional entre ellos. "Me abrió las puertas del stud y me dio todos sus caballos. Antes, ya me había ofrecido montar los que no podía correr Gonçalves, que fue su jockey principal hasta que tuvo una rodada", informa Wilson. Otro preparador, Juan Oural, le había marcado el camino poco antes. "Dormía en el stud de Armando Glades y no quería ser solamente un galopador. Me costaba levantarme, pero Juan venía, me despertaba y me daba para correr sus 15 caballos con la condición, eso sí, de que los varee cada mañana. Ahí está el secreto: en trabajar duro aunque ganes el Nacional y al otro día haya que estar arriba a las 6 de la mañana. Supe que todo era posible cuando vi a (Roberto) Alzamendi ganar un Dardo Rocha. Corría poco él, pero aprovechó la oportunidad por ser trabajador. Esto es así".
El GP Dardo Rocha que logró con Alampur
Maroñas, el primer paso de 2019
Los triunfos traen más oportunidades y el 6 de enero próximo Moreyra estará en Uruguay por segunda vez, ahora para tomar parte de la jornada internacional de Maroñas, en tres Grupo 1. "Viajo el 2. El propietario del stud Ximena lleva dos caballos desde Buenos Aires el 28 y tiene otro allá. Así que voy a correr el Ramírez (Ben Hur), el Ciudad de Montevideo (Carina First) y el Pedro Pyñeyrúa (Loved by Rose)", anticipa Wilson.
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