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La madrugada que el Coco Basile le pidió que le relate una carrera de caballos al Zorrito Von Quintiero... desde Hong Kong
El músico respondió a una llamada del DT, que estaba en Asia de pretemporada con Boca y quería vivir de alguna manera el debut en Palermo del ejemplar que tenían en sociedad
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Ulance es un caballo que pasó casi inadvertido por los hipódromos. Nacido el 20 de julio de 2002 en Capitán Sarmiento, el zaino doradillo tuvo una sola experiencia competitiva tres años después en la arena de Palermo, en una competencia sobre 1200 metros. Hijo de Petit Poucet, un padrillo británico que tuvo más de 130 crías ganadoras en la Argentina, y Una Lanza, una yegua nacional que solamente corrió una vez y terminó última, el potrillo tuvo su momento de gloria fuera de las pistas y, sobre todo, gracias a quienes lo rodeaban.
Criado en el haras El Turf, la cabaña armó una sociedad con propietarios famosos: el Zorrito Fabián Von Quintiero, por esos días integrante del grupo Los Ratones Paranoicos; el entrenador Alfio Coco Basile, quien por entonces no estaba dirigiendo ningún equipo, y otro DT apasionado del turf con presencia frecuente en la confitería de la tribuna Oficial del escenario porteño, el ya fallecido Osvaldo Chiche Sosa.
El caballo generaba expectativas porque creció en una cabaña legendaria de la hípica sudamericana, tenía buen físico y un árbol genealógico de los que atraían a los fanáticos. Además, el elegido para prepararlo resultó Eduardo Tadei, orfebre de varios campeones y que esa misma temporada contaba en su stud con Roots, un hermano paterno de Ulance que ganó el Gran Premio República Argentina (G1), la prueba para ejemplares adultos más importante de Palermo.
El primer acercamiento entre los patrones, el cuidador y el caballo fue en el haras, meses antes de ser enviado a la Villa Hípica porteña para su entrenamiento. Aquel día lo vieron, lo mimaron, se sacaron fotos, recorrieron parte del campo, compartieron un almuerzo y en la sobremesa brotaron las sonrisas y las anécdotas de todo tipo. Hay un retrato de aquella jornada inolvidable. Después, como requieren los SPC, era necesario ser paciente hasta llegar al debut. La ansiedad fue creciendo con el paso de las semanas y, en especial, cuando ya apareció anotado.
Claro que, en medio de ese proceso, Basile dejó de ser un DT desocupado y poco antes del estreno de Ulance llegó a un acuerdo para iniciar, en ese 2005, su primer exitoso ciclo en Boca, que tenía previstos su pretemporada y los partidos amistosos en Asia y los Países Bajos. El equipo xeneize viajó el miércoles 13 de julio y, en medio de la estadía, el Coco supo que su caballo haría el debut el lunes 23..., pero se lo perdería. Hoy solamente necesitaría ingresar a YouTube desde cualquier lugar del planeta para ver la carrera, pero no eran tiempos de acceso tan sencillo ni estaban en los planes aún las transmisiones en vivo por redes sociales o por WhatsApp. “Ese día, Coco me llamó desde Hong Kong. Eran las 5 de la tarde acá en la Argentina y las 5 de la mañana allá. Yo, que había ido a Palermo para ver correr a nuestro caballo, estaba al borde de la pista y le relaté la carrera”, aseguró el Zorrito.
Uno, con los ojos puestos en la arena dorada describiendo lo que llegaba a divisar. El otro, con el oído entregado al teléfono en la habitación del hotel esperando escuchar las mejores noticias. Pero no. El zaino no respondió a ninguna de las buenas referencias y terminó décimo, apenas delante de solamente dos rivales y a más de 20 cuerpos. Fue decepción, de un lado y del otro. “No comments”, se dijo, utilizando un famoso latiguillo de Basile, que aquel día, con su particular tono de voz, no pudo gritar con una sonrisa cómplice “¡¡¡Chupino!!!”, el apodo con el que se lo reconoce a Juan Carlos Noriega, el jockey que montó a Ulance y al que siempre saludaba muy atentamente cuando lo cruzaba en los hipódromos.
“Con Coco nos conocíamos por intermedio de Chiche, que siempre venía a las carreras, y hacía tiempo que quería tener una partecita de algún caballo. Y cuando surgió la oportunidad, se enganchó enseguida. Además, era un grupo de amigos”, recuerda Tadei, el cuidador, todavía en vigencia en la actividad con más de 80 años y esperando por el reencuentro con Basile, al que no ve desde antes de la pandemia.
“Ulance tenía buenas condiciones, pero se lesionó en esa única carrera y lo mandamos al campo para que se cure. Pasó el tiempo y notamos que no iba a ser fácil la recuperación, que iba a tener que seguir en descanso. Y después le perdimos el rastro”, detalla Lalo, como se lo reconoce en el turf al entrenador. Y cita lo mejor que generó aquella sociedad: “Antes de comprar al caballo, ya nos juntábamos a cenar para compartir historias y anécdotas. Eran tiempos en los que se hablaba sólo de fútbol y carreras. ¡¡¡Nada de política!!! Cuando el caballo llegó se hicieron algunos asados en el stud. Más allá de lo que podía suceder cuando fuera a correr, que la ilusión no duró mucho, resultó el nexo para que un grupo de amigos tuviera la excusa para reunirse más seguido, vivir más lindos momentos y disfrutar desde la amistad todo el detrás de escena de las carreras”.
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