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US Open. Matteo Berrettini con LA NACION: la idolatría por Batistuta, el tenis “en la mesa de los italianos”, las presiones y cómo no ser “robots”
El romano, 13° preclasificado en Flushing Meadows y rival de hoy de Andy Murray, se refirió al despertar del deporte de las raquetas en su país tras la época romántica
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NUEVA YORK.- Lo destacada que será la irrupción del italiano Matteo Berrettini en el circuito tenístico que sus números se empiezan a cotejar con los Adriano Panatta, una leyenda de los tiempos románticos en el despertar del tenis profesional, una suerte de actor de cine con raqueta que agotaba las entradas del Foro Itálico. Romano, de 26 años, de casi dos metros (1,96m) y con una de las derechas más poderosas del tour, Berrettini está empujando cada día más en la súper elite. Es el 14° del mundo, pero ya fue número 6 (en enero pasado), tiene siete títulos y otras cuatro finales, una de ellas en Wimbledon (2021), el torneo más emblemático del tour, al que nunca un italiano había llegado al día final. Con esa actuación en el All England, además, se encumbró como el primer italiano en una definición de Grand Slam en 46 temporadas (Panatta en Roland Garros 1976).
Berrettini es el 13° preclasificado en el Abierto de los Estados Unidos, major en el que fue semifinalista en 2019 (y cuartofinalista el año pasado). Tras vencer a Nicolás Jarry (Chile) y Hugo Grenier (Francia), este viernes se enfrentará, por cuarta vez, con el escocés Andy Murray (el italiano lidera el historial por 2-1), por un lugar en los octavos de final. “Jugamos en diferentes condiciones; en Pekín sobre superficie dura, dos veces sobre césped. Todos fueron grandes peleas -recapituló Berrettini-. Está en mejor forma que antes, especialmente que el año pasado. Tuvo una cirugía de cadera. No es fácil volver, especialmente cuando era el número 1 del mundo. Mentalmente debe haber sido muy duro. Creo que es inspirador la voluntad que tiene, el amor que tiene por este deporte”.
Matteo habla perfectamente en español, idioma que estudió tres años en su colegio y que, luego en el tour, fue perfeccionando. Así se lo hace saber a LA NACION durante una entrevista en las entrañas del Arhur Ashe, el estadio de tenis más grande del mundo. “Lo estudié en el colegio. Y después, tengo muchos amigos en Sudamérica y en España, pero sobre todo lo mejoré desde el 2020 porque mi fisioterapeuta es español, de Valencia [Ramón Punzano]. Es mucho el tiempo que paso hablando en español. A la Argentina fui una vez, creo que jugué en Córdoba, en una gira sudamericana Sub 18 [en 2014]. También estuve en Asunción y en Brasil. Tengo que volver a la Argentina”, dice, cordial.
-Además, te gusta mucho el fútbol y…
(Interrumpe)-Sí, bastante, en definitiva soy italiano, ¿no?
-Claro. Es difícil encontrar un italiano al que no le guste el fútbol. Sos romano, pero hincha de la Fiorentina. ¿Por qué?
-Mi abuelo es de Florencia y a él le gustaba la Fiorentina. Mi padre también ha nacido en Roma, pero siempre miró a la Fiore. Mi hermano y yo nacimos en Roma, pero después de mirar todos los días sus partidos y hablar sólo sobre ese equipo, era imposible que la Fiorentina no estuviera en nuestro corazón. Y, sobre todo, tenemos una idolatría por Gabriel Batistuta. Mi padre todavía me habla siempre sobre él. Yo era demasiado chico cuando el Bati jugó, tenía tres o cuatro años, pero mi padre siempre me habla de Batigol. Fue un Dios.
-Hasta un monumento en el estadio le construyeron...
-Sí, sí, sí. He creciendo con mi padre y mi abuelo hablando sobre Batigol.
-Siguiendo con el vínculo ítalo-argentino, Gabriela Sabatini, campeona del US Open 1990 e ídola en el Abierto de Roma, siempre decía que en Nueva York se energizaba por la vibra de la ciudad y del público. ¿Te pasa algo similar?
-Sí, siento que me pasa algo así. Siempre me gustó jugar aquí. Pero tienes que estar un poco cuidado porque es una ciudad que te genera muchas distracciones y que genera mucha energía: te la puede dar, pero también quitar. Entonces hay que buscar un poco un equilibrio; pero si lo encuentras, hay una atmosfera que te puede motivar e impulsar muy bien. Por ejemplo, el último fin de semana entrené en el court central con Rafa (Nadal) y había miles de personas viendo: es impresionante. No pasa en todos lados.
-Tuviste un año desigual: sufriste una cirugía de mano derecha, volviste y ganaste dos títulos (Stuttgart y Queen’s), pero a pocas horas de Wimbledon, donde ibas a ser uno de los grandes favoritos, debiste bajarte por Covid-19.
-Sí, fue una frustración grande. Fue un año muy complicado en algunas cosas. Pero cuando estuve bien de salud, jugué muy bien. Eso es positivo. En esta gira, en Montreal, no me he notado muy bien, pero sí en Cincinnati. Llegue aquí con pocos partidos en cancha rápida, pero con mucha confianza porque siempre he jugado bien aquí. Este es un buen torneo para volver a impulsarme. Toda mi vida he entrenado en polvo de ladrillo, entonces me gusta mucho. Pero por el juego que tengo, creo que es más para pista rápida, por el saque, la derecha y no es una casualidad que he hecho una semifinal en el US Open. La verdad es que me siento bastante bien en todas las superficies. No es que llego a aquí y empiezo a pensar: ‘Uh, ahora tengo que jugar en pista rápida, ¿cómo voy a hacer?’. No me molesta la adaptación.
