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Qué hay detrás del caso de cocaína en el hipódromo de La Plata
De los 144 caballos que corrieron el 4 de mayo pasado en el hipódromo de La Plata, uno –Imperial Queen– arrojó un resultado positivo tras los análisis reglamentarios de rigor. La yegua que había ganado la séptima carrera quedó involucrada en un caso fuera de lo común y alarmante. Se detectaron vestigios de cocaína, lo que derivó en la reciente descalificación por parte de las autoridades, con las sanciones correspondientes según el Reglamento General de ese escenario: cuatro años de inhabilitación a Eusonio Boni, su preparador; uno a la yegua y la denuncia criminal del caso, que seguirá fuera del ámbito turfístico. El hecho de detectarse medicación prohibida implica una sanción deportiva, según el nivel que corresponda, pero además implica un tratamiento judicial porque el Departamento Legal está obligado a informar a la fiscalía y, en casos, se llega a tener que hacer, como mínimo, tareas comunitarias.
En el turf, como en toda actividad, nadie está exento de que alguien se atreva a transgredir las reglas o no respete los límites, y allí se establece que haya un tribunal para resolver el caso. En las carreras, el responsable es el entrenador que presenta al caballo y sabe que, aunque no esté con ellos las 24 horas de cada día, le corresponden los eventuales beneficios (premios por la performance) y penalidades (a los dos primeros siempre se le realiza el análisis antidoping) que pudieran tener. "Es responsable en todo momento de los caballos a su cuidado y de los tratamientos terapéuticos autorizados, como así también de cualquier anormalidad que presente un animal a su cargo. Por eso se trata de una responsabilidad objetiva y, a su vez, una falta de responsabilidad profesional", explican desde la Comisión de Carreras, que tomó la medida luego del informe del Centro de Control del Doping de la Provincia de Buenos Aires, que procesa las muestras.
"Si en el resultado del análisis no estuviera metabolizado, se toma como que la muestra se contaminó en algún momento del proceso, pero en este caso sí está metabolizada", explica un experimentado veterinario, como marcando la diferencia con otros casos sucedidos en Palermo el año pasado en los que la droga no estaba metabolizada y eso derivó en una presentación en la Justicia ordinaria porque la presencia de la sustancia pura indicaba que no había pasado por el organismo. "Están boicoteando a las carreras", se defendieron por entonces desde las asociaciones que agrupan a propietarios y a los jinetes y entrenadores. Claro que aquello sucedió en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CENARD), que controla las muestras de Palermo, y este caso está bajo la órbita provincial, donde sí la industria mantiene una relación tirante con las autoridades de la Lotería, que ya intentaron en más de un caso quitar el Fondo de Reparación que recibe por Ley mensualmente el turf y cuyo dinero proviene únicamente de las ganancias de los bingos.
El caso de Imperial Queen y las fallas del sistema
Imperial Queen, una potranca de 2 años que está dando sus primeros pasos, se impuso en La Plata por un cuerpo en 1000 metros, en lo que significaba su primer triunfo y uno de los diez que consiguió Boni en lo que va del año en La Plata, donde presentó casi 100 caballos. Pese a que el entrenador tenía la posibilidad de contratar un perito para la contraprueba (con un arancel de 16.000 pesos a su cargo), según el informe de la Comisión de Carreras, no lo hizo y dejó pasar el plazo de 72 horas para hacer su descargo. LA NACION intentó sin éxito comunicarse con el preparador, que no había tenido sanciones en los últimos seis años.
"En la Argentina, el examen es cualitativo, por lo que el resultado te dice si hay o no hay doping, si están las sustancias no permitidas que se buscan o no. En otros países sí se determina el nivel, como pasa con los controles de alcoholemia, que sale si es mínimo o una cantidad elevada", compara otro veterinario, casi como en el rol de docente. Una vez tomadas las muestras, se sellan, se lacran y se envían, con un segundo análisis testigo. "Los controles no fallan, los que fallan son los que especulan con que no va a pasar nada", asegura.
Cada caballo está alojado en un stud, en el que trabajan de manera directa cerca de 10 personas. Aunque el peón es el que más tiempo pasa a su lado, ninguno recibe atención estricta las 24 horas. Cuando compite es trasladado, mayormente en un camión compartido con otros ejemplares, y luego pasa por diversas zonas del hipódromo para los controles sanitarios básicos, los boxes y la redonda de exhibición, y hasta personal del lugar los sostiene dentro de las gateras previo a la salida. Recién luego de la competencia se define cuáles serán examinados, según el orden de llegada. Cada categoría tiene limitaciones en la medicación permitida, que con el paso del tiempo se han ido restringiendo cada vez más.
"Hay caballerizas en las que hay frascos sin etiquetas en el sector que utilizan como veterinaria. Ni ellos saben qué tiene lo que compraron en forma particular. Y con el hambre que hay, algunos creen que lo que les ofrecen está permitido o está la fantasía de que da súper poderes. Hay un poco de ingenuidad y mucho de creer que no le va a pasar nada", revela una fuente consultada por LA NACION que tiene presente el sistema y sus debilidades.
"En la Argentina, cualquiera puede usar una jeringa o comprar algo en una veterinaria. No hay una Ley que lo impida o penalice. En Estados Unidos, en cambio, si te encuentran con una jeringa y no sos veterinario, vas preso", diferencia, sobre un tema clave, con incidencia social. "Hoy la droga está presente en la sociedad. Basta con que alguno hubiera tenido cocaína en sus manos y acaricie al caballo o toque su comida para que salga positivo. No necesariamente puede querer sacar una ventaja, que tampoco se lo asegura porque no le aumenta la capacidad locomotiva, sino que genera la reacción inversa, y hasta también alguien puede querer hacerle un mal a otro", profundiza.
Como cualquiera puede manejar medicación, en la Argentina el compromiso no es del veterinario y, por más que las penas se han endurecido y el caballo pasa por varias manos inevitablemente, el entrenador es el único responsable, como jefe del equipo que integran peones, herreros, galopadores, jinetes, veterinarios y serenos. La asignatura pendiente son los controles previos a la prueba, algo que no sucede en ninguna parte del mundo y en ningún deporte.
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