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"Terminó siendo un torneo inesperado, increíble..."
Nalbandian, que estaba por irse a pescar cuando lo citaron, recordó un momento top de su carrera: la conquista del Masters de Shanghai, con un triunfo sobre Federer, hace 10 años
El único argentino clasificado en forma directa para la Copa de Maestros 2005, en Shanghai, originalmente, era Guillermo Coria. Sin embargo, en los días previos, Gastón Gaudio ingresó por el australiano Lleyton Hewitt –su mujer estaba a punto de dar a luz– y David Nalbandian lo hizo por el estadounidense Andy Roddick. Mariano Puerta quedó como primer suplente y luego accedió por el español Rafael Nadal –su vencedor en esa misma temporada en la final de Roland Garros–, que acusó una lesión en el pie izquierdo. Sucedió hace una década y Nalbandian, que en el momento en el que lo llamaron a Córdoba para invitarlo a Shanghai estaba por irse a pescar al sur argentino, escribió una página de oro para el deporte nacional consagrándose campeón, tras vencer, ese 20 de noviembre, en la final al por entonces N° 1 del ranking, Roger Federer, por 6-7 (4), 6-7 (11), 6-2, 6-1 y 7-6 (3), en 4 horas y 33 minutos. Para dar otra dimensión del logro, Federer llegaba con 35 victorias consecutivas y había ganado 24 finales seguidas.
"Cómo comenzó la historia ya fue una locura. Yo estaba con el bolso casi preparado para irme a pescar, y si me llamaban un día después no me encontraban, porque iba a estar pescando en un lugar sin señal, sin teléfono, sin nada. Me llamó, si mal no recuerdo, André Silva [actual manager de Juan Martín del Potro, que en ese momento trabajaba en la ATP]. Me llamó cuando se borró Roddick. Yo de suplente no iba ni en pedo, menos a Shanghai. Y terminó siendo un torneo inesperado, increíble...", recuerda el unquillense, que embolsó US$ 1.400.000 y le regalaron un Mercedes CLK 250.
Por el Grupo Rojo del round robin, Nalbandian perdió frente a Federer por 3-6, 6-2 y 4-6, y venció a Guillermo Coria por 7-5 y 6-4, y al croata Ivan Ljubicic por 6-2 y 6-2. Antes de la definición ante el suizo, derrotó 6-0 y 7-5 en las semifinales al ruso Nikolay Davydenko.
"Yo hacía más o menos cinco días que no estaba haciendo nada, porque había perdido en la segunda rueda de París-Bercy con Tommy Haas. Me volví y estábamos preparando el viaje de pesca a Río Pico, más al sur de Esquel. Es decir que ya había empezado mis vacaciones. Volví a Córdoba un jueves, me llamaron un lunes y el martes a la noche viajé a Shanghai, donde se empezaba a jugar el domingo siguiente. Jugué el primer partido con Federer y me acuerdo de que le pedí a la organización que, por favor, me programaran temprano porque a partir de las cuatro de la tarde, con el cambio de horario, andaba a los cabezazos, mal. Y había llegado a último momento. Fue todo increíble. Nunca me costó adaptarme a un cambio de superficie, pero sí al cambio de hora. Si el torneo era en Europa, con cuatro o cinco horas de diferencia, la zafaba. Pero en Shanghai era una locura. Me levantaba a las cinco y media de la mañana y a las cuatro de la tarde era como que me pegaban un tiro. A las siete ya me quería dormir, estaba reventado", detalla Nalbandian, que a China viajó sin entrenador. Lo hizo acompañado por su madre, Alda, y por Victoria Bosch, su pareja. Además, entraba en calor con el español Carlos Costa, que era su manager.
–¿Cómo fuiste evolucionando durante el torneo?
–Desde el primer minuto ya me sentí muy bien, muy cómodo. Cansado por el viaje, obvio, pero bien con la superficie y la pelota. Y todos los días fui mejorando. Es más: me acuerdo de haberme entrenado con Rafa [Nadal], que después no jugó, y le gané fácil. Todavía no había empezado el Masters. Día a día iba adaptándome a la hora. Fue divertido.
–A la distancia, ¿cómo analizás la final con Federer? Porque, además, ganaste después de haber perdido los dos primeros sets.
–Lo que me dio el parámetro de que estaba bien fue el primer partido con Roger, que, si bien lo perdí, no me sentí mal. Al contrario. Ese partido era, en teoría, el peor, por el rival y el poco tiempo que llevaba en Shanghai. Y cuando terminé, pensé "Che, no estuve mal". Me dio esperanza y me llevó a pensar que iba a dar pelea. Después jugué un gran partido con Ljubicic, con Guille [Coria], con Davydenko igual. Partido a partido fui mejorando y al final podía pasar cualquier cosa.
–¿Qué lugar en tu carrera le das a ese partido con Federer?
–Lo pondría dentro de los mejores cinco. Quizá no por nivel, porque fue un partido raro, pero sí por la final del Masters, por Federer y por todo el ambiente.
–Habiendo sido compañero de generación del suizo, ¿te sorprende su nivel a los 34 años?
–Sí, es un animal. No sé, el tipo no se resfría, no sé qué le pasa. ¡Y con cuatro pibes! Es todo muy raro [sonríe]. Hablando en serio, es asombroso, porque de vez en cuando tiene un dolor de espalda o algo, pero para lo que es el tenis son cosas mínimas. Que siga manteniendo el nivel es increíble. Es normal que cada vez le cuesten más los partidos de Grand Slam y a cinco sets. Pero en torneos a tres sets está para ganarle a cualquiera. En este Masters le ganó a Djokovic, por ejemplo. Se ve que le gusta mucho el tenis... Que haga otra cosa [sonríe]. Los cambios que hizo, como el de la raqueta, es un ejemplo de la necesidad que tiene de mejorar para mantenerse. Físicamente, lo lógico es que sea inferior a las camadas nuevas. Es lo lógico. Esa mejoría es lo que lo mantiene motivado.
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