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Un N° 1 con historia: Sebastián Báez, el mejor junior del mundo y cuyo padre es veterano de Malvinas
José Luis Báez nació en Villa Ángela, una ciudad centenaria y con 43.000 habitantes del sudoeste del Chaco. Jugaba al fútbol en el club Alvear; era arquero y llegó a Primera. Finalizó los estudios, pero a los 18 años salió sorteado para realizar el Servicio Militar en el cuerpo de Marina. Pero, claro, fue en medio de la guerra de Malvinas. Con temores lógicos e incertidumbre, fue parte de la dotación de un destructor en el Puerto Belgrano; estuvo en la enfermería y vio a mucha gente sufrir. Aproximadamente un mes después del final del traumático conflicto en el sur argentino, José Luis Báez regresó a Buenos Aires y decidió quedarse allí para estudiar y trabajar. Vivió un tiempo en Ciudadela, cursó durante algunos años en la Universidad Tecnológica Nacional, trabajó en una fábrica de cerámica y luego en una automotriz. Conoció a Elena, su mujer; se mudaron a Billinghurst (partido de San Martín), donde continúan viviendo, y tuvieron tres hijos: Patricia (31 años), Hernán (27) y Sebastián (17). Este último, nacido el 28 de diciembre de 2000 en el Hospital Italiano, es el nuevo tenista junior –hasta 18 años– N°1 del mundo.
La automotriz en la que trabajaba José Luis tenía un predio y llegó a tomar algunas clases de tenis allí, pero el deporte de las raquetas no lo atrajo demasiado. Cuando Sebastián tenía dos años y medio y ya andaba corriendo por cada rincón de la casa, un día encontró tirada la vieja raqueta Dunlop que usaba su padre, le llamó la atención y no quiso soltarla. Su mamá le empezó a arrojar algunas pelotitas para tratar de que le pegara, Sebastián lo hacía bastante bien, fue creciendo y no dejó pared sin manchar por los pelotazos. Su papá lo llevó a una escuelita de fútbol, pero al chico solo le gustaba el tenis. Así fue como a los 5 años, sus padres lo acercaron al Club Sportivo Villa Ballester y desde que empezó a practicar con su primer profesor, Claudio Morelli, Sebi nunca más dejó de hacerlo. Pasaron los años y se produjo un primer quiebre en 2010: participó de un torneo G3 en Parque Roca cuyo premio era practicar durante unas semanas en la academia dirigida por José Luis Clerc. Báez ganó el título, se entrenó en Villa Soldati durante las semanas pautadas, pero se ganó la atención de Batata y continuó practicando allí.
Báez mide 1,70 metro y, como alguna vez sentenciaron sobre Diego Schwartzman, también en cierto momento de su formación llegaron a augurar que el hijo del veterano de Malvinas no tenía demasiado futuro en el tenis por su estatura. Ese concepto no iba de la mano con la mirada de Clerc, que en cada torneo juvenil que acompañaba a su "pupilo", repetía: "Mírenlo a Seba, es un fenómeno, tiene futuro". La corta carrera de Báez le da la razón al actual candidato a presidente de la Asociación Argentina de Tenis. Llegaron las giras nacionales, luego las sudamericanas y después los viajes a Europa y Estados Unidos. La figura de Báez, perseverante, diestro y de revés de dos manos, empezó a tomar fuerza en 2015, cuando ganó uno de los torneos más emblemáticos del circuito juvenil: el Orange Bowl, en la Florida. Y lo consiguió con 14 años y en la categoría Sub 16. A ese torneo fue acompañado por el entrenador Sebastián Gutiérrez, que había llegado al departamento de Desarrollo de la AAT de la mano del capitán de la Copa Davis, Daniel Orsanic. Báez y Gutiérrez tuvieron buena química y hoy continúan trabajando juntos.
"Seba es un pibe querido dentro del circuito, correcto dentro de la cancha de tenis, no es sucio, no saca ventajas, compite bien. Es rápido, receptivo y trabajador. Hace más de un año le cambiamos el sistema de trabajo, se incorporó Martiniano Orazi (ex preparador físico de Juan Martín del Potro) y mejoró la calidad. Nunca le sobró nada. Es muy agradecido y está contento con la ayuda que recibe de la Asociación para poder viajar. Es un pibe honesto, que va con el papá a todos lados. Su foco es el trabajo y no el resultado, por eso el número 1 es un regalo, pero tiene claro que todavía no arrancó su carrera", explica Gutiérrez, que no olvida los chispazos de indisciplina que observó en Báez la primera vez que lo vio competir, en 2015 en Brasil. "Era un loco –sonríe Gutiérrez–. Tiraba bastante la raqueta, se enojaba mucho. Ahora ya está más tranquilo".
Báez, que está estudiando a distancia, es N°1 del ranking ITF desde este lunes y lo logró luego de alcanzar, la semana pasada, la final de la Copa Paineiras, en San Pablo. Con 1078 puntos, superó al estadounidense Sebastian Korda, hijo del checo Petr Korda (exnúmero 2 en 1998). "Sebi tiene un carácter especial. A veces es un poco cabrón, le duele perder. Pero tiene una mentalidad muy fuerte", describe José Luis, padre del tenista que se convirtió en el undécimo jugador de la Argentina en llegar a la cima del ranking single junior. Los otros fueron Gabriela Sabatini (1984), Patricia Tarabini (1986), Cristina Tessi (1988), Florencia Labat (1989), Federico Browne (1994), Mariano Zabaleta (1995), Guillermo Coria y María Emilia Salerni (ambos en 2000), Brian Dabul (2001) y Axel Geller (2017).
Báez todavía es joven y tiene mucha tarea por delante, pero el tenis argentino disfruta de otro proyecto auspicioso.
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