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Girona Fever, la yegua que movilizó a cientos de uruguayos, le ganó al campeón argentino y la recompensa no cubre los gastos
La estrella charrúa derrotó al favorito Labrado por la cabeza en el Ciudad de Buenos Aires (G1), en Palermo, un año después del primer intento frustrado de cruzar el Río de la Plata
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“El costo del viaje es más elevado que lo que nos quedaría del premio si ganáramos, pero vamos por la gloria”, advirtieron desde el equipo que rodea a Girona Fever ya antes de que la yegua fuera embarcada en Montevideo para viajar a la Argentina y enfrentar su primer desafío fuera de Uruguay. Y así llegó a Palermo para correr el lunes pasado el Gran Premio Ciudad de Buenos Aires (G1), una semana después de haber aterrizado en Ezeiza y con la misión de refrendar del otro lado del Río de la Plata los títulos ganados en Maroñas.
Campeona velocista en su tierra en 2021 y 2022, el grupo que la entrena y su propietario, Luis Herrera, se entusiasmaron con la misión de medir hasta dónde era capaz de llegar esa zaina con perfil de casi imbatible en los hipódromos charrúas, donde logró 14 victorias (y otra por la que fue descalificada) en 17 carreras. Ahora, se sabe, no tiene límites: le ganó por la cabeza a Labrado, el rey de la categoría de este lado del mapa, en un duelo de estrellas.
El Gran Premio Ciudad de Buenos Aires
La noche se iluminó con ellos, que llegaron separados del resto de los participantes bajo los focos de la pista que eran toda una novedad para Girona Fever, que además de ser visitante corría por primera vez con luces artificiales y en un trazado puramente recto. Fue como si toda la vida hubiera vivido en Palermo e, incluso, sorteó algunas complicaciones en el desarrollo cuando pronto se quedó sin espacios y su jinete, Federico Píriz, optó por trazar una diagonal hacia media cancha para salir a pelear por el triunfo a media cancha, mientras el favorito local aceleraba inicialmente abierto.
En la definición, la yegua uruguaya y su jinete se encontraron con la necesidad de ver si eran capaces de superar otro límite, el que establecía darle batalla a un rival que buscó hacia adentro para intentar amedrentarla. Pero no. “Girona”, así a secas, como la llaman los que conviven con ella, apeló a la garra charrúa para sacar una ventaja suficiente en el disco como para hacer rugir al público que llenó las tribunas y, en especial, a los cientos de uruguayos que fueron al hipódromo porteño, incluso con banderas. “Ya en el barco parecía que íbamos a ver jugar a la selección”, contextualizó Gabriel, uno de los aficionados que se subió en la mañana al buque que los cruzó hasta la ciudad de Buenos Aires.
Inmediatamente después de traspasar la meta, Píriz se paró en los estribos de la yegua que prepara su papá, Jorge, y comenzó a sentir los gritos que podrían asociarse al estadio Centenario en una noche de Copa Libertadores. Un sorpresivo reclamo de Wilson Moreyra, jockey de Labrado, puso suspenso al desenlace, pero las imágenes de frente enseguida dejaron en evidencia que se había equivocado, dejándose llevar por la adrenalina de un fin de semana difícil, que incluyó una caída sin consecuencias la tarde anterior y dos derrotas con favoritos en los grandes premios. Se fue en llanto al cuarto de jockeys, aceptando el error, mientras la bandera de protesta se bajaba y decenas de personas se acercaban a la zona de la foto tradicional al grito de “soy celeste, soy celeste... celeste yo soy”. Erizaba la piel la escena, con clima de final del mundo.
La yegua uruguaya Girona Fever cruzó el Río de la Plata y desató la marea celeste en la noche de Palermo. Se llevó el GP Ciudad de Buenos Aires (G1) y algunas ovaciones al derrotar a Labrado. Momento premium de la jornada. pic.twitter.com/PnBJGta8xG
— Carlos Delfino (@CarlosGDelfino) May 2, 2023
La yegua casi no se veía en el recibimiento para la foto de tanta gente que la rodeaba. Y muchísimos más seguían cantando desde ambos costados, en las tribunas y pegados al cerco perimetral de acceso a la zona, con el personal de seguridad conteniendo tanta emoción. A nadie se le ocurrió en ese momento recordar que los 11.000 dólares que costaron sólo el traslado (sin contar los gastos del personal y propietarios) eran superiores a la ganancia neta de unos 8.000 que quedan tras los descuentos por impuestos, comisiones y conversiones.
“A veces tenés el sueño y no tenés el caballo. Esta vez, teníamos el sueño, el caballo y el equipo para venir, para animarnos, para hacer las cosas lo más profesional posible”, explicó Herrera. Había, también, muchos interrogantes. Desde volver a experimentar el hecho de subirse a un tráiler, lo que había sucedido solamente cuando en 2020 abandonó el haras luego de haber sido adquirida en plena pandemia en un remate en el que fue el precio más alto, hasta la adaptación a Palermo. “Pronto nos dio buenas señales, porque llegó en plena madrugada, se revolcó en el box, comió y tomó el agua”, recordó el feliz patrón, enfundado en una bandera uruguaya. No extrañó nada.
El año pasado, cuando ya llevaba 10 victorias, la travesía estuvo en la mira, pero la yegua sufrió un desgarro en una de las dos carreras que perdió y eso frustró el plan. En realidad, lo demoró 12 meses, lapso en el que se recuperó, retomó el entrenamiento, volvió a competir y sostuvo el reinado, incluso con un segundo triunfo por varios cuerpos en el Gran Premio Maroñas (G3) que la convirtió en el primer ejemplar en lograrlo dos veces seguidas desde la reapertura del principal hipódromo charrúa en 2003.
Por delante hay otro desafío, el de conocer los límites propios de los que la rodean, ya que ahora aparecerán ofertas demasiado atractivas desde el exterior, incluso de los criadores japoneses, que en las últimas décadas han llegado a Sudamérica a comprar yeguas ganadoras de grandes premios para armar planteles de madres de Clase A. Tener un triunfo de Grupo 1 en la cartilla es requisito indispensable para estar en la mira, y ahora Girona Fever lo tiene. Trabajaron para ello en el stud Uruimporta y, como consecuencia de los resultados, afrontarán la tentación que provocan los cientos de miles de dólares del otro lado de la balanza en la que conviven la pasión y la gloria, que en el turf la mayoría de las veces no tienen precio.
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