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La interminable emoción de la despedida de Pablo Falero, en el capítulo Palermo
Desde que salió para la pista después de las mil fotos en la redonda, montado en Roman Oak, hasta que emergió de ella de a pie, luego de la ceremonia que lo hizo llorar por enésima vez esta semana, rodeado por su familia, Pablo Falero, el jockey de los 9500 triunfos en su trayectoria –alguno se vio en un video– terminó la jornada que el hipódromo de Palermo le dedicó para su despedida como jockey envuelto en afecto y emociones.
Su caballo terminó 9° en el premio Delivery-Copa Pablo Falero, una carrera en la que el uruguayo vino en el medio del lote e intentó emerger en la recta, pero fue en declive hasta el disco. Se sabía, era lo de menos. Roman Oak es entrenado por Juan Carlos Maldotti, el entrenador con el que trabajó cuando llegó al país. "Se ha retirado como quería, ganador y en plenitud, con lo que sigue siendo un grande; no es fácil tomar esa decisión cuando uno está en la cima", comentó Juanca, con el que tuvo una relación con cortocircuitos pero seguramente la más exitosa de un binomio en la historia del turf argentino.
La última carrera de Falero en la Argentina
Siempre dio tema Pablo Falero pero no siempre por lo mismo. El espectáculo lineal, ancestral, de caballos corriendo en el que gana el que llega primero a la meta fue más vistoso, excitante, si él estaba en la pista. Aunque sea por la expectativa de que sacara algo de la galera, si su montado tenía algo de chance.
Hace una semana él logró que otra victoria de un caballo extranjero en el Carlos Pellegrini no se encolumnara en la lista de desazones que suele atacar al turf argentino. ¿Le habrá cobrado derechos de autor al brasileño Carlos Lavor? El jockey carioca condujo a Não da Mais al triunfo con aquella fórmula que hacía indescifrable a Falero, porque sus rivales la conocían pero rara vez encontraban el antídoto: traer a su caballo en la punta a ritmo de entrenamiento y en el final hacerlo correr con las energías que le había guardado sabiamente. Não da Mais parecía una presa segura de los atropelladores a 300 metros del disco, pero reaccionó como si recién largara.
Juan Carlos Noriega (rodó sin consecuencias graves justo en la carrera del agasajo), un jockey que lo conoce desde que Pablo cruzó el Río de la Plata para quedarse, contratado por el stud Tori, en 1991, opina: "Lo más destacable es lo gran profesional que ha sido y lo mucho que le dio a la hípica nacional. Y como jockey, corrió respetando en la pista como ninguno; su mejor expresión era cuando corría adelante, y si venías cabeza a cabeza y él pasaba la fusta a la zurda sabías que algo más le iba a sacar a su caballo. Vos podías correr tranquilo con Falero, porque sabías que te iba a cuidar, incapaz de ser mala leche. Ha sido un honor competir en una pista con él; es algo que le voy a poder contar a mis nietos".
De relación más reciente y 20 años menor que el cordobés, pero con una carrera ascendente que ya lo ubica entre los mejores, Wilson Moreyra describe: "Cuando yo empezaba una vez lo molesté y me agarró en privado, yo le había ‘dado’ un poco. Me trató bastante mal después, pero fue para corregirme. Desde ahí en adelante siempre me enseñó y yo siempre fui abierto. En el Dardo Rocha de 2018 me demostró que es una gran persona: yo gané con Alampur, él entró tercero (con El Pendex) y me pudo haber reclamado, pero no lo hizo porque se dio cuenta de que fue sin intención. Lo mejor es su serenidad, no tiene complicaciones; uno anda a los tirones y él siempre impecable, siempre bien ubicado. Es admirable, para mí es el mejor, adentro y afuera de la pista".
Batallas ganadas
El camino de Pablo Falero en la Argentina tuvo momentos de angustia y desahogo. Uno, a tres meses de llegar, cuando perdió con Potrillón el Nacional por el hocico ante L’Express y era discutido; entonces Juan Carlos Maldotti debió imponerse ante el propietario, Arnaldo Martinenghi, para que le renovara la confianza: ganó la Copa de Plata (Potrichal) y el Pellegrini, a bordo del propio Potrillón, a continuación. Y en 1998, una caída, la rotura de varias vértebras, la operación de 9 horas y el regreso ganando el GP Enrique Acébal con Delivery, la yegua que este sábado le dio su nombre a su último capítulo en Palermo.
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