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Andrés Gómez y su vínculo con el tenis argentino: su admiración por Vilas, los recuerdos en el BALTC y lo que espera de Del Potro
Hace veinticinco años que no visita el club. Veinticinco años en los que le sucedieron muchas cosas. Una cirugía en la aorta, nada menos. Un principio de aneurisma detectado en un control rutinario y un viaje de urgencia a una clínica de Cleveland. "Ni tuve tiempo para asustarme, fue todo muy rápido", recuerda Andrés Gómez, el Zurdo de Oro. El ganador de Roland Garros 1990, el primer latinoamericano campeón de Grand Slam después de la era Guillermo Vilas. Tiene 58 años y el cabello blanco, pero sus ojos brillan casi como la primera vez que pisó el Buenos Aires Lawn Tennis Club, a los 17. El extenista ecuatoriano recorre el hall de entrada del club de tenis más emblemático del país, mirando con atención las fotos que lucen encuadradas en las paredes, imágenes de los número 1 que allí jugaron. "Cuántos recuerdos...", suelta, en voz baja, nostálgico. Y propone, antes de comenzar la entrevista con LA NACION: "¿Vamos hasta el estadio? Quiero ver cómo está". El estadio es el court central que desde 2016 lleva el nombre de Vilas, "el Guillermo que no necesita apellido para saber de quién se trata", según apunta Gómez, siete años menor que el argentino.
Camina, bajo la llovizna, los aproximadamente 200 metros que separan el club house de la Catedral. Durante el trayecto encorva varias veces sus 193 centímetros para esquivar alguna rama fuera de lugar. Lo acompañan varios chicos y chicas de los equipos ecuatorianos Sub 16 que capitanea en el Sudamericano que se desarrolla en Punta del Este. "¡Qué emoción! Desde aquí adentro parece más chico de lo que realmente es", ilustra Gómez, mientras pisa el polvo de ladrillo de un estadio que está en reformas por los Juegos Olímpicos de la Juventud. El hombre que alcanzó el cuarto escalón mundial del ranking individual (en 1990) y el número 1 en dobles (en 1986), jugó allí por última vez en diciembre de 1993, en una exhibición junto con Vilas, la alemana Steffi Graf y la checa Jana Novotna –fallecida en noviembre del año pasado–. Sin embargo, quedó marcado a fuego por la serie de Copa Davis de marzo de 1985. Por la primera ronda del Grupo Mundial, Ecuador logró un triunfo histórico en Palermo (4 a 1); Gómez ganó sus dos puntos de single (frente a José Luis Clerc y Martín Jaite) y también el de dobles, en pareja con Ricardo Ycaza. Siete meses después, la Argentina descendería a la Zona Americana al perder por los play-off frente a la Unión Soviética (en ese equipo jugaba Alexander Zverev, padre de Alexander y Mischa, actuales 3º y 45º del mundo).
"Este es un club muy especial para mi historia –afirma Gómez–. La primera vez que vine fue para jugar el Abierto de la República. Recuerdo al italiano Paolo Bertolucci, al paraguayo Víctor Pecci, a Guillermo, a Batata Clerc, a tantos otros. Son las pequeñas cosas que se transforman en grandes y pasaron a ser una motivación. Nunca pensé que podía ser tenista profesional. Fue algo que empezó a crecer en mí a medida que fui viendo cosas diferentes y perfeccionándome al lado de esa generación. La Davis contra la Argentina en el ‘85 marcó mi vida, mi carrera y al tenis ecuatoriano, porque fue la única vez que estuvimos en los cuartos de final del Grupo Mundial".
–¿Qué significó la figura de Vilas para los jugadores latinoamericanos más jóvenes de aquella época?
–Vilas fue el fuego que logró encender a toda una generación. Fue el que nos hizo creer que los sueños eran posibles. Todos tratábamos de seguirlo, aunque cada uno a su manera, porque no nos daba para asemejarnos a él. Pero tratábamos de ir moviéndonos en el mundo del tenis como él lo había hecho, en forma inconsciente seguramente. La primera vez que vine a Buenos Aires, hace como 40 años, tuve la oportunidad de entrenarme con jóvenes de esa época como Eduardo Bengoechea, Alejandro Ganzábal, Gustavo Guerrero, todos jugadores que trabajan con el profe Juan Carlos Belfonte, el hombre que había estado al lado de Vilas. Y ahí vi otro mundo, pude conocer ese sistema de preparación física. Para nosotros no había más. Cuando Guillermo empezó a hacer lo que hizo y se despertó un boom, todos empezamos a pensar de una manera diferente a la que la hacíamos. Queríamos ser como Guillermo.
–Entre 1980 y 1988 te enfrentaste nueve veces con Vilas y lo derrotaste en cinco. ¿Qué recuerdos tenés de aquellos partidos? ¿Era complejo vencerlo?
–Sí, es verdad. Pero él me ganó las primeras cuatro veces y yo le gané al final de su carrera. Coincidí en el circuito en un momento en el que ya había ganado los Grand Slam y el Masters. Para mí era un referente. Escuchaba sus partidos por radio en mi casa de Guayaquil, leía sobre él en las revistas. Con los años tuve el honor de compartir un evento que se llamaba Copa Marlboro de Tenis del Caribe que era muy bueno porque nos permitía estar juntos por dos semanas consecutivas, entrenar y competir. Estábamos quince días en seis países y jugábamos dos partidos por noche, viajábamos, hacíamos clínicas, Manolo Santana lideraba todo y en un año estábamos Guillermo, Batata, Pecci y yo. Todos fuimos con nuestros entrenadores. Ion Tiriac, que estaba con Guillermo, quería manejar todo desde la cancha y después de varios días reconocimos que tenía una especie de código con Guillermo, le hacía chistidos con distintos significados tenísticos. Si chistaba mucho significaba que tenía que atacar al drive, si lo hacía menos era al revés y así. Un día que jugaban Vilas y Clerc, que si bien se trataba de una exhibición siempre era un clásico, con Pecci nos sentamos atrás de Tiriac y no dejamos de hacerle chistidos a Guillermo hasta confundirlo y volverlo loco (sonríe). Son pequeños momentos que uno guarda con mucho cariño de una época dorada. A Guillermo no lo veo desde hace un par de años. Significa mucho en la vida de los que en algún momento decidimos tomar una raqueta en Sudamérica. Él fue la razón por la que el tenis creció en la región. Lo único que tengo es admiración.
