Tras ser positivo en enero pasado en Doha, a Juan Pablo Ficovich (24 años) le detectaron miocarditis y no juega desde enero; mientras espera, ansioso, el alta médica, se entrena en forma liviana y no puede superar las 150 pulsaciones
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Juan Pablo Ficovich adoraba jugar al fútbol de chico, en Berazategui. Pero en 2004, viendo por TV la final de Roland Garros entre Gastón Gaudio y Guillermo Coria, se encandiló y decidió tomar clases de tenis. Tenía siete años y comenzó un vínculo con las raquetas que lo llevó al profesionalismo. El año pasado, después de cinco meses sin competir por la pandemia, volvió a viajar, sumó puntos y terminó a seis escalones de los mejores 200 tenistas del mundo. Fue su mejor cierre de temporada. Con confianza, bien entrenado y sintiéndose competitivo, añoraba lograr el salto de calidad este año.
En enero viajó a Doha, donde se realizó -por protocolo sanitario- la clasificación para el Abierto de Australia, el primer Grand Slam del calendario. Pero no llegó a jugar ni un punto. Le diagnosticaron Covid-19 a las pocas horas de pisar suelo qatarí, quedó aislado durante catorce días hasta que regresó a Buenos Aires con el alta epidemiológico, pero se sometió a estudios más profundos y se le detectó miocarditis [una inflamación del músculo cardíaco que reduce la capacidad del corazón de bombear]. Desde entonces, no pudo volver a competir. Si bien el mes próximo se realizará nuevos estudios y la enfermedad mostró una mejoría leve en cada examen, no tiene certezas de que obtendrá el apto médico en breve.
Si bien Ficovich [24 años; actual 217° de la ATP] trata de alimentar el optimismo y llenar los espacios vacíos con otras tareas [analizar futuros estudios, mirar mucho deporte], padece bajones anímicos; por momentos se siente enjaulado e impotente. Se entrena tres veces a la semana. Pero durante los ensayos desvía constantemente la mirada al reloj que luce en la muñeca izquierda y que le mide las pulsaciones: cuando llega a las 140 o 150 debe detenerse de inmediato, descansar y esperar a que los latidos se normalicen. Claro que alcanza ese registro impactando menos de diez pelotas.
Alguien inexperto pensaría que el coronavirus puede afectar sólo el corazón de las personas mayores, pero los estudios -locales e internacionales- comprobaron que hasta los deportistas de alto rendimiento pueden sufrir esos daños.
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“Viajé un martes a Doha. El día anterior me hice el hisopado acá porque tenía que viajar siendo negativo y así fue. Llegamos el jueves a Qatar, en el aeropuerto me hisoparon, me pusieron 24 horas en la habitación hasta que me dieran el resultado. Me estaba por ir a dormir el jueves a la noche, suena el teléfono, atiende mi entrenador [Juan Pablo Gándara] y dicen que yo era positivo. De ahí me llevaron a otro hotel y arrancó la odisea. Fue shockeante. Me empecé a sentir un poquito mal, un poco débil. Pero después no tuve nada más”, relata Ficovich, debajo de una tribuna del court central del Buenos Aires Lawn Tennis, club en el que suele practicar.
Tras la confirmación del test positivo, Ficovich fue trasladado a otro hotel de Doha reservado exclusivamente para los jugadores o sus acompañantes contagiados. El bonaerense fue separado en una suerte de apart con el tenista kazako Dmitri Popko, también infectado. A los pocos días se sumaron otros argentinos: Francisco Cerúndolo, Renzo Olivo, Guido Andreozzi. Dentro del hotel, al menos, les permitieron hacer “vida normal” y salir de sus habitaciones.
Una mañana en el entrenamiento de Ficovich
“El 22 de enero volví al país. Mi médico, Enrique Prada, me mandó a hacer varios estudios, como placa de tórax, análisis de sangre y alguno más. Y en la resonancia cardíaca detectaron la miocarditis, que estaba inflamada una parte del corazón. Tuve que parar. Me dijeron un mes de reposo. Pensé que en ese tiempo ya estaba. No sentía nada, ningún síntoma; dicen que a veces te duele un poco el pecho. Me hice dos resonancias más, pero sigo esperando”.
-¿Sabías lo que era la miocarditis, te sonaba familiar?
-No, para nada. Empecé a googlear para ver de qué se trataba. Fue duro. No lo podía creer, porque me sentía bien. No es que fue una lesión, que por ahí te duele el hombro y te la bancás. Encima no escuchaba casos. Sólo conocía el de Román Burruchaga [tenista, hijo de Jorge] y estuvo parado sólo un mes.
