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US Open: Daniil Medvedev, el hombre de hielo que se adueñó de la fiesta preparada para Djokovic
El ruso, número 2 del mundo, conquistó su primer título major y privó al N° 1 de ganar los cuatro Grand Slam en la misma temporada
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Más de medio siglo. Cincuenta y dos años. Ese es el tiempo que pudo haberse interrumpido este domingo en el estadio Arthur Ashe, el gigante de concreto neoyorquino. Sin embargo, hubo un culpable de que ello no ocurriera: Daniil Medvedev. Imperturbable, el tenista ruso de 25 años se unió a una fiesta en el US Open que estaba montada para otro (Novak Djokovic), pero muy lejos de ser actor secundario se encumbró como el impactante protagonista. Con un rendimiento estupendo, casi sin fisuras y muy compacto emocionalmente, hizo añicos los pronósticos y provocó la frustración del número 1 del mundo, que tenía una cita con la historia.
Medvedev logró su primer trofeo de Grand Slam –en su tercera final grande–, al imponerse por 6-4, 6-4 y 6-4, en 2h15m. El moscovita no sólo dejó a Nole sin su 21° título major (con el que hubiera superado la línea de Roger Federer y Rafael Nadal, las leyendas que, con el cuerpo maltrecho, no pudieron competir en Flushing Meadows). Sino que privó al balcánico de haber obtenido el prestigioso Grand Slam calendario (los cuatro grandes en una misma temporada), solamente alcanzado por cinco jugadores en la historia. Rod Laver, hoy con 83 años y presente en el Ashe, sigue siendo el último hombre en lograrlo, en 1969 (también se lo adjudicó en 1962).
Simply stunning Daniil Medvedev, you stopped one of the greatest tonight. To win your first Grand Slam title is always special, to do it against a champion like Novak Djokovic is something else. Take heart Novak, the quest continues. Best wishes, 🚀
— Rod Laver (@rodlaver) September 12, 2021
“Voy a poner mi corazón, mi alma, mi cuerpo y mi cabeza en ello. Voy a tratar el siguiente partido como si fuera el último de mi carrera”, había advertido Djokovic después de vencer en las semifinales a Alexander Zverev, el campeón olímpico. Pero Medvedev no se lo permitió. Lejos de estar tenso, tuvo un inicio arrollador (quebrándole el servicio a Nole en el primer game) que supo prolongar durante –casi– todo el partido. Únicamente lució algo aturdido sobre el final: sacó 5-2 en el tercer set, para culminar su obra maestra, pero cometió todos los errores juntos, Djokovic quebró y sostuvo su servicio. Los 20.000 espectadores se encendieron. Pero en su nuevo turno de saque, el ruso ya no volvió a fallar. “Admiro el juego de Daniil. Tiene tiros atípicos, a veces sientes que no está en el equilibrio adecuado, pero rara vez comete errores. Lo que lo distingue del resto es su alto coeficiente intelectual de tenis y la capacidad de salir de situaciones difíciles”, había analizado Djokovic, con precisión.
El número 2 del mundo no luce técnicamente y muchas veces al desplazarse pareciera que se va a desarticular, pero por lo general encuentra respuestas. Frío como el invierno más crudo de Moscú y con los demonios más controlados (incorporó a su equipo a la psicóloga deportiva Francisca Dauze), opacó a Djokovic. Muy pocas veces se vio al serbio con tanta impotencia, tan maniatado, sin poder encontrar hendijas por donde inmiscuirse.
Medvedev, el tercer ruso campeón en singles masculino de un Grand Slam después de Yevgeny Kafelnikov (Roland Garros 1996 y Australia 1999) y Marat Safin (US Open 2000 y Australia 2005), llegó más fresco a la final, con cinco horas y media menos que Nole en el court. Muchas veces esa estadística no se advierte, pero esta vez sí. ¿Nole, el hombre que se acostumbró a dominar a Nadal y a Federer, habrá padecido la presión, además? Es probable. Pero, sobre todo, se topó con un rival que no le dio respiro, que sacó con alta efectividad y que lo hirió con sus tiros planos rasantes.
