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El “Maracanazo” del turf argentino. El Sembrador, el caballo de físico pobre al que atendió un kinesiólogo, “empujó un ángel” y ganó la carrera del millón de dólares
El día que El Sembrador, pese a las dificultades en la preparación, triunfó en el Gran Premio Brasil de 1995
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Instaurado en 1933, el Gran Premio Brasil es la carrera emblema de la hípica de ese país que se disputa cada agosto en el hipódromo de Gávea, al pie del Cerro del Corcovado, donde se levanta la imponente estatua del Cristo Redentor. Allí, a un puñado de kilómetros del mítico estadio que es otro símbolo deportivo de la ciudad de Río de Janeiro, el turf argentino dio un “Maracanazo” en 1995.
Fue el 6 de agosto, en una edición de esa competencia que tenía un premio que puso al escenario carioca en el centro de la escena mundial. Al batallón de campeones locales lo encabezaba Much Better, que el año anterior había viajado dos veces a Buenos Aires y se volvió a casa con la corona de los grandes premios Latinoamericano (G1-2100m), en la arena de La Plata, y Carlos Pellegrini (G1-2400m), en el pasto de San Isidro. La prueba resultó un imán, además de para tres caballos argentinos, para dos chilenos de Clase A, incluido Patio de Naranjos, el vencedor del Latino. Hasta ahí, dentro de la lógica de buscar ser el mejor de la región. Sin embargo, la recompensa de un millón de dólares hizo que viajaran desde Estados Unidos y Francia. Había mucho más que gloria en juego.
Talloires, un norteamericano que había comenzado su vida competitiva en las pistas de Francia y llegó a disputar el mítico Arco de Triunfo, y Celtic Arms, un francés que en la primavera boreal habían llevado a suelo estadounidense, venían de correr la prueba más emblemática del desaparecido hipódromo de Hollywood Park, en California, por la mitad de la remuneración que estaba en disputa. Desde San Isidro habían viajado El Sembrador, Seaborg y Sanguinario Toss, junto a otras celebridades de cuatro patas que animarían otras categorías durante el tremendamente lluvioso fin de semana.
El Sembrador ganando el GP Jockey Club de 1994
Paradójicamente, el as de espadas que tenía en el mazo el turf argentino era el del porte más pequeño. “El Sembrador era muy pobre de físico, pero tenía un gran corazón. Siempre se prestaba en los entrenamientos. Era muy trabajador y para ganar iba a intentar sacar fuerzas de donde no las tenía... y si le ganaban, como sucedió varias veces, iban a tener que dejar todo para vencerlo”, lo recordaba Guillermo Sena, su jockey en la segunda etapa de su campaña, cuando cambió de dueño, y uno de los que más lo conocía. Fue confiado a montarlo aquella vez. Pese a todo.
“A veces la salud lo tenía mal, era algo delicado… Justamente cuando estaba planeado ir a correr el Gran Premio Brasil estaba mal físicamente y en el stud le habían dado un mes de descanso para recién ahí comenzar a varear nuevamente y ver si podíamos llevarlo. No sólo superó todos esos inconvenientes previos, sino que fue y ganó esa difícil carrera demostrando que era distinto”, sumó Sena. De hecho, tras el segundo puesto en el Pellegrini de 1994, a dos cuerpos de Much Better, el regreso en el GP 25 de Mayo (G1-2400m) de 1995 había dejado caras largas: sin quedar lejos del vencedor, siquiera terminó en el marcador con un séptimo puesto.
El piloto, que se retiraría en 2004 luego de cursar con Jorge Valdivieso y tener una trayectoria exitosa desde 1975, luchaba con la balanza para dar el peso en el día a día, pero en las grandes gestas tenía un plus. Aquel recuerdo lo dejó marcado, aunque admitía que siempre miraba hacia adelante. “Mientras corría no era de recordar las carreras, pero a ese Gran Premio Brasil siempre lo sentí como si hubiera sido ayer. El caballo había largado muy afuera (14), pero venía en un cuarto puesto durante el desarrollo, hasta que faltando unos 900 metros le mostré la fusta para confirmar si en realidad venía tan bien como me parecía y para cortarle el avance a un rival que quería ocupar un espacio que habíamos ganado. Y fue como si recién largara”, dijo meses atrás.
