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Tigre y Cagna, socios del éxito en la aventura en Primera
Por Juan Pablo Varsky Para LA NACION
Se terminaba el año 2003. Un feliz Diego Cagna se preparaba para viajar a Japón con Boca. Ya campeón del Apertura 03, el capitán y sus compañeros hacían foco en la misión Milan por la Copa Intercontinental. Mientras tanto, Tigre le ganaba 1 a 0 a Defensores de Cambaceres con gol de Martens, por la 18» fecha de la B Metropolitana, pero su pueblo no era feliz. Había cantado victoria tras cuatro juegos sin goles en la siempre difícil tercera categoría del fútbol argentino, pero sus hinchas se la pasaron gritando contra la comisión directiva, encabezada por el presidente Rodolfo Bianchi desde 1999. Recién llegado, el DT Ricardo Caruso Lombardi no asistió a la conferencia de prensa pospartido debido a ese ambiente muy pesado. El zaguero Juan Carlos Blengio, surgido de las divisiones juveniles del club, soportó estoicamente las preguntas del periodismo que quería saber cómo se sentían los jugadores al escuchar "Tigre va a salir campeón el día que se vayan todos los h... de p de la Comisión".
Fenómeno de convocatoria, el equipo lideraba la tabla de recaudaciones pero no podía salir de la mediocridad deportiva. Los entrenadores desfilaban como modelos. Tuvo cuatro en aquella temporada 2003-2004: Juan de la Cruz Kairuz (represor de la dictadura en Jujuy mientras dirigía a Atlético Ledesma), Raúl Grimoldi, Omar Cerrillo y, finalmente, Caruso. El descenso a la C no estaba tan lejos. El promedio metía miedo. El club era una ruina con un pasivo de 8.000.000 de pesos y una avalancha de juicios por resolver. Con elecciones previstas para un lejano 2005, Sergio Massa, actual titular de la Anses e intendente electo de Tigre, se convirtió en el hombre fuerte del club sin la necesidad de un cargo ejecutivo. "Somos un gigante dormido", dijo, y empezó a tomar decisiones. La primera fue contratar a Caruso Lombardi y darle plenos poderes para armar el equipo con vistas al siguiente ejercicio, el 04-05.
Capitán de Boca desde el primer partido del ciclo Bianchi en el Apertura 98, Diego Cagna pudo levantar su propia Copa Intercontinental el 14 de diciembre de 2003. Así terminó un año inolvidable para el club con tres vueltas olímpicas: Libertadores, Apertura y la Intercontinental. Pero para él fue aún más especial. Por fin festejaba títulos internacionales con Boca. Transferido a Villarreal a fines de 1999, fue el único titular de aquel primer equipo de Bianchi que no llegó a jugar la Copa Libertadores de 2000. Casi repite en 2004, pero Once Caldas tuvo otros planes y Bianchi renunció después de esa derrota. Pasó Brindisi fugazmente, Benítez se quedó gracias a la Sudamericana 2004 y en julio de 2005 asumió Alfio Basile. El regreso de Battaglia y la llegada de Bilos le quitaron espacio. Participó esporádicamente del primer título con Coco el Apertura 05. Entró en siete partidos como suplente, casi siempre en el último cuarto de hora, y sólo fue titular en la derrota en la Bombonera contra Colón. Reemplazado por Guillermo Barros Schelotto a los 14 del segundo tiempo por una lesión muscular, ése sería su último partido como profesional.
¿Qué era de la vida de Tigre aquel domingo 13 de noviembre de 2005? Y ya estaba mucho mejor que un par de años atrás. Celebraba un importante triunfo por 2 a 0 ante Atlético de Rafaela con goles de Galmarini y Wilchez. Su objetivo era mantener su lugar en la B Nacional, a la que había ascendido seis meses antes como consecuencia de una campaña notable: bicampeonato, 93 puntos, 77% de eficacia y 12.000 espectadores de promedio en sus partidos como local.