Entrenado por el francés Gilles Cervara, Medvedev anotó 16 aces, logró el 57% de primeros servicios, ganó el 80% de puntos con el primer saque y el 58% con el segundo. Además, le rompió cuatro veces el saque a Djokovic (el serbio, sólo una vez en seis intentos), logró más tiros ganadores (38 contra 27) y menos errores no forzados (31 contra 38). Sólo una figura del deporte tan grande como Djokovic (”el escapista”) genera la sensación de que puede revertir el resultado hasta último momento, inclusive padeciendo una paliza como ante Medvedev. El público, cómplice con Nole como nunca antes (ni siquiera cuando ganó los trofeos neoyorquinos en 2011, 2015 y 2018), intentó darle un último empujón, pero ya nada pudo alterar el juego.
Campeón en febrero en Australia (ante Medvedev, en tres sets). Campeón en junio en el Abierto de Francia (vs. el griego Stefanos Tsitsipas). Y campeón en julio en Wimbledon (vs. el italiano Matteo Berrettini). En 144 años de historia grande del tenis (tomándose como referencia el primer Wimbledon, en 1877), Djokovic se encontró en Nueva York ante una oportunidad cinematográfica, que ni Federer (40 años) ni Nadal (35), a pesar de todos sus dones y excelencia perpetua, habían podido generar. El suizo ganó tres de los cuatro Grand Slam en 2004, 2006 y 2007, pero nunca llegó al último grande con chances de obtener el Grand Slam, al trastabillar en Roland Garros. En 2009, el único año en el que Roger ganó el Abierto de Francia, Rafa fue campeón en Melbourne y Juan Martín del Potro en Flushing Meadows. El español, en 2010, ganó tres de los cuatro (sólo cayó en Australia). Novak encaró la final con el historial 5-3 en su favor frente a Medvedev, pero estuvo muy lejos de poder dar ese último paso.
Medvedev, que ya había jugado una final del US Open (en la que cayó en cinco sets ante Nadal, en 2019), venía coqueteando con grandes impactos. De hecho, en noviembre de la temporada pasada, logró la Copa de Maestros, en Londres, derrotando al número 1 (Djokovic), al 2 (Nadal) y al 3 (el austríaco Dominic Thiem), siendo el primer jugador en barrer el Top 3 en la historia del torneo. “Muchos dicen que mi juego es aburrido o que parezco un robot, pero en realidad no me importa. Lo único que yo quiero es ganar”, aseveró, por entonces, convencido. Diez meses después, nadie se anima a objetarle nada.
Un set perdió, apenas, Daniil Medvedev, en su camino al título: fue en los cuartos de final ante el neerlandés Botic van de Zandschulp (6-3, 6-0, 4-6 y 7-5).
Cuando el estadounidense Stan Smith, campeón del US Open hace 50 años, le entregó el trofeo, Medvedev sonrió, empezó a comprender un poco más lo que había hecho sobre el cemento de Nueva York. “Nunca le he dicho esto a nadie, pero para mí eres el mejor jugador de la historia del tenis”, expresó el ruso, dirigiéndose a Djokovic, que a esa altura estaba atravesado por distintas sensaciones. Congoja, por un lado, por no haber podido concretar el objetivo tan anhelado. Satisfacción, por el otro, por haber recibido el reconocimiento masivo de un público que tantas veces lo había observado con desconfianza y le había hecho sentir la admiración -casi religiosa- por Roger y Rafa.
“Es difícil de tragar esta derrota considerando todo lo que estaba en juego. La transición en el tenis es inevitable, pero nosotros, los mayores, todavía estamos aquí. Quiero seguir adelante e intentar ganar más Grand Slams y jugar para mi país, esas son las cosas que más me motivan a esta altura. Pero pienso que el tenis está en buenas manos. En el tenis aprendemos muy rápidamente cómo pasar la página. Muy pronto habrá más desafíos”, afirmó Djokovic.
El Big 3 del tenis sigue con 20 trofeos de Grand Slam cada uno. Ya todos esperan la próxima función.
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