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Italia ’90. De goleador del Mundial a actuar como jefe de la mafia: qué fue de la vida de Totó Schillaci
Hay apellidos que están ligados indefectiblemente a eventos deportivos puntuales que los convierten en inmortales. Salvatore Schillaci vivió un éxito fugaz que lo catapultó a la fama en el Mundial de Italia 1990. Un torneo al que había llegado en silencio, casi como un tapado, pero en el que se transformó en el goleador absoluto con seis goles. Es cierto, se habla de un recuerdo poco feliz para los locales, pero que el artillero capitalizó: se llevó los premios al Botín de Oro y Balón de Oro. Un mes que a Totó le cambió para siempre su relación con los hinchas italianos.
Ahora, ¿qué fue de la vida de este hombre que en 1990 sorprendió al mundo del deporte? Hoy, a los 55 años, luce con más pelo que cuando se dio a conocer 30 años atrás. Desaparecido de las grandes luces del fútbol, Schillaci no siempre estuvo ligado a este deporte. Entre otras cuestiones, amante del cine y la TV, el italiano interpretó el papel de un mafioso, inspirado según él en Robert De Niro, su ídolo (la serie se llamó "Squadra antimafia"). Además, participó del reality show "La Isla de los Famosos", en el que terminó tercero. Más adelante se dio un nuevo gusto actuando en las películas "Love, Lies and Football" y "Il mio amico". También escribió su autobiografía "Il gol è tutto" ("El gol es todo"). Y finalmente probó en la política en 2001, aunque de ese mundo huyó despavorido: concejal primero, y consejero regional de Deportes de Palermo después, la experiencia duró sólo dos años. Una definición lo pinta de cuerpo entero: "Mi vida no es estable, estoy siempre girando".
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En relación con el mundo en el que se formó, el de la pelota, Schillaci dirige en Palermo un centro deportivo desde el 2000. Allí se formó Francesco Di Mariano, su sobrino, también futbolista. Asimismo, Totó es el dueño de U. S. Palermo, un equipo de jugadores amateur. Siempre activo, el ex delantero también forma parte del Proyecto Asante, un club de aficionados que juega en la liga siciliana y está compuesto íntegramente por inmigrantes. Y trabajó como comentarista televisivo en la RAI.
La de Schillaci es una vida digna de un guión de película. El hijo más querido de Palermo nació en la capital de la isla de Sicilia el 1 de diciembre de 1964. Salvatore empezó su carrera profesional en el Club AMAT Palermo en 1981. Un año después arribó al Messina, que por entonces jugaba en la Serie C. Desde sus comienzos, Salvatore no se distinguió por su técnica, pero sí por su olfato de gol y su pericia en el área rival. Entre 1982 y 1989 jugó 219 partidos entre las Series B y C y marcó 61 goles. Y cuando era un absoluto desconocido para el público general fue contratado por la Juventus en 1989, en la era dorada post Michel Platini.
Años dorados en la Juventus
Con la Vecchia Signora, Totó celebró la Copa Italia 1990 tras vencer a Milan. Un año de emociones intensas en el que también festejó la Copa UEFA contra Fiorentina. En ninguna de las finales convirtió, pero sus actuaciones sirvieron para que el DT Azeglio Vicini lo considerase para el conjunto nacional. Y en ese legendario 1990 también fue parte de un golpazo de la Juventus cuando fue vapuleada por 5-1 frente el Napoli de Diego Maradona en la final de la Supercopa. Aquella memorable goleada ocurrió el 1 de septiembre, en el mítico San Paolo. Apenas dos meses después de la eliminación del Mundial, también ante Diego. Y en el mismo estadio.
Tras el Mundial, el llamado "Padrino del Gol" (por su origen siciliano), siguió en Turín un par de años más pero su aura goleadora se fue apagando paulatinamente. En la temporada 92-93 fue fichado por el Inter. En Milán lo suyo también resultó fugaz y anotó apenas 11 goles en dos años. Su nombre empezaba a quedar cada vez más relacionado con lo hecho en Italia 1990. Atacado por varias lesiones, en el fútbol de elite nunca más volvió a brillar como en aquel Mundial.
En 1994, Schillaci se marchó al Júbilo Iwata de Japón y fue el primer italiano en competir en ese país. Se hablaba de una nueva liga que ofrecía contratos suculentos, y que se encargaba de reclutar estrellas europeas o sudamericanas en la parte final de sus trayectorias como Zico, Dunga, Ramón Díaz, Julio Salinas, Pierre Littbarski y Gary Lineker, por ejemplo. En Japón, el atacante italiano recibió el apodo de "Totó-San" y le puso un broche a su carrera en mayo de 1997, a los 33 años, tras anotar 56 goles en 78 encuentros.