-Con el tiempo se empezaron a conocer más casos, como los de los futbolistas Edwin Cardona (Boca), Lucas Barrios (Gimnasia), Ezequiel Centurión (River)…
-Sí. En el momento que me enteré del caso Barrios le mandé un mensaje por Instagram para saber qué estudio se había hecho. Un fenómeno, me contestó, me dijo que cualquier cosa que necesitara le hablara, que me ayudaba. Tengo cero síntomas: si me decís de jugar un partido, estoy. Por eso, si no me hubiese hecho ese estudio, estaría jugando, lo que hubiera sido un peligro. Después, hago mi vida habitual, puedo comer cualquier cosa, no tomo medicación. Llega un momento que te aburrís, porque es todo muy monótono, no podés jugar contra un jugador. Ya llevo más de tres meses y medio así.
-Ahora, con este trastorno, ¿cómo es tu semana?
-Entreno tres veces por semana. Tengo el reloj [que marca las pulsaciones], puedo llegar hasta 140, 150. Entreno una hora, una hora y media. También voy al gimnasio. Y después tengo mucho tiempo libre. Yo nunca tuve nada: sólo una distensión hace tres años, que estuve diez días parado y nada más. Tenés mucho tiempo libre y son los momentos en los que te ponés a pensar.
-¿En cuanto tiempo llegás a las 150 pulsaciones desde que impactás la primera pelota?
-Pelotear, si lo hago tranquilo, puedo estar entre cinco y diez minutos. El tema es cuando me empiezo a mover, a meterle intensidad. Ahí muy poco: con cuatro o cinco pelotas ya suben y cuesta cada vez más bajarlas, me tengo que sentar, esperar unos minutos. Se vuelve aburrido. Pero por lo menos puedo entrar en la cancha y seguir en contacto con la pelota.
-¿Te agitás? ¿Entrenás con temor?
-No, la verdad que no. Y tengo cero miedo. A veces me hago un pique y mi entrenador me c… a pedos.
-¿Cómo luchás contra la ansiedad?
-Es difícil. Los chicos de mi camada empezaron a ganar, algo que está buenísimo porque hay un cambio de generación. Son sensaciones raras cuando agarrás el celular y ves los resultados, prendés la tele y ves los torneos, te dan ganas de estar ahí. Me gusta mucho el deporte, miro fútbol, básquetbol y me hacen olvidar un poco del tenis, me liberan la cabeza. No sé si la palabra es daño, pero ver tenis me genera una sensación rara de querer estar ahí. Es duro. En junio me tengo que hacer de nuevo una resonancia y si me sale bien, me largan. Si está mal…, a seguir esperando. Puede tardar varios meses más o no.
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El doctor Prada, Coordinador del laboratorio de Ciencias Aplicadas al Deporte del CeNARD [Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo], explica que al familiarizarse con el Covid-19 no sólo empezaron a observar pacientes con compromisos en distintos órganos como el pulmón y el hígado, sino que, tras diversas investigaciones, detectaron un porcentaje elevado de personas con problemas de corazón. Ello los llevó a empujar a los deportistas recuperados del virus a hacerse estudios más profundos.
“Empezamos a ser estrictos respecto del apto cardiológico, con un protocolo de apto médico más allá del alta epidemiológica. A todo deportista le hacemos electrocardiograma, ecocardiograma, una troponina… Todo eso es fundamental para dar el alta o descartar si ha tenido miocarditis o no. También adoptamos la resonancia cardíaca”, le comenta Prada, con funciones en varias series del equipo argentino de Copa Davis, a LA NACION.
Además, aporta otro dato: tras una investigación realizada por el doctor Matthew Martínez [director de Atlantic Health System Sports Cardiology, en Nueva Jersey] en 800 deportistas profesionales contagiados de Covid-19 de EE.UU. y Europa, se encontró inflamación cardíaca en 30 y, de esos, sólo cinco padecieron miocarditis [pocos meses después pudieron volver a la normalidad]. Ello no significa que el tema se tome con ligereza; todo lo contrario. Mucho menos después de que en septiembre del año pasado se conociera la muerte de Jamain Stephens, de 20 años, un jugador de fútbol americano de California University of Pennsylvania, que sufrió complicaciones cardíacas tras ser positivo de Covid-19.
