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Trump quizá no afecte a Los Ángeles, pero podría cambiarle el rumbo olímpico a Buenos Aires
Que Donald Trump está enloqueciendo la política mundial ya no es novedad. Que su heterodoxa presidencia de los Estados Unidos afecte al deporte y quizás incluso los sueños olímpicos de Buenos Aires es ya otra cuestión.
Trump habló en diciembre con Thomas Bach, el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI). La frase que trascendió (“el presidente electo de los Estados Unidos expresó su fuerte respaldo a Los Angeles como sede de los Juegos Olímpicos de 2024”) suena a lugar común, pero en realidad no es poco: Trump quiere en serio que Estados Unidos se lleve esos Juegos, y para ello cuenta con un aliado que sabe cómo ganarlos. Sí, cuenta con Vladimir Putin.
Bach es un alemán que ha tejido muy buenos lazos con Moscú, tan buenos, que con frecuencia es blanco de durísimas críticas de la prensa de su país (“A los pies de Putin”, escribió recientemente el Sueddeutsche Zeitung).
Es, también, un hombre de fluidísimo vínculo con Gerardo Werthein, el presidente del Comité Olímpico Argentino (COA). Y aunque Werthein no dijo aún que Buenos Aires se postulará para ser sede de los Juegos Olímpicos, todo va en esa dirección. Sobre todo para Bach, que le pide con insistencia que lo haga.
Para eso falta tiempo, es cierto, aunque lo que suceda en los próximos meses puede influir en forma importante en la idea de que Buenos Aires siga los pasos de Río de Janeiro. En septiembre, Lima será sede de la asamblea general del COI que debe elegir entre tres candidatas (Los Ángeles, París y Budapest) la sede de los Juegos de 2024.
Aunque Budapest no es una mala candidata, le falta envergadura para luchar en serio. La disputa está entonces entre dos símbolos de la inmigración, el alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti, y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo.
Nieto y bisnieto de inmigrantes mexicanos e italianos, Garcetti es especialista en Relaciones Internacionales, actor y miembro destacado del Partido Demócrata. Inmigrante, porque nació en el sur de España antes de mudarse de niña a Francia con su familia, Hidalgo habla español a la perfección y es una figura clave del Partido Socialista.
A ninguno de los dos les gusta Trump y su retórica de muros y condena a los inmigrantes, pero lo que a primera vista parece una ventaja para Hidalgo (Trump es un presidente de inédita impopularidad a nivel mundial), en el muy especial micromundo del COI no lo es en realidad tanto.
La estrepitosa derrota de Barack y Michelle Obama en su visita de 2009 a Copenhague (Chicago quedó quinta y última en esa elección ganada por Río), de la que Trump se burló en su momento, se explica sobre todo por la animadversión en el COI a un Estados Unidos que se quedaba con demasiado dinero del programa de patrocinadores. Reequilibrado el reparto hace un par de años, el enorme poder de la televisión estadounidense, que financia en buena parte al olimpismo, es mucho más decisivo que Trump o sus muros.
París tiene además el problema añadido de una posible victoria de Marine Le Pen en las elecciones presidenciales de mayo. La ultraderecha nunca llegó al Palacio del Eliseo en la Quinta República, pero el mundo está lo suficientemente revuelto como para pensar que casi cualquier cosa es posible. No es el único problema de Francia, país en mira preferente del terrorismo islámico.
No desairar a Estados Unidos, no desairar a Europa, contentar a Putin y a la vez contenerlo… Demasiados desafíos para Bach, que viene analizando una idea heterodoxa: decidir en Lima no sólo la sede del 2024, sino también la del 2028.
“Las elecciones de sedes dejan demasiados perdedores”, dice con frecuencia el alemán, que sabe bien lo catastrófico que podría ser el movimiento: el principio del fin de Joseph Blatter en la FIFA fue su decisión de elegir en 2011 las sedes de los Mundiales de 2028 y 2032.
Si los Juegos de 2024 y 2028 se definen de una tacada y quedan en manos de Los Angeles y París, Buenos Aires recién podría pensar en los de 2032. Esa elección sería en 2025, ya con Bach retirado o en retirada. La Argentina viene construyendo prestigio olímpico, y los Juegos de la juventud del año próximo son un importante escalón que puede sumar el de los Panamericanos de 2023. ¿Y después? ¿La apuesta es por 2028 o por 2032? Difícil imaginar que Bach no le dé en estas semanas alguna señal a Werthein. Si es que no se la dio ya.
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