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Todos los corredores que sueñan con Tokio, en el radar de la preparación
Una decena de atletas tienen por delante distintas pruebas para intentar atrapar alguno de los pocos cupos disponibles; de Casetta a Daiana Ocampo, Joaquín Arbe, Muñoz, Fede Bruno y Marcela Gómez
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Belén está trabajando en el salón de fiestas de sus padres, atiende las mesas y prepara los alimentos en la cocina. Pero es agosto del 2012 y Belén está acelerada como nunca, va rápido a la cocina, vuelve como un rayo a las mesas. “Me apuraba lo más posible para estar un rato viendo la tele”, recuerda Belén Casetta. “Así, me vi todo el atletismo de [los Juegos Olímpicos de] Londres 2012. Mirando la pantalla me dije: yo voy a estar en Río 2016”. Tenía entonces 17 años.
Cuentan que era muy buena camarera, los clientes quedaban muy contentos con la atención y le dejaban buenas propinas. “Para mí fue una gran formación de los 15 a los 17, para relacionarme con gente adulta”, explica Casetta. Cuatro años más tarde estaba en Río de Janeiro, detrás de la línea de partida de la prueba de 3000 metros con obstáculos. Eran los Juegos Olímpicos de 2016 y ella con 21 años estaba junto a otras 16 atletas lista para largar. Todas, excepto una, eran más grandes que Belén.
En el camino a los Juegos Olímpicos no solo hay obstáculos. Hay esfuerzo, derrotas, lesiones, y estos en particular el estrecho sendero que desemboca en Tokio 2020 está plagado de incertidumbre.
Poco menos de una decena de corredores argentinos están estirando su zancada al máximo para poder pisar la lejana isla asiática. Leonardo Malgor, responsable del área de medio fondo y fondo (los que corren largo) de la Confederación Argentina de Atletismo (CADA), pasa la lista: “Hace un año [antes de que los Juegos se suspendan por la pandemia] teníamos 6 atletas muy cerca de Tokio. Hoy estamos igual: Florencia Borelli (en 5000 metros), Belén Casetta (en obstáculos) y Daiana Ocampo, que tiene un pie adentro y un pie afuera, lo cual se definirá en la maratón A Pampa Traviesa el 18 de abril”. A ellos se suman tres maratonistas que ya lograron la marca mínima: Joaquín Arbe, Eulalio Muñoz y Marcela Gómez. “Y sumalo a [Federico] Bruno”, agrega Malgor “que te puede salir sexto en una carrera regional, pero después ir a Madrid y meter 3′34” [la marca mínima clasificatoria para los 1500 metros]”. Y define técnicamente: “El Loco [por Bruno] es loco, lo puede hacer”.
Con respecto a la marplatense Florencia Borelli, entrenada por Malgor, en su prueba de 5000 metros clasifican 42 atletas, y hoy ella está en el puesto 43. “Está ahí, pero no es nada fácil”, explica su entrenador. “Necesita no solo ganar el campeonato sudamericano [que se realiza en mayo en la Argentina], sino también hacerlo con una buena marca”, detalla. Es que si bien está a un puesto de clasificar, 36 de las 42 que irán ya tienen el lugar asegurado, o sea que para ella solo quedan seis cupos para pelear con el resto del mundo.
¿Y qué pasa con Casetta? También marplatense, también entrenada por Malgor, está un poco más segura al tener un marca entre las 30 mejores del mundo [tomando solo tres atletas por país, que es el cupo para los Juegos]. Tiene por delante los grand prix sudamericanos (en marzo), el campeonato nacional (en abril) y el sudamericano (en mayo). “Me voy motivando competencia a competencia”, cuenta Belén desde Kenia, donde se fue a realizar parte de su preparación. “Más allá de que los hayan aplazado un año, a mí no me cambia en nada, el gran objetivo es Tokio”, dice.
También muy lejos de su casa, pero en la otra punta del país, el esquelense Joaquín Arbe se fue a Cachi, para aprovechar los 2500 metros sobre el nivel del mar que ofrece el pueblito salteño, refugio de los grandes atletas del país. “Nunca me había ido tanto tiempo fuera de casa”, reconoce Joaquín, que salió de Esquel el 1º de marzo y volverá a finales de mayo. El múltiple campeón nacional logró en el 2019 correr la maratón de Buenos Aires en 2h11m04s y con eso sacó pasaje a Tokio. “Empecé a tomarme en serio lo de los Juegos por el 2016”, reconoce Joaquín, “ya para ese entonces sabía que lo podía lograr”.
Un vecino de Arbe, allá a los pies de la cordillera chubutense, es Eulalio Muñoz, alias “Coco”. Con sus piernas “Coquito” marcó 2h09m59s, una locura a solo dos segundos del récord histórico argentino del gran Antonio Silio. “Desde hace dos años que me dediqué a correr maratones y he competido muy poco, el entrenamiento demanda 3 o 4 meses de preparación exclusiva, por eso la falta de competencia actual no me cambió mucho”, explica Eulalio. “A mí las grandes carreras me quedan siempre lejos, por eso tampoco compito tanto”. 1875 kilómetros separan en auto Esquel de Buenos Aires, a “Coco” le lleva poco más de dos meses hacer esa distancia corriendo.
“Como los Juegos un día se hacen y al otro día no, cambia mucho”, reflexiona. “Confío en que se van a hacer, sería muy triste que se cancelen definitivamente, se perdería una camada de preparación y en muchos casos sería esta la última chance”.
El entrenamiento en un mundo trastocado por la pandemia no respeta fronteras. Marcela Gómez, argentina radicada en Brasil y actual dueña del récord nacional con 2h28m58s, ve el vaso medio lleno, y medio vacío: “Creo que tiene sus puntos a favor y en contra. El punto favor es que tenemos más tiempo para trabajar y corregir todo lo necesario. El punto en contra es que entrenar sin calendario [de competencias] te desmotiva un poco, ya que no es lo mismo entrenar por entrenar, que entrenar con una fecha y un objetivo específico”, le cuenta a LA NACION desde la altura de Paipa, en Colombia. “Acá tengo toda la estructura necesaria para mantenerme 100% enfocada y motivada. Me levanto todos los días pensando que estoy trabajando para cumplir uno de los mayores sueños que un atleta puede tener, representar a su país en un Juego Olímpico, esa es mi motivación”.
Con la mirada fija en el 2 de agosto, imaginándose bajo el arco de largada de la maratón, Gómez vive cada hora de su presente. Es una de ese puñado de corredores que estiran su zancada al máximo para poder pisar la lejana isla asiática. “Lo sentí mucho al principio, cuando todo esto comenzó. No podía entrenar en pista ni en los parques a los que estaba acostumbrada, pero conseguí mantener la programación y la planificación”, recuerda, hoy a un año del inicio de las restricciones. En un mundo aún trastocado, Marcela, como el resto de los atletas, entiende lo que tiene que hacer: “Trabajo, me cuido, tomo todas las precauciones necesarias que están a mi alcance para poder cumplir este sueño, y no pienso mucho en lo que no depende de mí. Me concentro en lo que puedo hacer y nada más”.
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