Un ambiente relajado, sin la tensión copera

SUNRISE, Estados Unidos.– Cuánta razón tenían el porteño Jonathan Erlich y el montevideano Andy Ram , leyendas del tenis de Israel, cuando mascullaron bronca por el cambio de plaza. Durante los últimos días y en más de una oportunidad, los doblistas aseguraron que, en Tel Aviv y con más de 10.000 espectadores eufóricos en las tribunas, el ambiente hubiera sido una caldera y ello hubiese emparejado la serie. Lo vivido ayer en el Sunrise Tennis Club les dio la razón, sin dudas. Fue el comienzo de un desafío por obtener un lugar entre los 16 mejores de la temporada 2015 de la Copa Davis , pero el ambiente no influyó.

Relajado, poco interesado en los raquetazos sobre el cemento y más pendiente de la comida (panchos, pizzas, pollo al curry, paninos, ensaladas, gaseosas) que podía comprar en las tres o cuatro carpas levantadas sobre las canchas del grisáceo clay de este club municipal del condado de Broward, el puñado de espectadores estadounidenses –la mayoría de origen judío– prácticamente no incidió en el juego. Es más, sólo incomodó por el bullicio generado al hablar o poniéndose de pie en momentos inoportunos. Aunque tuvieron sus momentos de explosión cuando el juvenil Botzer le ganó un set a Mayer y ya de noche, con la victoria de Sela ante Berlocq .

Con tubulares para 2000 personas, el club recibió a unas 900. Y muchas de ellas, argentinas y con camisetas de equipos de fútbol, que se hicieron oír en los mejores momentos del Yacaré Mayer, antes de que el diluvio apartara del court a Berlocq y Dudi Sela, y más tarde, cuando Charly volvió al court y se oyó: "¡Y ya lo ve, y ya lo ve, somos locales otra vez!". Banderas de Las Varillas, Bariloche, San Genaro (Santa Fe) y Dean Funes, entre otras, lucieron en el estadio. Otra pincelada albiceleste la aportó Sol, artista de vocación e hija del capitán Martín Jaite , que cantó el himno. También fue protagonista un musicalizador que, al estilo US Open en las noches del Arthur Ashe, elevó el volumen durante los peloteos y los descansos.

Después de quitarle la localía en Tel Aviv por la crisis en Medio Oriente, la Federación Internacional de Tenis no fue dura con Israel para aprobar el Sunrise TC (las medidas del fondo del court, por ejemplo, no son las exigidas por la ITF). En cambio, sí hubo rigidez en el operativo de seguridad. Hubo policías, efectivos privados y hasta agentes del Mossad (servicio de inteligencia de Israel). El ingreso fue muy pausado, ya que todos –incluso las autoridades y los periodistas– tuvieron que pasar por un detector de metales y revisión manual. Pero nada de esa rigurosidad afectó para que la jornada sea distendida en la periferia del partido. Sólo hubo algunas discusiones en el palco oficial cuando el partido de Sela-Berlocq terminaba y el argentino se quejó ante el umpire por supuestas provocaciones. En Tel Aviv, la serie pudo haber sido un infierno por el griterío en las tribunas, según sus propios jugadores; aquí, a una hora por autopista de Miami Beach, fue distinto. Incluso, sólo 250 personas se quedaron en el club cuando el segundo partido se reanudó tras el diluvio. El clima copero se asemejó a la señal de Wi-Fi de la sala de prensa: se encendió y se apagó durante todo el día

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