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El año olímpico: los Juegos de Tokio, un viaje al futuro en la sede del caos organizado
TOKIO.– Un pequeño vehículo autónomo es el acompañante todoterreno de los jóvenes voluntarios: va y viene por una zona demarcada en el estadio para transportar jabalinas, discos y martillos. Un robot con dos ganchos no sólo alcanza una botella de agua, sino que también promete asistencia perfecta para recoger elementos de las competencias paralímpicas. Mientras, puertas adentro ultiman detalles para llevar a la moderna Villa Olímpica unos 20 shuttles que no requieren conductor. Los cinco sensores para una visión de 360 grados, el mapeo en tres dimensiones y la batería eléctrica hacen lo suyo para garantizar autonomía y movilidad en un vecindario al que ya le colgaron el cartel de "Smart City" (aunque en este caso será solamente un "barrio inteligente"). En la ciudad del caos organizado, entre torrentes de personas y de caminos que se cruzan sin chocarse, esperan por unos Juegos Olímpicos a los que definen como "los más innovadores de la historia". Serán los Juegos del futuro.
La cita de un mañana con fuertes lazos con el ayer. Más allá de las novedades tecnológicas que se presentarán en Tokio 2020, uno de los aspectos llamativos será el tan mentado legado. Las ciudades olímpicas se apoyan en la repercusión urbanística, aunque no todas la consiguen. La historia reciente marca que Barcelona fue el modelo por seguir, que Pekín resultó un intermedio –mejoras en infraestructura y transporte público, pero con varios elefantes blancos– y que Londres redescubrió Stratford en 2012, transformando un barrio industrial en un sector que es el paradigma del boom inmobiliario. Un vecindario obrero que ahora huele a Starbucks. En ese aspecto, Londres triunfó donde otros Juegos, como los de Río de Janeiro, fallaron.
Pero Tokio irá más allá: no sólo dejará obras y espacios multiusos, sino que también aprovechará el legado de los Juegos de 1964. Un inédito reciclado 56 años después. Un concepto único en el que dos zonas de la capital japonesa serán los círculos que formarán el signo del infinito, y en el cual la Villa Olímpica estará emplazada en la intersección. Una zona será la del patrimonio, también conocida como la de "la herencia", la que invoca los Juegos del pasado. La otra, en la bahía del skyline perfecto, simboliza el costado más cosmopolita.
Por fuera de la capital, el fútbol llevará los Juegos a Yokohama, Saitama, Sapporo, Sendái y Kashima. Por primera vez en la historia la maratón no se hará en la ciudad sede, porque se mudará a Sapporo, unos 900 kilómetros al norte de Tokio. Un cambio al que no le faltó controversia y que se apoya en las altas temperaturas que invaden a la capital durante el mes de julio y que podrían afectar la salud y el rendimiento de los atletas. Y el béisbol tendrá un escenario de fuerte carga emotiva: verá acción en Fukushima, a nueve años del accidente nuclear que se produjo tras un terremoto de 9 grados de magnitud y de un tsunami que golpeó la costa noreste del país. Fukushima es la ciudad elegida para iniciar el recorrido de la antorcha en suelo japonés, el 26 de marzo. El mensaje es claro: el olimpismo será, una vez más, la vidriera para mostrar la recuperación.
A tiempo y bajo control
En el extremo sur del barrio de Shinjuku, de Tokio, hay una esquina en la que la calma de estos días es sólo la tranquilidad que antecede a la invasión de fanáticos que llegará entre julio y agosto. El flamante Museo Olímpico de Japón comparte vecindario con el renovado estadio Olímpico, con dos campos de béisbol y uno de rugby (aunque estos no tendrán uso oficial durante los Juegos). Una zona verde rodeada por edificios emblemáticos, embajadas y hasta una galería memorial en la que se puede encontrar las mejores obras niponas de los albores del siglo XX. Los taxis, pintados de negro y con los logos oficiales de los los Juegos Olímpicos y los Paralímpicos, se pasean por calles que serán inaccesibles en cuestión de meses. El museo, custodiado por una estatua del barón Pierre de Coubertin (presidente del COI entre 1896 y 1925), tiene vista preferencial a uno de los ingresos del escenario principal de Tokio 2020 y sus cinco anillos ubicados estratégicamente en la vereda regalarán la fotografía olímpica más viral.
