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William Pereyra, el jockey que descubrió Pepe Sand y correrá el Gran Premio Carlos Pellegrini con un potrillo al que nadie podía montar
El Carlos Pellegrini es para William Pereyra la primera referencia de que había un mundo más allá de su imaginación lejos de Ibarreta, la pequeña localidad formoseña en la que nació el 1 de junio de 1994 y donde creció. "Yo sabía que se corrían carreras en Buenos Aires porque el día del Pellegrini iba a la agencia del pueblo a verlo", recuerda. Era un adolescente soñador. Este sábado será uno de los 24 jockeys que estarán en las gateras de la cita más importante del turf sudamericano, en San Isidro. Muchos amigos irán a aquella misma sala, algunos seguirán la prueba por Internet y otros harán el viaje. Ahora él es protagonista. Sobre Imperador, el mismo potrillo con el que en agosto pasado levantó su único trofeo en un gran premio.
Lo tomo con tranquilidad, porque si estás acelerado tal vez las cosas no salgan bien. El potrillo es dócil, muy buen largador y el cuidador me da toda la libertad para decidir en la carrera
En su tierra, a 210 km de la capital de esa provincia, de chico los que lo rodeaban aprovecharon su bajo peso para que se divirtiera en las carreras de caballos. En las cuadreras, esas pruebas informales de recta que desbordan de pasión en el interior, ser liviano vale oro y algunos le sacaban el jugo mientras él sentía que correr era un juego. Hasta que el gusto también se convirtió en el mejor empleo. Comenzó a volcarse más seriamente por la pasión de su abuelo paterno Felipe, que era jinete en su juventud, que por la de su padre Mario, abocado al trabajo en un corralón. Fue un compadre de éste, Ariel Ibañez, el que acercó a Pereyra al turf, pero uno de los goleadores del fútbol argentino le abrió los ojos más de lo que lo hacían aquellas imágenes que veía en la televisión una vez al año.
"A mí me trajo Pepe Sand. Si no fuera por él, nunca hubiese pisado Buenos Aires. Lo conocí por intermedio de un amigo. Primero me llevó a su haras, en Bella Vista y luego me acercó a la escuela", recuerda Johnny, como lo llaman desde que se animó al desafío del desarraigo. En esa ciudad correntina es donde el actual delantero de Lanús tiene sus raíces y el campo en el que cría junto a su hermano. "En 2013 me fui a Corrientes y estuve trabajando para él. Ahí fue donde, en algunas charlas, surgió el tema de ir a la escuela. Ni me imaginaba que eso existía", admite.
La relación se hizo más estrecha al radicarse en Palermo, con la mayor frecuencia en las carreras y los asados compartidos en el stud El Mono. "Miguel Vallina y Roberto Pellegatta fueron los primeros en darme una oportunidad, y luego se fueron sumando más entrenadores", describe. En la caballeriza del primero vivió un tiempo. Ya Pereyra se forjó un nombre. Ahora lo apadrinan los éxitos. Juan Noriega, un jinete consagrado, apeló a su humor cordobés para comparar los momentos: "Antes le decían «vení, negro, montame este caballo» y ahora le dicen «¿me lo podés montar, por favor?». Este año está siendo el más fructífero, con 142 primeros, cuatro más que su récord personal de 2017, cuando fue el aprendiz del año. Por entonces, pasaron 129 días desde el debut, tras pasar por la escuela del Jockey Club. En su ciclo de aprendizaje, sumó experiencia en otras provincias: recuerda haber ido a Rosario, Río Cuarto, Villa María, San Francisco y Azul, por ejemplo.
Introvertido, casi siempre da respuestas cortas Pereyra. Como si fuera dando pistas para armar. Ha vivido en dos mundos opuestos. Uno, artesanal al extremo. Otro, profesional y vertiginoso. "Me vine en 2014, un 28 de julio, y vivía en un stud. En marzo de 2015 empecé la escuela de San Isidro. De mi familia, la única que estaba cerca era mi hermana Romina, la mayor de nosotros cinco, en Florencia Varela", agrega. Casi un par de horas de viaje uniendo diversos medios de transportes era "cerca", porque la medida eran los 1250 km que separan Ibarreta de la ciudad de Buenos Aires.
El triunfo en el GP Dos Mil Guineas
"Miro hacia atrás y no puedo creer dónde estoy y que vaya a correr el Pellegrini con posibilidades. Nada sería posible sin la ayuda de propietarios y cuidadores", asegura. Las caballerizas Bingo Horse y Dos Estrellas le dieron continuidad a las bases que había sentado. "Me dan todos sus caballos, les estoy muy agradecido", subraya.
Y recuerda que Imperador, del stud brasileño Rdi, es fruto de la perseverancia. "El día que ganó las Dos Mil Guineas me sorprendió. Lo ligué porque (el entrenador) Diego Peña se quedó sin jockey y no encontraba a ninguno. Me avisó Juan Suchecki (empleado del hipódromo), lo llamé al cuidador y me lo dio. Ganamos ésa, y hasta estuvimos muy cerca (2° a medio pescuezo) en el Jockey Club", repasa, a horas de intentar cumplir el sueño mayor.
El 2° puesto en el GP Jockey Club
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