“Los punteros fueron mermando y antes de entrar al derecho varios intentaron meterse por adentro, pero yo le di un poco de intención para agarrar por ese lugar y enseguida me respondió. Pero no lo hice rematar, todavía. Lo aguanté un poco porque me apareció Seaborg, al que lo despide, y Talloires, después, que nos iguala y en un momento nos quiebra. Faltaban unos 200 metros y nos había sacado una ventaja, pero El Sembrador cambió de mano dos veces y arrancó otra vez”, relató el hombre de Daireaux, en la provincia de Buenos Aires, que había competido en esa pista en tiempos en los que los torneos de jockeys ocupaban varios casilleros en el calendario sudamericano.
El triunfo de El Sembrador en el GP Brasil de 1995
En esos metros finales, un rugido desde las tribunas acompañó el momento de la llegada. Fue escalofriante. Para los brasileños, que no veían avanzar lo suficiente a su campeón Much Better, el cara o ceca de ese cabeceo entre el argentino y el estadounidense tenía un claro favorito, por la rivalidad sudamericana. No fue el que ganó. “No sé cómo hizo para sacar esa ventaja mínima al llegar al disco, pero fue como si un mago o un ángel empujara al mío y al otro no lo dejara avanzar más. Por su corazón, ganó una carrera imposible. Realmente, cuando el otro me venía acompañando sólo le di dos chirlos por la paleta y después no lo toqué más porque creía que ya había entregado todo y no tenía más nada para pelear”, se sorprendió Sena.
“A El Sembrador no se le dio la importancia que merecía, me parece. No está en la memoria de la gente, en lo popular, y es un caballo que hizo historia, aún con los problemas físicos que tenía”, contextualizó José Luis Palacios, su entrenador, dos décadas después de la hazaña en LA NACION. “Había llevado a Brasil un kinesiólogo y Alfredo Benítez le tiraba de la paleta”, agregó en estas páginas, revelando algunos otros secretos, incluyendo el del especialista Mario Raiman y el de un colega que ofrecía una técnica especial para sobrellevar las dolencias. El mes pasado, el Jockey Club Argentino le dio un premio a la trayectoria al preparador, que hoy lucha contra las secuelas de una meningitis que lo limitó físicamente en los últimos años.
El Sembrador, nacido en el haras El Paraíso en septiembre de 1991, comenzó a correr para sus criadores hasta que llegó una oferta cuando logró su segunda conquista. Gilberto Montagna, que había sido presidente de la Unión Industrial Argentina, dueño de Terrabusi y al que en las tribunas de los hipódromos se lo reconocía como “Galletita”, tenía buena intuición y asesores y le había tomado el gusto a ponerle precio a potrillos que ya comenzaban a dar buenas señales. Así, luego de que vendió la empresa, llegó a tener en su stud Andrea E., además, a Berliner, que obtuvo la Polla de Palermo siendo perdedor, o parte de Gentlemen, un crack que fue llevado a Estados Unidos.
Montagna había nacido el 28 de enero de 1935 en la ciudad de Buenos Aires, se recibió de Ingeniero Civil en 1964 en la Universidad de Buenos Aires (UBA), era un apasionado del golf y el turf y falleció en abril de 2020. En una de las paredes de su oficina sobresalía hasta sus últimos días un óleo, el de El Sembrador, el caballo al que llevó a competir además a Chile, Francia y murió apenas unos años antes que él, tras estar casi 20 años como reproductor y dejar casi 400 crías, más de una decena de ellas ganadores clásicos. Y la leyenda del “Maracanazo”, uno de los capítulos más épicos del turf nacional…
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