Tomás Argonz, el ímpetu amateur

La otra batalla del 100° Abierto la libran los aficionados. Son los que en un principio apuntan a la Copa Pereyra Iraola, reservada para ellos, pero si andan muy bien pueden soñar con un festejo entre los profesionales, hazaña que concretó por última vez Jorge Ledesma, en 1963.

Hasta la tercera vuelta, Luciano Giometti figuraba a dos golpes de la punta y hasta allí era el emblema del ímpetu amateur. Finalmente, el chico de Banfield tropezó ayer con seis bogeys y fue Tomás Argonz el que quedó como el mejor representante en el leadearboard entre los aficionados.

Con 22 años y handicap +3, este rosarino aparece 6°, a ocho golpes de Kevin Stadler. Es cierto, es mucha distancia con 18 hoyos por jugarse. Sin embargo, esa cintita roja dentro de la bolsa y las dos monedas plateadas de 25 centavos que guarda en su bolsillo como cábalas pueden ayudarlo para terminar lo más alto posible. "Creo que ocho golpes de distancia es un poco una utopía. Parece demasiado, pero si en la última vuelta puedo hacer mi juego y me divierto como hasta ahora?"

No imaginaba ubicarse entre los seis primeros: "Mi objetivo era pasar el corte clasificatorio y, una vez dentro, ver qué sucedía", dice Argonz, que lleva el golf en la sangre. Sólo es cuestión de revisar su árbol genealógico: su abuelo paterno fue scratch y presidente del Rosario Golf Club; su abuelo materno, también scratch, condujo al Córdoba Golf Club. Y su padre, Víctor, también jugador amateur, lo inició a los 4 años en Rosario. "El fue quien nos dio el primer empujón a mi hermano Ignacio y a mí en el golf. Cuando tuvimos 12 o 13 años ya nos largó solos", recuerda Argonz, que luego siguió su camino en los torneos de menores de 15 y de 18 años.

Entre 2002 y 2003 residió en Richmond, Virginia, en donde consiguió una beca para jugar y estudiar. Pero el plan no tuvo los resultados esperados y regresó al país para seguir la carrera de derecho. En marzo de este año se produjo otro quiebre: dejó la facultad y pasó a dedicarse exclusivamente al golf. Por eso es que todas las semanas se perfecciona en la Escuela de la Asociación Argentina de Golf.

El horizonte, ahora, está más claro: "En octubre del año próximo me haré profesional. Esto no significa que voy a convertirme en el número 50 del mundo; la meta es viajar, jugar torneos y vivir dignamente del golf", señala.

Se define como un jugador que, cuando se embala, puede hacer cosas importantes. "Fijate que en la tercera vuelta hice birdies en los hoyos 4, 5, 6 y 7. Me muevo con las sensaciones", apunta Argonz, cuya tarjeta de ayer tomó más vuelo con el águila en el par 5 hoyo 15, para un total de 69. En la última jornada le llegará el tiempo de disfrutar, seguir con la misma confianza y esperar. Como le gusta a Argonz.

Gastón Saiz

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