–¿Qué opinás sobre la lucha que Vilas todavía sostiene para ser reconocido como Nº 1 del ranking?
–Me parece justa. Es un tema delicado y que puede ser confuso. Pudo haber habido errores de cómputos. Porque además en esa época el ranking se elaboraba de otra manera, hasta había puntos bonus por ganarle a jugadores sembrados. De todos modos, Guillermo fue número 1 en la carrera al Masters y fue un símbolo.
–¿Fue Ivan Lendl el rival que peor te hizo sentir en una cancha? Terminaste 17-2 abajo en el historial.
–Sí. Nos conocíamos desde los 15 años. Me ganó muchas veces y no solo eso, porque lo hizo en momentos importantes: cuatro veces en Roland Garros, en el US Open, en el Masters. Me ganó en momentos importantes. Mi juego podía llegar a complicarlo, pero al mejor de cinco sets la potencia física de Lendl era superior. Es, probablemente, uno de los campeones menos considerados. La gente tiene que ver un poco más en detalle lo que fue Ivan para el tenis y el dominio que tuvo, hizo grandes cambios con respecto a preparación, a nutrición, a cuidados.
Gómez conoció a Juan Martín del Potro en 2005, cuando el tandilense tenía 17 años y estaba afuera del top 150. El argentino llegó a la final de dobles del challenger de Guayaquil, en pareja con el costarricense Juan Antonio Marín. El partido no se pudo jugar por la lesión de uno de los rivales (el peruano Luis Horna), entonces Gómez, director del torneo, reemplazó el match con una exhibición: él y Del Potro contra Marín y Luis Morejón.
"Soy fanático de su juego ofensivo. Pero a veces cuando lo veo o lo escucho en las entrevistas, me da la impresión como que le da miedo ser el mejor. Me da esa sensación, no sé. Puede ser un temor natural. A la gente a veces cuando está en esa zona de confort no le gusta salir, no nos gusta salir. Es como que si se le complica, él trata de bajar la expectativa. Si él fuera más agresivo hacia el exterior los rivales lo verían de otra manera. Así lo ven como que es buenito, como que se va a romper, como que no está bien. Con esa postura le da para ganarles del Nº 10 para abajo a todos. Pero para hacerlo con Djokovic, Federer y Nadal es más difícil. No les podrá ganar como debería hacerlo, más seguido, con la actitud de decir: ‘Voy a entrar a romperle la raqueta’. De todos modos es un jugador excepcional, claro", analiza Gómez.
–Tu mejor ranking individual coincide con el mejor de Del Potro (4º). ¿Es muy difícil el salto al top 3?
–Es durísimo. Sentir que te estás acercando a la meta que todos tenemos, la de ser el número 1, siempre será una presión, pero también un estímulo. Hay barreras en el tenis: el primer punto ATP, el ingreso al top 100, al top 50 y al top 30 para pasar al famoso top 10, y luego el top 3, estar en otro nivel. Ese paso se da con resultados, algunas veces explosivos en ciertos torneos y a veces teniendo una temporada con cuatro o cinco meses de regularidad. En los últimos tiempos, el top 3 se categorizó mucho más teniendo a Federer, Nadal y Djokovic.
–¿Qué radiografía hacés del tenis sudamericano?
–Tenemos un problema en la región. Ahora que vine a Buenos Aires desde Guayaquil pensé en el largo viaje que hay que hacer, en que cuesta mucho. Y venir a jugar ahora un torneo y después otro más adelante, es muy difícil. Antes podías venir y jugar dos o tres semanas seguidas en la misma región. Ahora no hay tantas chances. Estamos en desventaja con los europeos, que además juegan en todos lados: en cemento, en arcilla, en cancha cubierta. El juego de ellos es mucho más adaptable a todas las superficies. En esta región nos cuesta un poco más movernos a otros países, sobre todo por la parte económica. Son ciclos. Ahora tenemos jóvenes chinos, de Taipei, de Corea, de Chipre, de Bosnia. La Cortina de Hierro no existe más, todos esos deportistas que estaban metidos en esta jaula fueron liberados y no quieren volver. Saben dónde está lo bueno y eso hace que haya más competencia en el tenis mundial.
–Jugaste 37 series de Copa Davis y hasta los 40 años. ¿Creés que es necesario renovar el formato de la competencia para intentar atraer a las figuras?
–No me gusta que propongan una sede neutral. Perdería la esencia. De hecho, ya la empezó a perder porque habrá una Copa del Mundo, está la Laver Cup, la Copa Hopman. Ese significado que tenía la Copa Davis ya no está. Ahora se metió todo el mundo, empresarios que quieren hacer otros formatos y negocios. Me da un poco de pena.
–En pocos días Roger Federer cumplirá 37 años y sigue más vigente qué nunca. ¿Qué te genera?
–Más allá de la total admiración que le tengo, me gusta ver la simpleza con la que hace las cosas. Tiene todo muy claro y mucho amor por el tenis. ¿Si podrá alcanzar los 109 títulos de Connors? No lo sé. Le faltan once, ¿no? Son muchos. Pero quién te dice...
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