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Wimbledon: el día que Gabriela Sabatini estuvo a dos puntos de conquistar el All England y ser la número 1 del mundo frente a Steffi Graf
Se cumplen 30 años de la inolvidable final que enfrentó a la mejor tenista argentina de la historia y a la leyenda alemana en el Grand Slam británico; el recuerdo de Gaby sobre aquel encuentro
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Dos puntos, en el tenis, pueden ser la nada misma o un océano de distancia. Así de inmenso y difícil de abarcar es aquello que separó a Gabriela Sabatini de un título único y del preciado número 1 del mundo. Hace 30 años, un 6 de julio de 1991, Gaby, una de las mayores deportistas argentinas de la historia, estuvo tan cerca y a la vez tan lejos de la cúspide como protagonista de la final de Wimbledon que disputó con Steffi Graf, una de las más grandes jugadoras del universo de las raquetas.
Aquellos días del 91 estaban marcados por los primeros pasos de la Ley de Convertibilidad creada por el ministro de Economía Domingo Cavallo, con el cual el gobierno de Carlos Menem buscaba frenar la hiperinflación, a partir de un tipo de cambio que se haría inolvidable: un peso=un dólar. Al mismo tiempo, la sociedad argentina se escandalizaba con las repercusiones políticas y judiciales por el femicidio de la adolescente María Soledad Morales en Catamarca. En el fútbol, el Newell’s de Marcelo Bielsa le ganaba por penales la final del torneo de primera división al Boca del Maestro Oscar Tabárez, y la selección argentina que dirigía Alfio Basile se aprestaba a conquistar uno de sus últimos grandes éxitos: la Copa América de Chile. Europa vivía días agitados: Boris Yeltsin era elegido presidente de la Federación Rusa tras la disolución de la URSS, y Eslovenia y Croacia declaraban su independencia de la luego extinta Yugoslavia, y en Asia concluía la Guerra del Golfo Pérsico con la rendición de Irak. Y en los Estados Unidos, el científico Tim Berners Lee presentaba un navegador para Internet, un nuevo método de comunicación…
Sabatini atravesaba una excelente temporada: había ganado el torneo de Tokio, también en Boca Raton, Hilton Head, Amelia Island y también Roma, uno de sus preferidos, con paliza sobre Monica Seles. Nueve meses antes, había conquistado el US Open en Flushing Meadows, y la confianza se mantenía firme. En Roland Garros, unas semanas antes, había alcanzado las semifinales, con una derrota frente a Seles. A fines de junio asomaba Wimbledon, un certamen históricamente incómodo para los tenistas argentinos, que se fastidiaban con la velocidad –mucho mayor entonces a la actualidad- del césped, la necesidad de cambiar el juego desde el fondo al saque y volea; de hecho, varios no dudaban en saltearse el Grand Slam británico. Pero a la mejor tenista argentina de todos los tiempos le iba bien en el pasto londinense. Había llegado a las semifinales en 1986, con apenas 16 años, y en 1990, en ambos casos con derrotas ante otra gigante: Martina Navratilova, nueve veces ganadora en el All England.
Miles de seguidores llegaban al club que alberga el mayor certamen de tenis sobre césped recorriendo a pie, como en procesión, los 1400 metros desde la estación Southfields de la District Line. Los tickets se compraban con un año de anticipo, a través de un ballot (sorteo) previo. Los paraguas se convirtieron en compañeros indispensables de viaje. Se sabe: la lluvia forma parte del paisaje londinense. Pero aquel 1991 llovió como nunca. El primer día del torneo no se jugó ni un solo punto y los organizadores pasaron las más de 26.000 localidades de esa jornada para la jornada inaugural de 1992. Pasaban los días, el clima no mejoraba y a duras penas se completaba algún que otro encuentro.
Por fin, el All England tomó una decisión histórica: jugar en el domingo del medio del torneo, un día dedicado al descanso por más de un siglo, incluso vigente hasta hoy. El Middle Sunday se convirtió en un acontecimiento social: en cuestión de horas, Wimbledon puso a la venta unas 25.000 entradas a todo el público para esa jornada única, con un costo de 10 libras para el court central y la cancha 1, los dos escenarios principales, y de 5 libras para el resto de las pistas. Con aquellos ground passes, tal como se los conoce, el espectador puede seguir los partidos casi al pie de la cancha; la gran mayoría, sin tribunas y con apenas una o dos filas de asientos de madera. Aquel domingo fue inolvidable porque, por una vez el estilo rígido y ultra formal, casi de etiqueta, de quienes asisten como espectadores a Wimbledon, le dio lugar a una muchedumbre mucho más espontánea.
Sabatini participó de ese Middle Sunday, en el que venció a la checa Andrea Strnadova por 6-1 y 6-3, en duelo por la tercera ronda. En los días previos, había eliminado a la británica Monique Javer por 6-4 y 6-0 y a la francesa Karine Quentrec por 6-4 y 6-2. A pesar de la holgura en los resultados, no estaba jugando bien, aunque le bastaba con su tenis de jerarquía para llegar a la segunda semana. Le costó un poco más de esfuerzo superar en los octavos de final a la francesa Nathalie Tauziat por 7-6 (7-3) y 6-3, y en cuartos volvió a ganar con facilidad, esta vez por 6-2 y 6-1, a la peruana Laura Arraya. En la semifinal, derrotó por 6-4 y 6-4 a una chiquita estadounidense de apenas 15 años: Jennifer Capriati. Y así se convertía en la primera tenista argentina en llegar a la final de singles de Wimbledon. Pasarían once años más hasta alcanzar un logro similar en varones, con David Nalbandian como protagonista, en 2002.