Entre los deportistas de las distintas federaciones que responden al CeNARD [los futbolistas, más allá de las interconsultas, dependen del departamento médico de la AFA], únicamente se hallaron tres casos de miocarditis: Ficovich, Burruchaga y la nadadora Pilar Geijo. Los últimos dos revirtieron la situación. Geijo demoró un poco más. Así lo contó en Instagram, el 22 de marzo pasado:
“Era el 1 de septiembre cuando me enteré que era positivo de Covid. No fueron días fáciles. Me despertaba llorando asustada porque no podía respirar y sentía un gran temor generalizado. Cuando pensaba que ya podría retomar mis actividades, uno de los estudios que me mandó a hacer mi Doc Enrique Prada me salió mal. Puedo decir que él me salvó la vida. Aprendí que existían dos tipos de altas: por un lado, el epidemiológica (cuando ya no contagiamos más) y el alta para retomar la actividad física con exigencia. La resonancia arrojaba una miocarditis. Lloré y me sentí triste. Me llamó y me dijo lo que ningún atleta de alto rendimiento quiere escuchar: ‘No vamos a poder entrenar. Sólo nadá suave sin levantar el pulso. Nos manejamos al 40% hasta repetir el estudio en tres meses’. Ese día llegué a la pileta. Lloraba cuando el conté la noticia. A los tres meses me hice el mismo estudio, había mejorado y eso me habilitaba a darle un poco más y a recuperar mi estado. Pero aún faltaba. Finalmente, y tras cinco meses, recibí la mejor noticia: mi tercera resonancia cardiaca arrojaba ‘Ausencia de fibrosis y ausencia de edema miocárdico’. Ese día también lloré y agradecí”.
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Prada sentencia que para un deportista es traumático escuchar noticias como las que recibieron Geijo, Ficovich y Burruchaga. “Es muy conflictivo para el atleta. Enseguida piensan: ‘¿Cómo me tocó a mí, si los otros responden distinto ante la misma enfermedad?’. Y no tenés certezas para darle; sólo el seguimiento del problema. Entendemos que de tres a seis a meses se revierte. Hay miocarditis fulminantes, pero la mayoría de estos cuadros son leves. Igual hay que prestarle mucha atención. No los dejamos competir si no completamos los estudios”, amplía Prada.
¿Cómo es el caso de Ficovich, puntualmente? “Ha tenido una mejoría muy leve en cada estudio, progresiva, que además ha sido dificultosa su evaluación porque los deportistas de elite pueden tener aumento en cavidades cardíacas, que en otras personas podrían ser interpretadas como anormales. Esperamos que en el próximo control ya haya mejorado. Los casos serios sí toman corticoides u otras medicaciones, pero cuando la insuficiencia es severa. Con Juampi simplemente le hemos indicado que se entrene a baja intensidad, más que nada por lo psicológico. Los tenistas suelen entrenarse con mucha intensidad y el corte es abrupto”, apunta Prada.
Gándara, coach de Ficovich, dos veces finalista en el Challenger Tour [Morelos 2020 y Campinas 2019], agrega: “Trato de ayudarlo en el día a día, ser lo más positivo posible, divertirlo en los entrenamientos, contarle chistes. Es duro ver jugar a todos los de su edad y encima a casi todos les está yendo bien. Ya se perdió Australia, se va a perder Roland Garros y seguramente se perderá Wimbledon. Mentalmente es muy difícil”.
En condiciones de reposo, un deportista puede tener entre 60 y 100 pulsaciones. “Alguno puede tener 36 o 38; un ejemplo de ello era el atleta Antonio Silio. En competencia, los tenistas pueden llegar a 180 o 190 latidos sin problemas”, añade Prada.
La pandemia trastocó todo. También el circuito de tenis, naturalmente, donde los protagonistas viajan y cruzan fronteras cada semana. “Es todo un estrés. El avión, los papeles que hay que llenar... Antes era el check in y nada más. Ahora es el hisopado a las 72 horas, a las 48, te meten en la habitación durante un día… Creo que todos los tenistas están agobiados, pero por lo menos podemos seguir compitiendo. La falta de público también saca motivación”, dice Ficovich.
Claro que su caso es especial y no ve la hora de recuperar la normalidad: “Tengo unas ganas tremendas de jugar. Quiero volver a competir, sentirme que estoy libre y a nivel. Quiero ganar partidos, correr, ganar torneos. Va a ser raro. Pero voy a estar agradecido porque habré superado esta enfermedad”.
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