Apenas un puñado ha sido capaz de ganar el Gran Premio Carlos Pellegrini en dos años consecutivos, pero solamente uno pasó de la gloria a quedar entre rejas por 10 años. ¿El jockey? ¿El entrenador? ¿El propietario? No, el caballo. Se trata de Storm Mayor, que en 2005 y 2006 se impuso en el hipódromo de San Isidro en la carrera más emblemática de América del Sur y dos meses más tarde, cuando se había descartado su participación en el Latinoamericano de La Plata y estaba siendo embarcado en Ezeiza rumbo a los Emiratos Árabes, fue bajado del avión en un repentino procedimiento y quedó retenido en la Aduana. Justo él, que terminaba de concretar una hazaña que, en un historial de 130 años, no había sido alcanzada con posterioridad a 1945.
Confiscado, no logró despegar aquella mañana de marzo de 2007 y terminó en un depósito judicial, bajo la responsabilidad y cuidado de la firma exportadora. Días antes se había producido su venta a un príncipe saudí, que deseaba tenerlo en su establo rápidamente para que compitiera en la Dubai World Cup (G1), por entonces la carrera con mejor recompensa en el mundo: 6 millones de dólares. No obstante, a las autoridades aduaneras algo no les cerraba. Se vislumbraba un caso de evasión fiscal por subvaloración y en el equipo de Ricardo Echegaray, por entonces titular de la AFIP, se dispararon las alertas: el caballo se exportaba por US$ 120.000, cuando notoriamente un doble ganador de Pellegrini jamás se podría vender en esa cifra. No hubo grises: "Para sacarlo del país tienen que hacer un depósito de 200.000 dólares, el 10% de los 2 millones en los que se lo valuó hasta tanto concluya la investigación", se comunicó desde el organismo. Un exceso de ambos lados, con un intermediario que exageró la viveza criolla en la facturación según el organismo, que reclamaba algún documento que acreditara lo contrario.
Al enterarse de la situación, Turki Bin Badr Bin Saud reclamó enérgicamente el caballo o el dinero. Los días pasaban y se diluía la posibilidad de tener a su nueva joya en las gateras de la prueba en la que cada jeque quiere tener al mejor representante posible y afina el ojo en todas las pistas del mundo. En la DWC, donde no hay apuestas, se corre por los millones y por el honor. Se planteó una posición intermedia con el derecho a uso, que implicaba que el caballo únicamente pudiera correr en la Argentina, algo que al príncipe no le interesó de ninguna manera.
A la espera del avance de la causa, se resolvió que Storm Mayor regresara a la caballeriza que ocupaba en San Isidro hasta la madrugaba que fue llevado al aeropuerto. Lo que se imaginaba de rápida resolución, dada la transacción y la vida útil competitiva de los caballos, terminó siendo un calvario, principalmente para el caballo. El príncipe falleció, su familia se desentendió del tema y, sin poder correr ni ser destinado a la cría hasta que se determinaran las responsabilidades previas y futuras, el zaino quedó interdicto en el stud del entrenador Juan Esteban Bianchi. Hasta que una mañana, después de un año, se lo llevaron y se le perdió el rastro.
El Pellegrini de 2005
Desde el Juzgado se decidió quitarlo de ahí y –años más tarde se supo– utilizar dos campos en la provincia de Buenos Aires, en diferentes etapas del proceso, para tenerlo en custodia, lejos de todos. Durante casi una década Storm Mayor vio el sol únicamente a través de las rejas del oscuro box que ocupaba y del que apenas era sacado para caminar durante algunos minutos de cada día. Los tiempos judiciales se extendieron y precipitaron el final de una campaña de pistas que se cerró con una eficacia del 50%: seis triunfos en 12 carreras.
Ángel Dijiani, quien lo había comprado en un remate del haras La Biznaga cuando era un potrillo sin siquiera haber sido domado y lo vendió tres años más tarde como doble campeón, volvió a estar ligado al caballo. Fue cuando el juez le dio la tenencia legal y su usufructo al extinguirse la acción penal. Entonces, el propietario buscó el asesoramiento del veterinario Freddy Pont Lezica y le pidió que fuera a ver cómo lo observaba sanitariamente luego de tanto tiempo sin cuidados intensivos. Estaba en Los Goyitos, sobre la ruta 8, cerca de San Antonio de Areco. "Fui con la ficha y revisamos el microchip para confirmar que fuera él. Estaba bien, con algunas cosas menores por tratar", recuerda. La ficha es el DNI que tiene las señas de todo el cuerpo y el microchip se les implanta a los caballos de carrera registrados en el Stud Book de cada país para la identificación por scanner.
"Cuando le dije que lo notaba lindo y podíamos probarlo como padrillo, lo llevamos al haras Las Niñas, en Jáuregui, que reunía buenas condiciones, y Ángel compró un pequeño lote de yeguas madre. Este año me pidió trasladarlas a La Mission Robles para parir y tener al caballo en esa padrillera", agrega Freddy, encargado de la cabaña en la que hoy "está suelto en el piquete, feliz". Las tres yeguas que sirvió en 2017 dieron a luz, la primera de ellas un potrillo el 26 de septiembre pasado, meses después de cerrarse la causa y cuando Storm Mayor ya estaba en su segunda temporada de cría y crecía la expectativa de qué sucederá con las más de 30 yeguas que le fueron presentadas este semestre y nacerán en 2019. Para Ángel ya no tiene valor comercial, sino emocional. Siente que su campeón está grande, pero le gustaría tener algunos hijos corriendo con su chaquetilla, la verde y roja del stud Starlight.
El sueño podrá ser realidad desde finales de 2020, cuando esas tres crías que hoy tienen un puñado de meses de vida ya hayan desarrollado como para dejar el campo y empezar la doma y el entrenamiento. Serán los hijos que defenderán la honra del caballo que volvió a vivir.
El Pellegrini de 2006
La anécdota de Pablo Falero
"El Pellegrini que gané con Storm Mayor fue increíble por lo previo. Un mes antes no tenía ninguna monta y al que cruzaba por la calle, en un negocio, en el propio hipódromo o donde fuere le contestaba casi con vergüenza que no iba a correrlo. Hasta que Julio Méndez debió dejarlo por otro compromiso, me lo ofrecieron a mí y ganó", recuerda el jockey Pablo Falero, que el 6 de este mes cumplió 37 años de su debut, en Colonia, Uruguay. "Creo que gané más carreras pensando que por el rigor, porque no es mi estilo venir empujándolos ni soy enérgico para usar la fusta. Pero esa tarde de 2005, cuando venía por adentro, no lo encontraba al caballo y venía empujándolo. Hasta que en la recta final salió afuera y arrancó fuerte", agrega el jinete, que está radicado en la Argentina desde 1991 y se retirará el año próximo.
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