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En medio del paisaje, un haras
El establecimiento del brasileño Julio Bozano se instaló hace más de diez años en lo que fue la cabaña Los Robles, en un campo soñado
Todos los haras tienen su encanto, está claro. Algunos apabullan con su genética y sus padrillos. Con sus madres ilustres. Otros agregan campos increíbles. Y acá se anota Santa María de Araras en primera fila, con su cabaña de Sierra de los Padres.
Son las tierras que fueron del haras Los Robles, del recordado Alfonso Amat, y que pasaron por las manos de Mario Russak, intendente de Mar del Plata en dos períodos. Ignacio Pavlovsky, director de la cabaña de origen brasileño, relata cómo Julio Bozano accedió a esa propiedad hace más de diez años: "Arturo [Alvarez] me avisó que estaba en venta y se la recomendé a Julio, recordando lo que fue Los Robles. En poco tiempo se llegó a un acuerdo".
El veterinario Arturo Alvarez es ahora la mano derecha de Pavlovsky en el manejo del campo. Su notable trayectoria tiene un paso de años por Comalal, que está allí nomás, en el eje que tuvo a Ojo de Agua y que agrega al más joven, Firmamento. Hay una coincidencia de éxito y tradición en la zona en la que se confunde el aire marino con el que respira el suelo fértil.
Quebrado, con todos los verdes y un bosque (con un ciervo incluido) en el medio, elevado, que lo gobierna, en Santa María de Araras se crían caballos fuertes, que suben cuestas desde que ven la luz. "La tierra con gran porcentaje de fósforo y calcio es de las mejores del país para criar pura sangre", apunta Alvarez. Y Pavlovsky, que también dirige la caballeriza, agrega: " Dany y Juan Carlos siempre dicen que los potrillos de Santa María no sufren sobrecañas".
Nacho habla de Etchechoury y de Maldotti, los entrenadores del stud. Y de una lesión común en los productos, por la cual se inflaman las extremidades entre el hueso y el tejido que lo cubre. En especial en el comienzo del entrenamiento.
El trabajo tiene sus rutinas, claro. Pavlovsky viene cada quince días y cuando está le gusta arremangarse y revisar yeguas para servicio. En cuanto termina con las dieciocho del día aparece Kespléndida con su cría de días, por Not for Sale, a la que hay que marcar para la ficha del Stud Book. También Nacho se encarga de dibujar las señas del potrillo. Alvaro sonríe. "Su capacidad de trabajo es envidiable; algún día va a tener que escribir un libro sobre todas las cosas que hizo en la veterinaria equina", asegura sobre su jefe. Se refiere a la colocación de luz en los galpones de yeguas madres para favorecer los ciclos, o las operaciones de rodilla, entre otras cosas.
El buen clima de trabajo sigue con Alejandro Lemura, el encargado, el hombre orquesta. Conoce de yeguas, potrillos y de paella. Cocina una monumental al terminar la jornada. Tiene mano, sí, y lo ayuda el enclave entre el mar generoso y las huertas fructíferas de las sierras. Una bendición que colma ollas.
Alejandro es capaz de informar el estado de cada yegua, o de salir corriendo porque descubren un alambre roto y el seguro hurto de uno de los vacunos que conviven en algún potrero con las yeguas.
La naturaleza también se mete en la casa principal, con la interminable piedra marplatense. "Era la padrillera de Los Robles, y Bozano la convirtió", cuenta Pavlovsky. Sobra buen gusto entre las vigas y la barra de quebracho, los trofeos y los cuadros de Adriana Zaefferer. Pegado vive Marcelo Pascal, a cargo del mantenimiento de la casa. Está aquí desde 1964, cuando Amat lo convocó, y el dueño actual le pidió que se quedara. Put it Back y el gran Lode ocupan un sector construido especialmente, enfrente.
El equipo ténico se completa con Gastón Villa, veterinario residente. Su familia posee el haras Don Teo, allí cerca, donde actúa el semental Chubasco Cat, al que trae Pavlovsky en convenio con sus clientes estadounidenses. Y es el cuartel de invierno de un prócer, Festín, el mismo que superó el millón de dólares en ganancias en los Estados Unidos y fue favorito en la Breeders Cup Classic de 1991.
Santa María de Araras conserva su campo de Capitán Sarmiento, donde están las madres destinadas a padrillos de la zona, se hace recría y se preparan productos para venta. Pero su joya está en Mar del Plata. La tierra llena de nutrientes y el paisaje en el que el caballo es rey. Una gloria.
32 son los años que lleva Santa María de Araras en la Argentina, cuando compró las tierras de Capitán Sarmiento
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