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US Open: ¿Es Serena Williams la mejor de todos los tiempos? Sí. No. Probablemente. Quizás...
NUEVA YORK - Este mes, en las gradas del Western & Southern Open, en Ohio, no parecía haber debate. Hubo gritos de “GOAT” en la dirección de Serena Williams y pancartas que dicen “GOAT” en su honor.
En febrero, Williams parecía estar en un estado de ánimo igualmente concluyente durante la Semana de la Moda de Milán, cuando usó una camiseta negra que decía “GOAT” en grandes letras blancas: un producto de su propia línea de moda.
Ahora que su retiro es inminente, sin duda es hora de celebrar su larga y fenomenal carrera, una de las más extraordinarias de principio a fin de cualquier atleta.
Una mujer negra exitosa en un deporte predominantemente blanco, ha vencido las probabilidades y ha superado a los oponentes talentosos de múltiples generaciones, durante cuatro décadas. Ha disparado aces y tiros ganadores desde la línea de base, ha sorprendido con sus drops, se ha lanzado a por devoluciones y se ha recuperado de la adversidad dentro y fuera de la cancha con el tipo de tenacidad sostenida y el ansia de triunfo que solo los campeones trascendentes pueden reunir.
Mientras se despide y las emociones están a flor de piel, sin embargo, proclamarla sin reservas como la GOAT (Greatest Of All Times, “la mejor de todos los tiempos”) en el tenis femenino no es tan sencillo como un golpe corto en una cancha abierta.
“La más grande” significará cosas diferentes para diferentes personas. El rendimiento es parte de esto, pero seguramente no todo, y parece apropiado que el primer atleta en adoptar el acrónimo GOAT fuera Muhammad Ali, quien comprensiblemente se anunciaba a sí mismo como “el más grande” y administraba algunos de sus intereses comerciales a través de una empresa llamada G.O.A.T. Inc., Ali fue sin duda un boxeador fabuloso, pero también una figura profundamente simbólica.
Los argumentos para hablar de un GOAT son apasionados y, a menudo, irresolubles, sin importar el deporte. En el caso de Williams, más grande que la vida misma, merece ser un debate, no un acto de fe.
Aunque es probable que no sean concluyentes, existen razones legítimas para inclinarse por una de las predecesoras de Williams, en particular Martina Navratilova o Steffi Graf, si no se quiere viajar en la noche de los tiempos hasta Margaret Court, quien logró el Gran Slam en 1970 y fue la mejor jugadora de su época.
La historia del tenis es larga para un deporte moderno: Wimbledon data de 1877 y el Campeonato de los Estados Unidos (ahora US Open), de 1881. El juego y el equipamiento han mejorado drásticamente (Navratilova y su rival Chris Evert jugaron varios años con raquetas de madera), y las medidas del éxito han cambiado también.
“Es realmente difícil comparar una generación con otra”, dijo Williams una vez. “Las cosas cambian: poder, técnica, tecnología”.
Si bien todavía existen obstáculos formidables para las comparaciones justas, y aunque los 23 títulos individuales de Grand Slam de Williams, un récord de la era Open, y sus logros personales únicos, se vislumbran como el Monte Rushmore, el recuento de títulos no era la moneda del reino en eras anteriores.
“Hoy en día, los Grand Slams son mucho más venerados que en mi época”, dijo Navratilova.
Lograr un Grand Slam, al ganar los cuatro majors en el mismo año calendario, fue un objetivo claro después de que Don Budge se convirtió en el primero en hacerlo en 1938, pero el número total de títulos individuales de Grand Slam de un jugador no siempre fue un tema de conversación importante.
“Realmente no nos preocupaba el número”, me dijo una vez Rod Laver, el australiano pelirrojo que completó el Grand Slam dos veces en individuales, en 1962 y 1969. “No estoy seguro de saber exactamente cuántos tenía”. (Tenía 11 títulos individuales de Grand Slam).