En 2000, Salvatore decidió volver a su Sicilia natal, donde abrió un centro deportivo en Palermo, y se hizo cargo de la escuela de fútbol "Louis Ribolla". En definitiva, un regreso a los orígenes para hacerse cargo de las mismas canchas en las que jugaba cuando era un niño. Totó vive en su amado Palermo con su segunda esposa Barbara y su hijo, mientras que sus otros tres hijos (Mattia y Jessica, nacidos de su primer matrimonio, y Nicole, el resultado de una relación posterior), residen en distintas ciudades europeas.
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Schillaci, "Il Salvatore de la Patria"
"En la vida, siempre me ha gustado lo sorprendente", dice Schillaci. Y vaya si es cierto. Es que 18 meses antes del Mundial de 1990 no era más que un delantero del humilde Messina, de la segunda división italiana. Y de entrar para sentarse como suplente en el primer partido de Italia, Totó -era el reemplazante natural de Andrea Carnevale- se encendió al anotar seis goles a lo largo de los siete compromisos que jugó la Azzurra en el Mundial. Le bastaron apenas tres minutos en ese debut contra Austria (ingresó a los 30 del segundo tiempo y a los 33 marcó el 1-0) para darse a conocer al mundo. En su país se ganó un apodo: "Il Salvatore de la Patria".
En Italia '90, Schillaci se convirtió en un ídolo de la noche a la mañana. Durante ese torneo fue el autor del 60% de los goles italianos, que terminaron invictos pero se quedaron con las manos vacías. "Yo no era titular. Era el único que llegó de puntillas e intenté poner al técnico en dificultades. Es una historia fantástica y tengo que decir que no me lo esperaba", remarcó en una reciente entrevista en Radio Rivadavia.
Los goles de Totó se fueron sucediendo: Austria y Checoslovaquia por la zona de grupos; Uruguay en octavos de final; Irlanda en cuartos, la Argentina en semifinales e Inglaterra en el cruce por el tercer puesto. Apenas se sentó en el banco de suplentes durante los dos encuentros iniciales. Sus brazos en alto y sus ojos enérgicos en cada uno de los festejos quedaron como una marca registrada de los mundiales. "El recuerdo permanente de la gente es lo que más guardo dentro de mí. Ojalá que lo hagan por siempre", se emociona.
Su suceso, en definitiva, era también el éxito -y la reivindicación- del sur italiano. El norte y el sur de este país, vale recordar, siempre vivieron dos mundos muy diferentes. Históricamente atravesaron rivalidades deportivas y, sobre todo, sociales. A tal punto que la mayoría de los jugadores de aquel seleccionado pertenecían a los clásicos clubes del norte: Milan, Inter y Juventus. Se sumaba la Sampdoria.
Siciliano de pura cepa, de origen humilde, más de 20.000 personas se acercaron a la puerta de la casa en la que nació Schillaci aquella jornada en la que Salvatore marcó el 1-0 contra Irlanda, en los cuartos de final. Una fiesta en uno de los barrios más populares de Palermo, una de las tantas noches mágicas bajo el cielo italiano. "Es increíble que hayan pasado 30 años, parece como que fue ayer. Vengo de la nada y de un día para el otro me convertí en el máximo goleador de un Mundial. Si un par de años antes alguien me hubiera dicho que algo así iba a suceder, me hubiese reído", remarcó al Daily Mail.
Contra el equipo de Carlos Bilardo, el ex delantero italiano fue protagonista estelar cuando abrió el marcador a los 17 minutos del primer tiempo. Ya en la segunda parte llegaría el inolvidable cabezazo de Claudio Caniggia tras el centro de Julio Olarticoechea. "Argentina consiguió una jugada aislada. La pelota me pasó a mí entre las piernas y vi el pique de Caniggia. La verdad, en ese momento me di cuenta del espacio que habíamos dejado. Esa maniobra en sí está plagada de errores que los pagamos caros", detalló Schillaci.
"Me entristece recordar el encuentro contra la Argentina. Siempre veo los partidos de los mundiales por televisión, aunque no me gusta pensar en ese duelo porque me entristece haber perdido por penales contra ellos y contra Maradona. Tuvimos la oportunidad de ganar 2-0, pero llevaron el juego a los penales porque sabían que eran muy buenos en eso", analizó Schillaci.
Totó se marchó del seleccionado con un récord envidiable: sietes goles en apenas 16 partidos con la Nazionale, y seis de ellos los marcó en el Mundial disputado en casa. A 30 años de aquellos momentos inolvidables, el ídolo popular tomó diferentes caminos. Sin embargo, el cuento de hadas continúa hasta hoy, y Schillaci lo sabe: “Italia ‘90 me cambió la vida en cuanto al nivel de popularidad. Aunque si soy amado no es sólo por lo que hice en el campo de juego, sino también afuera. Soy normal, no soy falso, y la gente lo entiende así. Por dentro soy el mismo de siempre”, dice. Y finaliza: “En cierto punto, también, alguna vez frené y me pregunté: ‘¿Es todo verdad lo que pasó?’”.
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