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Volvió a montar a caballo después de un accidente y batió un récord sin saber que estaba embarazada
Lucrecia Carabajal estuvo inactiva más de cinco meses por una rodada; volvió cuando ya tenía en el vientre a Nina y así superó una marca histórica de triunfos; hoy es entrenadora
La vida le cambió tanto a Lucrecia Carabajal en menos de un año que se podría pensar que se está “bebiendo la vida de un trago”, como diría Joan Manuel Serrat. Pero ese vértigo, que apareció como el corcho de una botella de champagne que se destapa, es la antítesis de lo que siempre fue la jocketa. Aplomada, de gesto serio –aunque ella no lo sea tanto-, profesional al límite: así es esta mujer que hizo del turf su medio de vida.
Por muchos motivos, 2016 será un año inolvidable para la hija de ese notable veterinario que es Carlos Carabajal, uno de los pioneros de la cirugía de rodilla en equinos. “Todo fue muy rápido. De caer de una cosa que vino otra. En algún momento debía tomar la decisión de dejar de correr, pero no tenía una fecha prevista. Quizá la última rodada mía haya tenido que ver, me hizo ir pensando en ‘hasta cuándo’...”. Lo de caer es casi literal. En febrero de ese año, Lucrecia fue protagonista de un cuádruple rodada en San Isidro. El diagnóstico de algunas costillas fracturadas y una luxación de cadera fue, valga la paradoja, un alivio, dado lo dramático del accidente.
Poco antes había alcanzado los 600 triunfos; le faltaban doce para superar el récord mítico de Marina Lezcano, una leyenda de los '70 y '80 que merecería tener una calle con su nombre en Puerto Madero, el barrtio en el que todas las arterias las homenajean. A los 33 años, y diez días después de la caída, salió del Sanatorio de la Trinidad preguntando cuándo volvería a correr, y prometiéndole a su madre que una vez que tuviera el récord, se retiraría. Difícil resultó creerle: a los 15 le había asegurado que sólo correría hasta los 30.
“Así dice ella que sucedió, yo no me acuerdo. Yo entré en la escuela (de aprendices de jockeys) a los 15, supongo que se lo dije pensando que los 30 no iban a llegar nunca, pero pasa el tiempo tan rápido… Sí es cierto que cuando rodé le prometí que llegaba al récord y abandonaba". El 7 de julio, cinco meses después de la rodada, la jocketa colgó la fusta. Ganó con Stay Here (el turf, interesado y egoísta, traduciría este nombre, “Quedate Aquí”), sumó las 612 carreras ganadas y cumplió la última promesa.
“Creo que corrí con Nina en la panza porque me hice un test de embarazo un viernes y había ganado un día día antes. Supongo que el récord lo alcancé con ella adentro. Debuté como entrenadora con Thabor el 11 de marzo de este año y el 21 nació mi hija. Nos gustaba pero no ganó y yo decía «Nina lo mandó parar»”, evoca Lucrecia. Y menciona al sujeto de otro gran cambio, el caballo que finalizó cuarto en el Gran Premio 25 de Mayo. “Saqué la patente –de entrenadora- porque el dueño de Thabor, [Alberto Iglesias, “Tatino” para todos en las carreras] quería que lo cuidara y la pedí para este caballo especialmente. Por ahora no pienso en hacer más movimientos porque estoy mucho con Nina”.
La hija de Lucrecia y Nicolás Ferro (miembro de una tercera generación de cuidadores) es el tercer sacudón en la vida de la ya entrenadora. Nico presentó al gran Must Go On en la carrera (es un ganador clásico, superior a Thabor en los papeles, pero que terminó séptimo detrás del de su mujer). Uno insinúa, en broma, si hubo alguna componenda entre ambos. “Fue a cara de perro”, responde Nico. Para la cuidadora, “si ganaba Must Go On iba a estar bravo porque Tatino dice que Nina tiene exclusividad con Parque Patricios”. Éste es el stud de Thabor, cuya chaquetilla hasta tiene estampado el globo de Huracán. Otra carrera brava va a ser la del fútbol; mamá es de Boca y papá, de River. El clásico anterior fue futbolístico entre ambos. Otro parto para Lucrecia.
Nina ya debe tener su preferido, se intuye aunque sólo tenga dos meses de vida y al margen del resultado del gran premio. “Voy a la mañana a hacerle el entrenamiento y con Nina vamos a la tarde también al stud, es un caballo que me dio muchas alegrías y tengo un cariño especial por él. La beba viene conmigo todos los días, bien emponchadita”, cuenta Lucre, que podrá pelear un triunfo en la pista con su pareja, pero en el parecido Ferro le gana, por ahora: “Es igual al padre; cuando nació yo estaba agrandada porque tenía la 'peluquita negra' como tuve yo, ahora tiene un pelo muy lindo, que se le está aclarando”.
La nueva vida de Lucrecia Carabajal tiene, cómo no, momentos que podrían hacerla dudar. Pero como cuando tomaba las riendas de un puro, las tiene bien afirmadas en sus manos con sus cosas. “Me piden que vuelva montar algunos, pero más me están pidiendo que entrene. Tatino quiere que corra yo a Thabor y me dijo que si no conseguía un jockey iba a tener que montarlo. Yo le dije que no me provoque porque estoy en 57 kilos y no vaya a ser cosa que me entusiasme”.
Parece remoto pensar de nuevo en la amazona. Además, ¿se bancaría Nico que vuelva? “Sí, -responde Lucrecia- pero quiero estar 100 por ciento para Nina. Cuando empecé a correr estudiaba Veterinaria de noche y tuve que decidir entre hacer las dos cosas por la mitad o una a full. Una noche tenía que correr una yegua de Miguel Sarati; había promocionado Pensamiento Científico en el Ciclo Básico pero nunca fui a buscar la libreta; ese día decidí que no iba a estudiar más para dedicarme a correr. Y ahora me pasa lo mismo: estoy cuidando y tengo a Nina, por eso quiero entrenar sólo a Thabor”.
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