En la tierra de la perseverancia y la planificación a largo plazo no habrá que esperar hasta último momento para que los organizadores corten cintas o muestren aperturas contrarreloj. Hace tres semanas, unas 60 mil personas ya ocuparon las tribunas del flamante estadio Olímpico en una inauguración que contó con la participación de Usain Bolt en una simbólica carrera de relevos. El mito jamaiquino se mostró en una pista que será testigo de las ceremonias de apertura y clausura (agendadas para el 24 de julio y el 9 de agosto), de las competencias de atletismo y de la final de fútbol femenino. El comité organizador de los Juegos no se guardó nada para mostrar el moderno recinto, que se levantó donde estaba ubicado el antiguo estadio Nacional, construido para los Juegos Asiáticos de 1958 y los Olímpicos de 1964 y demolido en 2015 para dar lugar a una nueva estructura donde priman el bajo impacto ambiental, los detalles del gusto de los locales por la naturaleza y el uso de madera y de colores como el verde y el marrón para dar sensación de "bosque".
Con las diferentes sedes bajo control, el otro punto clave en el que pusieron el ojo los organizadores es la previsión ante posibles desastres naturales. El 19 de diciembre pasado se realizó un simulacro bajo la premisa de que "un terremoto de gran magnitud podría sacudir Tokio durante julio de 2020". Así, el comité organizador, la policía metropolitana y el departamento de bomberos actuaron sobre un supuesto temblor de magnitud 7 en el norte de la bahía, donde se ubica el centro olímpico Ariake, en el que se desarrollarán las competiciones de gimnasia. Nada puede quedar librado al azar.
Tecnología y ecología
El traspaso que le dio Río 2016 a Tokio 2020 en el Maracaná fue sólo un pequeño adelanto: por entonces, los japoneses desplegaron sus mejores armas, con animaciones, juegos de luces, realidad virtual, innovaciones y la aparición de Súper Mario, Hello Kitty, Pac-Man y los Supercampeones. Un mix que puso de pie al público brasileño y que dejó un mensaje: habrá convivencia de historia y tecnología, de personajes de fantasía con mitos deportivos de carne y hueso, de karaokes con luces de neón y modernos escenarios. Y van más allá: los Juegos prometen una fuerte apuesta por la robótica, la movilidad y la ecología.
En ese sentido, la automotriz Toyota, patrocinadora oficial de Tokio 2020, realizó una presentación a la que tuvo acceso LA NACION y en la que vieron la luz los robots que servirán de apoyo a los deportistas y de asistencia a los espectadores, unos modernos monopatines pensados para los visitantes de movilidad reducida, vehículos eléctricos que acompañarán a la antorcha, micros que tienen estacionamiento autónomo para los traslados oficiales, y el novedoso e-Palette, un shuttle autónomo a batería que se moverá por la Villa Olímpica. Circulará a 19 km/h, reconocerá el cruce de peatones y no requerirá de chofer, aunque podrá tener asistencia humana ante una emergencia gracias a un pequeño joystick. La enésima postal de unos Juegos que darán un salto en el tiempo.
En la entrada del Museo Olímpico, a metros del imponente Estadio Nacional, la antorcha de Tokio 2020 se erige en la estrella de la exhibición. De color rosa claro y dividida en cinco cavidades con forma de pétalo, representa la flor del cerezo, todo un símbolo de la cultura japonesa. "La esperanza ilumina nuestro camino", es su lema. Su aleación consta de un 30% de aluminio reciclado proveniente de las casas prefabricadas con que se reconstruyó la zona devastada por el tsunami del Pacífico norte en 2011. La sustentabilidad, la juventud y la equidad son los focos de estos Juegos Olímpicos.
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