Wimbledon y el US Championship/Open han tenido prestigio casi desde el principio, pero el prestigio de los otros dos torneos de Grand Slam, el Abierto de Australia y el Abierto de Francia, ha fluctuado mucho. Las estrellas internacionales se los saltaban regularmente hasta la década de 1990, disuadidas por la distancia y las fechas navideñas que coinciden con el Abierto de Australia y por compromisos más lucrativos y, a veces, contractualmente vinculantes.
Los jugadores habitualmente han tenido que perderse los majors debido a una lesión, pero campeones como Billie Jean King, Navratilova y Evert se perdieron bastantes por elección. Lo mismo hizo Court, quien se retiró temprano, lo reconsideró, y luego tuvo dos embarazos que interrumpieron su carrera.
La australiana Court, una imponente jugadora de red que dominó su rivalidad con King, terminó con 24 títulos de Grand Slam individuales y 64 títulos de Grand Slam en general. Ambos son récords. Y aunque 11 de los principales títulos individuales de Court los consiguió en Australia, cuando tenía cuadros más pequeños y, a menudo, una competencia más débil que otros majors, 24 sigue siendo el número que Williams ha estado persiguiendo abiertamente y sin éxito desde que tomó su propia licencia por maternidad en 2017.
Graf, la única jugadora que ha ganado los cuatro majors al menos cuatro veces, terminó con 22 títulos individuales de Grand Slam a pesar de jugar una década menos que Williams. Evert y Navratilova terminaron con 18 cada una y seguramente habrían ganado más, si se hubieran comprometido con todos los majors como Williams y otras estrellas contemporáneas.
Williams ha tenido problemas en la gira, a veces saltándose sus eventos más importantes, incluidos campeonatos del tramo de fin de año.
Ese calendario más ligero probablemente extendió su carrera, pero también ayuda a explicar por qué Williams ocupa el tercer lugar en semanas totales en el No. 1 con 319. Graf lidera con 377; Navratilova es la siguiente, con 332. Aunque Williams terminó como el No. 1 de fin de año en cinco ocasiones, otra medida significativa de éxito, Navratilova lo hizo siete veces y Graf ostenta un récord de ocho.
También hay una gran disparidad en los títulos de singles. El total de 73 de Williams la ubica en el quinto lugar en la lista de la era abierta, muy por detrás de Navratilova, quien ganó 167 títulos de individuales y 177 títulos de dobles en un período en el que los dobles tenían más prestigio. Navratilova también tuvo un largo período de dominio, perdiendo solo 14 partidos individuales en cinco años desde 1984 hasta 1988. Evert ganó 157 títulos individuales; Graf ganó 107, a pesar de que se retiró a los 30 años.
Otros dos puntos a favor de Graf: tenía un porcentaje de victorias en su carrera en individuales del 89%, el mejor de los aspirantes modernos al título de GOAT (Williams tiene un 85%). Graf también es la única jugadora, hombre o mujer, en completar el llamado Golden Slam, ganando los cuatro majors y el título olímpico individual en 1988.
Navratilova y Williams tuvieron grandes carreras en majors: Navratilova ganó seis seguidos en 1983 y 1984; Williams ganó cuatro dos veces seguidas, los llamados “Serena Slams”, de 2002 a 2003 y de 2014 a 2015. Pero ni Navratilova ni Williams pudieron hacer frente a la fuerte presión que supuso acabar con el verdadero Grand Slam, quedándose apenas a dos partidos.
Williams quedó atónita en las semifinales del US Open de 2015 ante Roberta Vinci, una italiana que no era cabeza de serie, cuyo revés cortado le causó grandes problemas, pero no tantos como sus propios nervios.
“Ella perdió contra el Grand Slam más que cualquier otra cosa”, dijo Navratilova esa noche, hablando por experiencia.
Lo que vale la pena recordar es que Williams tenía 33 años, pero aparentemente todavía estaba en su punto máximo: un tributo a su talento, impulso competitivo y trabajo con Patrick Mouratoglou, un francés ambicioso que se convirtió en su primer entrenador formal en la gira además de sus padres, Richard y Oracene.