En aquel torneo, Sabatini estaba acompañada por Osvaldo, su padre; Daniel, su tío; el manager Dick Dell, y su entrenador, el brasileño Carlos Kirmayr. Por el otro lado de la llave, Steffi Graf avanzaba con la autoridad de siempre; al igual que Sabatini, sin ceder sets en el camino y sin siquiera llegar a un tie-break. En la semifinal, doblegó por 6-2 y 6-4 a Mary Joe Fernandez. La alemana, apenas un año mayor que Gaby, arribaba a la final como número 2 del mundo, mientras que la argentina era la tercera del ranking, y una victoria podía darle los puntos para catapultarla por primera vez a lo más alto.
Sabatini y Graf, casi compañeras de generación -la alemana es mayor por once meses-, conformaron una rivalidad de 40 partidos que la alemana dominó por amplio margen (29-11), pero la argentina fue la jugadora que más veces derrotó a la germana, considerada con creces una de las mejores tenistas de la historia. Hasta esa final habían jugado 29 veces, con 20 éxitos de Graf. Sin embargo, la argentina había ganado los últimos cinco encuentros, incluida la final del US Open 1990.
Aquel Wimbledon 1991 disfrutó una final emotiva, con un dramatismo in crescendo, en la medida que el desarrollo se hacía cambiante, sin que se perfilara una dominadora contundente. Graf se llevó el primer set, sostenida en la eficiencia de su drive, por 6-4 en poco más de media hora de acción, bajo la atenta mirada en el palco real de la recordada Lady Di como espectadora de lujo, acompañada por el príncipe William, que entonces sólo tenía 9 años. Pero Sabatini empezó a volcar el juego sobre el revés de la alemana, que comenzó a fallar, y luego de varios quiebres sucesivos, consiguió capturar el segundo parcial por 6-3. El tercer set acumuló nervios y aciertos. Graf cedió su saque en el noveno juego con un par de dobles faltas; Gaby estaba entonces 5-4 y su servicio para llevarse la corona. La germana reaccionó con una volea certera y un enorme passing paralelo por la derecha; a la argentina se le fue ancho un revés con slice: nuevo quiebre y 5-5.
Agresiva con la devolución, Sabatini volvió a quedarse con el servicio de Graf en el undécimo juego. Y a sacar por el partido. La alemana dejó una devolución en la red, para el 30-30. El título estaba ahí, a dos puntos. Y fue buscarlo Gaby en la red; la alemana intentó un passing paralelo que la argentina interceptó con una volea de revés, y la pelota quedó flotando en el medio de la cancha del lado de Graf, que llegó con lo justo para superar a la argentina con un slice por la parte más baja de la red: 30-40. Aquella sería la única oportunidad, y se escapó. En el break-point, Sabatini ejecutó un saque débil; Graf no perdonó y devolvió con un drive ganador por la paralela para el 6-6. Todo lo que siguió fue para la alemana, que sentenció el duelo en su primer match-point, con un derechazo cruzado imparable, después de dos horas y 7 minutos de una definición a puro suspenso, para el 6-4, 3-6 y 8-6 definitivo.
Graf soltó su alegría y su alivio con un grito; conquistaba así el décimo de los 22 títulos de Grand Slam que obtendría hasta su retiro, a los 29 años, en 1999. Empezó de inmediato la ceremonia de premiación, a cargo de la duquesa de Kent, que le entregó a Sabatini el plato a la finalista y le dedicó unas cálidas palabras, todo en medio de una ovación para la jugadora argentina. “La duquesa me dijo que le gustó mucho el partido, y que tendría otras oportunidades de ganar en Wimbledon”, contó quien entonces era la número 3 del mundo. Minutos después, Graf alzaba el plato dorado. “Ahora estoy en paz con todo. Nunca he sentido mejor mi cuerpo ni tan feliz mi mente”, expresó la alemana.
Apenada, pero con el rostro sereno, la finalista se despidió con un ramo de flores en las manos. Hoy, 30 años después, Sabatini le cuenta a LA NACION: “Fue sin dudas un partido inolvidable por varios motivos, era la primera vez que jugaba la final de Wimbledon, el torneo más tradicional y prestigioso. Tenía una vez más a Steffi del otro lado con todo lo que eso implicaba. Yo sentí que jugué un gran nivel de tenis, en un torneo en donde fui de menor a mayor y llegué con gran confianza a la final. Fue un partido muy parejo, en donde podía ganar una o la otra, hice un buen planteo de juego, fui agresiva, y me siento tranquila por haberlo dado todo. Obviamente me hubiera gustado ganar ese Grand Slam, pero hoy me quedo con el maravilloso recuerdo de haber jugado esa final espectacular con Steffi en ese mítico lugar que es Wimbledon”.
Fue ayer nomás. Jamás un tenista de nuestro país estuvo ni volvería a estar tan cerca de ganar Wimbledon, el torneo que respira tenis.
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