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Wimbledon: por qué Juan Martín del Potro les gana hoy a rivales inferiores pero no a los grandes
El oficio le permite al tandilense superar a oponentes inestables como Kokkinakis, pero no le resulta suficiente frente a los mejores; todavía le falta acomodarse al pasto y en la próxima rueda se enfrentará con Gulbis
LONDRES.- Lleyton Hewitt, Mark Philippoussis, Wayne Arthurs y Jason Stoltenberg comparten un rinconcito del court 2, el tercer estadio de Wimbledon con mayor capacidad (4063 espectadores). Las ex figuras del tenis australiano pasan inadvertidas entre tanto público. Inclusive Hewitt, uno de los mejores competidores de las últimas décadas y actual capitán del equipo aussie de Copa Davis. Todos tienen funciones distintas, pero los cuatro están allí acompañando y sosteniendo espiritualmente a una de las perlas de la joven generación australiana, Thanasi Kokkinakis (21 años). Cuando el jugador de origen griego saltó al circuito grande casi al mismo momento que Nick Kyrgios (22), muchos especialistas arriesgaron que llegaría más lejos que el tenista de aspecto de basquetbolista, pero las lesiones minaron su camino. Y también su temple. Las ex estrellas australianas se muerden los labios y maldicen internamente cuando Juan Martín del Potro gana el tercer set, en un tie-break en el que Kokkinakis cometió dos doble faltas; demasiadas. El tandilense atraviesa por un momento de inestabilidad luego de un 2016 mágico y explosivo, pero a poco más de once años de su primer triunfo ATP (ante el español Albert Portas, en Viña del Mar), le alcanza con el oficio para salir adelante en momentos incómodos ante ciertos adversarios. Claro que frente a rivales top, esa versión, prácticamente, no le alcanza. Esta temporada jugó siete partidos frente a top 10 y perdió seis (sólo venció a Kei Nishikori, 9°, en Roma).
“Siempre trato de confiar en mi juego y no depender de mi experiencia para que los resultados no sean una lotería. Pero él (por Kokkinakis) hizo dos doble faltas en el tie-break, los jugó muy mal, yo no hice nada espectacular tampoco, simplemente gané los puntos que tenía que ganar. En esos dos o tres puntos es donde está la experiencia mía. A veces, cuando yo juego contra otros, usan la experiencia conmigo, como Murray en Roland Garros, que usó la experiencia para ganarme el primer y el segundo set, que fueron muy peleados”. Del Potro habla en la sala principal de conferencias de prensa un par de horas después de superar por 6-3, 3-6, 7-6 (7-2) y 6-4 al actual 486° del tour, en 3h3m. Su rival de la 2a rueda será el letón Ernests Gulbis (ex número 10, actual 589).
“Haberme caído solo una vez es bueno teniendo en cuenta el tiempo que llevo sin jugar en pasto. Me moví bien, me puedo mover mucho mejor, pero eso también te lo da la continuidad de los partidos, de los puntos, no es lo mismo que entrenar”, argumenta Del Potro. Y añade, sin quitarse de la cabeza que llegó a Wimbledon con limitaciones, luego de bajarse de los torneos sobre césped que había proyectado jugar antes de competir en el All England, s-Hertogenbosh y Queen’s, por un dolor en la ingle: “Como sé que no hay riesgo en mi cuerpo, estoy jugando aquí. Estoy teniendo los cuidados que hay que tener, pero cuando estas adentro de la cancha eso no lo pensás, jugás todo el tiempo a fondo”.
Del Potro no dio señales de su falta de actividad (no jugaba un partido desde Roland Garros) sólo en cuenta gotas, sobre todo en el primer set. Mayormente lució con falta de pimienta en la terminación de los golpes y de algunos desplazamientos. “Siento que a veces mis movimientos los tengo que pensar dos veces por los problemas que vengo trayendo. Cuando se dice que hay que estar positivo durante el partido y demostrar que se está contento, hay veces que se complica también. Por suerte me duró poquito, dentro de todo, y tomar el tercer set a tiempo me ayudó”, rescata Del Potro, que continúa sin designar un entrenador estable –y parece difícil que lo haga en el corto plazo–. Al Reino Unido llegó acompañado por uno de sus kinesiólogos, Germán Hünicken, y por su amigo Santiago Quirno, capitán del equipo del Tenis Club Argentino, el club de Palermo donde el campeón del US Open 2009 acostumbra entrenarse. Frente a Kokkinakis, un rival con tiros fuertes pero decisiones inconsistentes, Del Potro cometió 25 errores no forzados y tres doble faltas. Además, tuvo un bache anímico del que afortunadamente para su continuidad en el tercer Grand Slam del año, logró superar. “Tuve un pequeño bajón en el segundo set que me duró hasta la mitad del tercero. Ahí se emparejó el partido porque Kokkinakis agarró más confianza. Pero cuando fallo la derecha y el saque, que son dos tiros en los que yo confío, se me complica el punto. Eso pasó”, reconoció.
El match point que definió el partido
Además del triunfo, el aspecto auspicioso que dejó la presentación de Del Potro en Wimbledon fue la asiduidad con la que golpeó el revés de dos manos, que hasta lo hizo en direcciones paralelas. Entre un sinfín de traumas, las tres cirugías en la muñeca izquierda en quince meses al ex número 4 del circuito le dejaron un gran temor para el momento de forzar la zona. Así fue como readaptó su revés y empezó a jugarlo con slice. El césped es, probablemente, es la superficie donde mejor funciona ese golpe. Pero llamativamente, esta vez Del Potro no abusó del slice. Tiene una explicación. “El revés lo pegué mejor de lo que lo venía pegando. El slice, no sé si es por la cancha, que es más lenta que hace unos años, o por las pelotas que se ponen pesadas, no hace tanto daño y tengo que tratar de pegarle más fuerte a todos los tiros”, contó. Bienvenida, entonces, esa situación deportiva para tratar de recobrar la confianza en un tiro que antes de las cirugías era un confiable instrumento de ataque.
Del Potro se siente cómodo en Wimbledon. El público lo adora. Es el primero en saber que su poderío no es el de 2012, cuando ganó la medalla de bronce olímpica en el All England, ni tampoco el que lució para alcanzar las semifinales sobre el césped sagrado en 2013. No se despoja de un discurso mesurado y tampoco lo hará, porque lo lleva incorporado. Se podría pensar que se conformaría con alcanzar el hipotético choque del sábado, por la tercera rueda, ante Novak Djokovic. Su esencia, en algún momento de su carrera, no lo llevaría a contentarse de ninguna manera. Pero el Del Potro de hoy es distinto. El oficio lo conserva. Deberá acelerar más para soñar con algo mayor.
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