Con Mouratoglou, ganó 10 títulos individuales de Grand Slam más, todos en sus 30 años. Eso no tenía precedente en el tenis femenino, y es uno de los argumentos más sólidos para otorgar el estatus de GOAT a Williams. Ella y su hermana mayor, Venus, cambiaron el juego y elevaron el listón para sus competidoras, muchas de las cuales no pudieron seguirles el ritmo, desapareciendo o retirándose mientras las hermanas continuaban.
Serena Williams no fue consistentemente dominante: tuvo más caídas de nivel que Navratilova, Graf y Evert, e incluso salió del top 100 en 2006. Podría decirse que también carecía de una rivalidad trascendente, dominando a Venus, 7-2, en finales importantes y jugando contra ella en una sola final en cualquier nivel después de 2009.
“Martina tenía a Chrissie (Evert); Steffi tuvo a Martina y a Mónica Seles; Court tenía a Billie Jean y a Maria Bueno”, dijo Steve Flink, autor e historiador del tenis estadounidense.
“Durante los grandes años de Serena en sus 30, no tuvo rival de nivel para ponerla a prueba hasta el final; eso no es su culpa, sino un factor”, agregó Flink, al referirse al “debate GOAT”. Pero Williams, a pesar de sus caídas, gobernó sobre el mejor talento disponible, compilando un récord de 176-72 contra jugadoras que ocuparon el puesto número 1 del ranking. Obtuvo una marca de 20-2 contra su musa del tenis, Maria Sharapova, una rusa rubia que ganó más que ella en patrocinios durante años, lo que Williams comprensiblemente vio como una injusticia a la luz de su currículum superior.
Williams estaría de acuerdo en que ella sabía cómo canalizar un rencor.
En su entrevista en Vogue este mesm en el que anuncia su retiro inminente, escribió: “Gané tantos partidos porque algo me hizo enojar. Eso me impulsó”.
Williams resistió y sobresalió, alcanzando cuatro finales de Grand Slam en singles después de regresar de un embarazo en 2018, a pesar de que algunos en su círculo cercano aconsejaron no volver a jugar a los 36 años.
Igualar o romper el récord de Court, por defectuoso que sea, en esa etapa tardía podría haber terminado realmente con el debate sobre la mejor de todos los tiempos. Pero Williams, aun así, ha conmovido a muchos como madre trabajadora y como una superestrella dispuesta a volver a ponerse en la línea más allá de su mejor momento.
Williams, a diferencia de Navratilova, una de las primeras atletas superestrellas abiertamente gay, no ha sido una cruzada política. Ella se ha negado, más recientemente, a comentar sobre la anulación del fallo Roe v. Wade (sobre el derecho al aborto). Su enfoque ha sido moldeado quizá por su fe (ella es Testigo de Jehová) y quizás por el riesgo que los atletas anteriores corrían con los patrocinadores por salirse de la línea.
Pero el boicot de 14 años que Williams le impuso al torneo de Indian Wells, donde ella y su familia fueron abucheados y, según su padre, Richard, objeto de burlas racistas, habló más que las palabras. Ha tenido grandes arrebatos que le han costado perder algunos admiradores. Pero siempre ha sido inspiradora, como campeona y mujer negra que se recuperó después de grandes reveses en su vida profesional y personal.
Estos incluyen el asesinato de su media hermana Yetunde Price; la separación y divorcio de sus padres; un coágulo de sangre en su pulmón en 2011 que, según dijo, la tuvo en su “lecho de muerte”; y otro peligroso problema de coagulación de la sangre durante el nacimiento de su hija, Olympia, en 2017.
La resiliencia también es una marca de grandeza, y aunque ella puede o no ser la mejor en lo suyo, es una razón más para apreciarla mientras camina hacia el estruendo del lunes por la noche, a menos de un mes de su 41 cumpleaños, para jugar en un último US Open.
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