-Fuiste 6 del mundo. ¿Qué tan lejos te sentís del Top 3?
-Llegado a esta posición, al final, son detalles. Y es un poco de experiencia. Cuando jugué con Rafa, con Novak (Djokovic), en las semifinales de los Grand Slams, ellos lo habían hecho 35, 40 veces, y para mí era la primera vez. Y eso es importante. Al final, cuando más lo hacés, más chances tenés para ganarles a ellos, los mejores. No tengo dudas: uno de los desafíos más difíciles en todos los deportes es ganarles a Nadal y Djokovic en los Grand Slams. Es uno de los desafíos más grandes que puede haber. No me noto tan lejos, pero sé que no es fácil.
-Con vos, Jannik Sinner y Lorenzo Musetti, entre otros, Italia vive un renacer del tenis. ¿Cuál es el secreto?
-Uno de los secretos fue la preparación. Hasta los 22 años, que me fui a Mónaco, siempre había vivido en Roma, siempre cerca de mi familia, he terminado el colegio, sin hacerlo demasiado rápido, viviendo la vida que creo que un chico tiene que vivir a esa edad y cerca de su casa. Tenemos facilidades para desarrollarnos en nuestras casas y no sufrir el desapego. Claro que si tienes resultados como (Carlos) Alcaraz, es más normal hacer cosas diferentes. La otra clave es que tenemos muchos torneos en Italia, muchos Challengers, y los más jóvenes pueden jugar allí con invitaciones, sin viajar tanto y menos presupuesto. Eso es algo muy importante. Jugar en Italia, para nosotros, como les pasa a los argentinos con su país, es diferente. Podés tomar un poco más de ranking sin ir tan lejos. Jugar sabiendo que tenés que estar diez meses fuera de caso.
-¿Sentís que han puesto otra vez el tenis en la conversación en un país que es sumamente apasionado por el fútbol?
-Sí, sí, pusimos al tenis de nuevo en las mesas de los italianos. Se habla mucho, que es importante. A veces se habla mal también (sonríe), porque la gente nunca está conforme. Es un deporte en el que es normal perder y alguna vez la gente se olvida de eso. Es un deporte duro, en el que estás solo y es importante tener una estabilidad mental. No somos robots. Y cuando tenemos un infortunio, una lesión, es muy duro salir a jugar. Los jóvenes deben estar un poco más cuidados. Las redes sociales son buenas para el deporte, porque cuanto más se habla, mejor es. Pero si vas a mirar demasiado lo que están hablando, te distrae.
-Alcaraz reconoció que le estaba costando lidiar con la presión.
-Sí. Es así. Lo lindo de este deporte es que siempre tenés un desafío y que eso te genera presión. La puede notar Rafa, la puede notar Daniil (Medvedev), también Alcaraz, en mí, Sinner… Al final, lo que queremos hacer siempre es ganar y cuando hay mucha competencia, hay presión. No es lo mismo decir: ‘Quiero hacer segunda ronda’, que decir: ‘Quiero ganar este torneo’. Por eso hay que hablar mucho con tu entrenador. Yo tengo un coach mental desde que tengo 17 años. Cuando juego Grand Slams me gusta que mi familia esté conmigo, mis amigos…, es importante tener una vida fuera del tenis.
-Los jóvenes jugadores de Italia, ¿miran hacia atrás para alimentarse de la riquísima historia que tiene el tenis en el país?
-Sí, personalmente lo miro mucho. Tengo una muy buenísima relación con Adriano, con Corrado (Barazzutti; 7° en 1978 y campeón de Copa Davis en 1976). Yo no había nacido todavía cuando ellos tenían éxito (sonríe), quedó un poco lejos en el tiempo, pero son leyendas en el deporte. Para mí fue un honor grandísimo tener a Corrado como capitán en la Copa Davis. Y Adriano fue el primero en decirme que podía sacar a 200 km/h. Es, seguramente, un deporte diferente de aquel; son 50 años, 60 años de diferencia, pero, al final, la mentalidad es la misma.
-Integrarás el equipo de Copa Davis que se enfrentará con la Argentina, Croacia y Suecia, en pocas semanas, por la etapa de grupos de las Finales, en Bolonia. ¿Qué expectativas tenés?
-Creo que el argentino es un equipo muy joven pero que tiene mucha calidad. También tiene experiencia en el dobles, con Machi González y Horacio (Zeballos), más la alta calidad del Peque Schwartzman. He visto a Francisco Cerúndolo jugar el año pasado en París, en la qualy contra Alessandro Giannessi, que es mi amigo, y me sorprendió cómo jugaba. Dije: ‘Este le pega bien’. Y no me sorprendió que luego haya ganado tantos partidos y esté jugando bien. Lo mismo Sebastián Báez. La Argentina siempre ha tenido una calidad muy alta de jugadores y será un grupo muy duro.
Grandes puntos de Matteo Berrettini en el tour
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