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Tokio 2020. La ucraniana que sobrevivió a Chernobyl y a abusos múltiples, y hoy es medallista paralímpica y deportista ejemplar
Oksana Masters tiene una durísima historia de vida; pero nada la detiene; este martes ganó el oro en la prueba contrarreloj de ciclismo de ruta
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Oksana Masters sonríe. Nació hace 32 años con múltiples malformaciones y durante su infancia sufrió continuos abusos físicos, emocionales y sexuales. Pero a pesar de todo sonríe, mientras mira la medalla de oro que acaba de recibir como campeona paralímpica en Tokio 2020 de contrarreloj H4-5 en ciclismo de ruta.
Su cuerpo expone como pocos las consecuencias del terrible accidente de la central nuclear de Chernobyl, en 1986. Como herencia de ese desastre llegó a este mundo con sólo un riñón y seis dedos en cada pie. Además, aunque en sus manos tenía los cinco dedos, le faltaban las falanges distales. Como si fuera poco, su pierna izquierda era 15 centímetros más corta que la derecha y no tenía tibias, es decir, el hueso más fuerte debajo de la rodilla. Por eso, a los 9 años, le amputaron una pierna por encima de la rodilla. Y a los 14, la otra.
Oriunda de la ciudad de Jmelnitski, ubicada en la región occidental de Ucrania, sus penurias no terminaron sólo en las complicaciones físicas con las que nació a causa de la radiación. Durante su infancia vivió frecuentes abusos físicos, emocionales y sexuales en diferentes orfanatos. Fueron dos años en el infierno que recién pudo sacar a la luz en marzo de 2020, mediante un video llamado Superviviente. “Entre los 5 y los 7 años me violaron todas las noches, y una noche vi como mi gran amiga Lainey murió por robarse un pan”, dice entre lágrimas en ese documental. En enero de este año dio más detalles a través de una carta abierta.
“Recuerdo que tenían largos pasillos, que parecían diseñados para dar el máximo miedo posible. Hacía tanto frío que era normal ver tu propio aliento. Y siempre tan oscuros... Recuerdo la noche. La mayoría de las cosas peores ocurrían a altas horas de la noche. Desde entonces hay una lista de cosas que ya no soporto: cuchillos, cigarrillos encendidos, cadenas metálicas... Todavía no puedo recibir un masaje sin asustarme. Eso probablemente te da una idea de la situación”, dice en el video, desbordada por la emoción.
Su vida cambió para siempre cuando conoció a la estadounidense Gay Masters. La mujer de Kentucky consideró primordial darle una oportunidad a aquella niña mal alimentada y tan reacia a los abrazos. Y luchó casi tres años por adoptarla. Para Oksana, Gay es un ángel.
“Cuando nos conocimos, ella estaba preocupada por dos asuntos: cómo cruzar el océano en un avión y aprender inglés. Pero enseguida me dijo: ‘Soy inteligente, así que voy a enseñarte ucraniano yo a vos’”, contó su madre.
Gracias al cariño y a la alimentación que le ofrecieron en su nuevo hogar, la pequeña creció 15 centímetros en seis meses. Pero igual sufría cada noche. Le resultaba imposible dormirse.
“En el orfanato se asociaba el sueño con el abuso, así de simple. Era imposible no hacerlo”, compartió en su carta. Y agregó: “No podía dejar de odiar el sueño. Por extraño que parezca, al principio la cama era demasiado cómoda para mí. Necesitaba dormir en un suelo duro, como antes. Era casi como si tuviera que procesar de nuevo el trauma, en cierto modo, antes de aprender a dejarlo ir”.
Pero su mamá adoptiva no se apartó un segundo de ella en todo ese proceso. Doloroso y necesario. Acompañó a Oksana hasta que el pasado dejara de ser el foco y comenzara a proyectar a futuro con ilusión. Gay le enseñó el valor del perdón y de la resiliencia.
“Mi madre me abrió tantas puertas de la vida para que pudiera atravesarlas y enamorarme del mundo... Ella es la razón por la que estoy aquí y nunca podré compensarla por todo lo que hizo por mí”, confesó emocionada.
Fue tan grande el trabajo de Gay Masters con Oksana que incluso pudo hacer que la flamante campeona paralímpica perdonara a su familia biológica por haberla abandonado. “Solía preguntarme qué había hecho mal para que me dejaran sola. ¿Por qué alguien me haría esto? Pero ahora sueño con conocerlos y terminar el rompecabezas”.
El deporte como llave a la vida
Durante sus años en Estados Unidos, el deporte fue un bálsamo. Un bastón donde se apoyó para seguir superándose. “El deporte me hizo ver cómo el cuerpo -mi cuerpo- tiene un poder que nunca debe ser subestimado”, declaró.
Las estadísticas así lo evidencian: ganó su primera medalla paralímpica en Londres 2012 en remo, junto al exmarino doble amputado Rob Jones, que tiempo después completó 31 maratones en 31 días.
Go, @OksanaMasters, go! 💪 pic.twitter.com/h7N94MD7pq
— U.S. Paralympics Cycling (@usparacycling) June 19, 2021
Dos años más tarde participó en esquí de fondo y biatlón en los Juegos Paralímpicos de Invierno de Sochi 2014. Allí, se colgó una medalla de plata y otra de bronce.
En Rio 2016 debutó en ciclismo (no logró acceder al podio) y nada le impidió decir presente en los Juegos de Invierno de Pyeongchang 2018. En total suma 9 medallas paralímpicas: tres oros, tres platas y tres bronces.
Sus éxitos deportivos le dieron un reconocimiento que jamás buscó, pero que agradeció con el alma: a comienzos de 2020 ganó el prestigioso Premio Laureus a la mejor deportista con discapacidad. “Gracias mami, por darme esta segunda oportunidad de vida”, le dijo a Gay, que la aplaudía emocionada a un costado del escenario.
“Para ser irremplazable debes ser diferente”. Esa frase de la diseñadora francesa Coco Chanel es la que eligió para su perfil en las redes sociales.
En la foto que eligió también sonríe. Como este martes en Tokio, junto a su primer oro paralímpico en ciclismo.
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