Ya asomaban apellidos que completarían el recorrido hasta tierra prometida. Castaño, desde Rivadavia, de Lincoln; Stang, de San Martín, de San Juan; Ferrero, desde Atlanta; Morero, de Douglas Haig, de Pergamino, acompañaban a los productos del vivero tigrense como Galmarini, Matías Giménez y Blengio, quien ya no sufría las conferencias de prensa. En su regreso a la segunda categoría del fútbol argentino, Tigre batió el récord de puntos para un recién ascendido con 55 en la tabla acumulada. Sólo por diferencia de gol se quedó fuera del torneo reducido para pelear por un lugar en Primera.
En junio de 2006, Cagna seguía siendo un jugador competitivo. Sólo había cambiado de deporte. Decidió probar con el tenis y, de verdad, no le fue nada mal. Se anotó en el Circuito Tenis para amateurs y, como Tigre, empezó a ascender de categoría. Como le había pasado con Boca, ganó y perdió finales en el duro deporte individual. Como en el fútbol, nunca paraba de correr. Hay que matarlo para ganarle un punto.
En enero de 2007, los protagonistas de esta historia se unieron para compartir el capítulo más importante del libro. Patrocinado por Diego Maradona, Caruso Lombardi se hizo de cargo de Argentinos Juniors. Para reemplazarlo, Massa eligió a Diego Cagna, ya recibido de entrenador. Novato en la profesión, había hecho un larguísimo curso: su ejemplar carrera de futbolista con 17 años de Primera División y participaciones en la Selección durante los ciclos de Basile, Passarella y Bielsa. Al club ya habían llegado gracias al "google" futbolero de Caruso el enganche Martín Morel, desde Sportivo Las Parejas; el goleador Leandro Lazzaro, del Pro Sesto italiano, y el mediocampista Román Martínez, del Arsenal... argentino.
Antes de asumir, hizo el último posrado. Tomó un café con Carlos Bianchi para repasar los conceptos de la materia más difícil para un DT: el liderazgo grupal. Dirigir Tigre representaba un desafío y un riesgo. El DT anterior había conseguido muy buenos resultados en tres años de gestión. Ante la primera adversidad le iban a cantar el "Volvé Caruso...". Y así fue. Una interminable racha de empates obligó a un respaldo enfático de Massa: "Lo banco a muerte". Cambió su decisión inicial y armó una defensa de tres con Ferrero, Morero y Blengio, los mismos de siempre. El equipo llegó a su pico de rendimiento en los partidos de la verdad. Se clasificó para el reducido, limpió a sus clásicos rivales Chacarita y Platense y, después de 27 años, regresó a Primera superando en la promoción a Nueva Chicago.
El resto es historia reciente y conocida. Para la aventura en Primera se sumaron Ereros, desde Vélez; Rusculleda, desde Quilmes, y un hallazgo: el paraguayo Ayala, desde Sportivo Luqueño. Ya igualó la mejor campaña de un recién ascendido (31 puntos, como el Quilmes de Alfaro en el Apertura 03). El equipo tiene estilo, carácter y alma. Sabe lo que quiere y cómo ejecutarlo dentro de la cancha. Sabe presionar y sabe jugar con la pelota. El todo es más que la suma de las partes. Y tiene recambio. Sale Ayala, entra Morel y hace un gol. Cagna habla más con los suplentes que con los titulares, como hacía Bianchi. El titular ya está contento porque juega. Al otro hay que tenerlo listo para cuando le toque entrar: ahí tienen una poderosa razón para entender a este grupo increíble. Nada de celular o e-mail. Sería una falta de respeto hacia el maestro y su mejor alumno.
Se termina 2007. Boca piensa en Japón. Pero Cagna piensa en Tigre. Y Tigre piensa en Boca. Están felices. Y todavía pueden ser campeones...
jpvarsky@lanacion.com.ar
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